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Mas Alla Del Principio De Placer


Enviado por   •  18 de Junio de 2013  •  3.086 Palabras (13 Páginas)  •  246 Visitas

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MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DE PLACER

I

Los procesos anímicos son regulados por el p. de p. lo pone en marcha una tensión displacentera y finalmente esta disminuye. Placer y displacer se refieren a la cantidad de excitación, que no está ligada. El displacer se refiere a un aumento, y el placer a una disminución.

El aparato anímico se afana por mantener lo más baja posible, o al menos constante, la cantidad de excitación presente en él. Todo cuanto sea apto para incrementarla se sentirá como disfuncional.

Es incorrecto hablar de un imperio del principio del placer, porque sino todos nuestros procesos anímicos tendrían que estar acompañados de placer o llevar a él. O sea, existe una fuerte tendencia al p. de p. pero hay otras fuerzas que lo contrarían, por tanto el resultado no siempre puede ser placentero.

Este principio corresponde al modo de trabajo primario del aparato anímico, siendo éste peligroso para la autopreservación del organismo. Bajo el influjo de las pulsiones de autoconservación del yo, es relevado por el principio de realidad, que, sin resignar el propósito de una ganancia final de placer, exige y consigue posponer la satisfacción. Las pulsiones sexuales son especialmente difíciles de educar para que sigan al principio de realidad.

Sólo una parte de las experiencias de displacer es causa de el relevo del p. de p. por el p. de r. otra fuente proviene de los conflictos y escisiones en el aparato anímico mientras el yo recorre su desarrollo hacia organizaciones de superior complejidad.

Ciertas pulsiones se muestran, por sus metas o requerimientos, inconciliables con las restantes del yo. Son segregadas por el proceso de represión, se las retiene en estadios inferiores del aparato psíquico y se les corta (en un comienzo) la posibilidad de satisfacción. Si luego consiguen una, sea directa o sustitutiva, este éxito es sentido por el yo como displacer.

En su mayor parte, el displacer que sentimos es un displacer de percepción, sea de exigencias pulsionales o amenazas de peligro, la reacción frente a ellas puede ser conducida luego de manera correcta por el p. de p. o el de r. que lo modifica.

II

Neurosis traumática: estado que sobreviene tras conmociones que aparejaron riesgo de muerte. Se aproxima al de la histeria por presentar síntomas motores similares, pero lo sobrepasa en padecimiento subjetivo, así como en un debilitamiento mucho más vasto de las operaciones anímicas.

Se destacan dos rasgos: la gravedad de la causación se centra en el factor de la sorpresa, el terror, y que un simultáneo daño físico contrarresta en general la producción de la neurosis.

Se llama terror al estado en que uno cae cuando e corre un peligro sin estar preparado.

La vida onírica reconduce al enfermo a la situación del accidente, de la cual despierta con renovado terror. El enfermo está fijado psíquicamente al trauma. Sin embargo, en la vida de vigilia no desean recordar su accidente.

Si consideramos que la tendencia del sueño es el cumplimiento de un deseo podemos pensar que en este estado la función del sueño resultó afectada, o que se trata de las tendencias masoquistas del yo.

Juego infantil. Freud habla del caso de un niño de año y medio, quien no tenía un desarrollo precoz, pero que no molestaba ni lloraba. Tenía el hábito de arrojar lejos de sí pequeños objetos que había a su alcanza, diciendo “se fue”, jugando a que sus padres se iban, y también jugaba a que volvían, lo cual le daba el mayor placer. El logro del niño consistía en su renuncia pulsional de admitir sin protestas la partida de la madre. Se resarcía escenificando ese desaparecer y regresar.

En la vivencia era pasivo, ahora se ponía en un papel activo repitiéndola como juego, a pesar de que fuese displacentera. Podría atribuirse a una pulsión de apoderamiento, pero también podemos pensar que el acto de arrojar el objeto era la satisfacción de un impulso a vengarse de la madre por su partida. Tendría este significado: no te necesito, vete, yo mismo te echo.

Los niños repiten en el jugo todo lo que les ha hecho gran impresión en la vida, así abreaccionan la intensidad de la impresión y se adueñan de la situación. Todos sus juegos están presididos por el deseo de ser grandes y poder obrar como los mayores.

III

Las metas del psicoanálisis han cambiado. El devenir consciente de lo inconsciente no se puede alcanzar plenamente por el camino de descubrir las resistencias. El enfermo puede no recordar todo lo que hay en él de reprimido, se ve forzado a repetirlo como vivencia presente en vez de recordarlo. Esta reproducción tiene siempre por contenido un fragmento de la vida sexual infantil y se juega en el terreno de la transferencia. La anterior neurosis ha sido sustituida por una neurosis de transferencia. En general, no se puede esquivar esta parte de la cura, llamada compulsión de repetición. Uno no se enfrenta con la resistencia de lo inconsciente, ya que no ofrece resistencia sino que aspita a irrumpir hasta la conciencia o hasta la descarga. La resistencia proviene de los estratos que en su momento llevaron a cabo la represión. La resistencia del yo consciente y preconsciente está al servicio del principio de placer, quiere ahorrar el displacer que se excitaría por la liberación de lo reprimido. Implicaría displacer para un sistema y satisfacción para el otro. Pero estas pulsiones tampoco pudieron en el pasado ser satisfacciones: se trata en su mayoría de vivencias de la sexualidad infantil.

En personas no neuróticas también encontramos este fenómeno: personas en quienes toda relación humana lleva al mismo desenlace, por ejemplo amistades que siempre terminan en traición. Este eterno retorno de lo igual no nos asombra cuando se trata de una conducta activa de tales personas, porque un rasgo de su carácter permanece igual en ellas. Nos sorprende cuando parecen vivenciar pasivamente algo sustraído a su poder. Esta compulsión de repetición se instaura más allá del principio de lacer, es más originaria, más elemental que éste.

IV

La conciencia es la operación del sistema Cc, que brinda en lo esencial percepciones de excitaciones. Todos los procesos excitatorios de los otros sistemas les dejan como secuela huellas permanentes que son la base de la memoria: restos mnémicos. Es difícil creer que esas huellas puedan producirse asimismo en el sistema Cc. Si permanecieran siempre conscientes, muy pronto reducirían la aptitud de ese sistema para la recepción de nuevas excitaciones.

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