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Mas Aya Del Principio Del Placer


Enviado por   •  28 de Abril de 2013  •  3.837 Palabras (16 Páginas)  •  384 Visitas

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Bibliografía: Freud, Sigmund. (1920), Mas Alla Del Principio Del Placer “Obras completas Vol. 20.” Argentina: Amarrortu pp. 1-62

En la teoría psicoanalítica adoptamos el supuesto de que el decurso de los procesos anímicos es regulado automáticamente por el principio de placer.

Creemos que en todos los casos lo pone en marcha una tensión displácetela, y después adopta tal orientación que su resultado final coincide con una disminución de aquella.

(Sigmun, Freud. Pp. 7)

Nos hemos resuelto a referir placer y displacer a la cantidad de excitación presente en la vida anímica así: el displacer corresponde a un incremento de esa cantidad, y el placer a una reducción de ella. Todo movimiento psicofísico que rebase el umbral de la conciencia va afectado de placer en la medida en que se aproxime, más allá de cierta frontera, a la estabilidad plena, y afectado de displacer en la medida en que mas allá de cierta frontera se desvíe de aquella, existiendo entre ambas fronteras.

(Sigmun, Freud. Pp. 8)

El principio de placer se deriva del principio de constancia; en un análisis más profundizado descubriremos que el aparato anímico se subordina como caso especial bajo el principio de Fechner de la tendencia a la estabilidad, a la que él refirió las sensaciones de placer y displacer.

Pero entonces debemos decir que es incorrecto hablar de un imperio del principio de placer sobre el decurso de los procesos anímicos, si así fuera, la abrumadora mayoría de nuestros procesos anímicos tendría que ir acompañada de placer o llevar a él.

(Sigmun, Freud. Pp. 9)

El principio de placer es propio de un modo de trabajo primario del aparato anímico, bajo el influjo de las pulsiones de auto conservación del yo, es relevado por el principio de realidad, sin resignar el propósito de una ganancia final de placer, exige y consigue posponer la satisfacción, renunciar a diversas posibilidades de lograrla y tolerar provisionalmente el displacer en el largo rodeo hacia el placer. El relevo del principio de placer por el principio de realidad puede ser responsabilizado sólo de una pequeña parte, y no la más intensa, de las experiencias de displacer. Otra fuente del desprendimiento de displacer, no menos sujeta a ley, surge de los conflictos y escisiones producidos en el aparato anímico mientras el yo recorre su desarrollo hacia organizaciones de superior complejidad.

(Sigmun, Freud. Pp. 10)

En su mayor parte, el displacer que sentirnos es un displacer de percepción. Puede tratarse de la percepción del esfuerzo de pulsiones insatisfechas, o de una percepción exterior penosa en sí misma, la reacción frente a esas exigencias pulsionales y amenazas de peligro, reacción en que se exterioriza la genuina actividad del aparato anímico, puede ser conducida luego de manera correcta por el principio de placer o por el de realidad.

(Sigmun, Freud. Pp. 11)

Ya es de antigua data la descripción de un estado que sobreviene tras conmociones mecánicas, choques ferroviarios y otros accidentes que aparejaron riesgo de muerte, por lo cual le ha quedado el nombre de «neurosis traumática». El cuadro de la neurosis traumática se aproxima al de la histeria por presentar en abundancia síntomas motores similares, la neurosis traumática común se destacan dos rasgos que podrían tomarse como punto de partida: el centro de gravedad de la causación parece situarse en el factor de la sorpresa, en el terror, y que un simultáneo daño físico o herida contrarresta en la mayoría de los casos la producción de la neurosis.

(Sigmun, Freud. Pp. 12)

La neurosis traumática muestra este carácter: reconduce al enfermo, una y otra vez, a la Situación de su accidente, de la cual despierta con renovado terror. El enfermo está, fijado psíquicamente al trauma. Sin embargo, no he sabido que los enfermos de neurosis traumática frecuenten mucho en su vida de vigilia el recuerdo de su accidente. Quizá se esfuercen más bien por no pensar en él.

(Sigmun, Freud. Pp. 13)

He aprovechado una oportunidad que se me brindó para esclarecer el primer juego, autocreado, de un varoncito de un año y medio. El desarrollo intelectual del niño en modo alguno era precoz; al año y medio, pronunciaba apenas unas pocas palabras inteligibles y disponía, además, de varios sonidos significativos, comprendidos por quienes lo rodeaban, no lloraba cuando su madre lo abandonaba durante horas, el niño exhibía el hábito, de arrojar lejos de sí, a un rincón o debajo de una cama, etc., todos los pequeños objetos que hallaba a su alcance, en el momento de juntar sus juguetes, profería, con expresión de interés y satisfacción, un fuerte y prolongado «o-o-o-o», que, según el juicio coincidente de la madre y de este observador, no era una interjección, que significa “se fue”

(Sigmun, Freud. Pp. 14)

La interpretación del juego Se entramaba con el gran logro cultural del niño: su renuncia pulsional (renuncia a la satisfacción pulsional), ¿cómo se concilla con el principio de placer que repitiese en calidad de juego esta vivencia penosa para él? Acaso se responderá que jugaba a la partida porque era la condición previa de la gozosa reaparición, la cual contendría el genuino propósito del juego.

(Sigmun, Freud. Pp. 15)

Si lo consideramos sin prevenciones, recibimos la impresión de que el niño convirtió en juego esa vivencia a raíz de otro motivo. En la vivencia

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