Masoquismo
bobyoselinTrabajo25 de Septiembre de 2015
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MASOQUISMO MEDIANTE EL MODELO PSICOANALITICO
El termino masoquismo, como tantos otros acunados por el psicoanálisis o provenientes de otros campos, ha pasado por el proceso de divulgación, generalización, indiscriminacion, malversación, y otros males, hasta llegar a significar todo, o su equivalente, nada. Recorramos el texto de Freud sobre el masoquismo1, donde es enmarcado desde el titulo como un problema. Más específicamente un problema económico, es decir, ni tópico ni dinámico. El masoquismo aparece como un peligro en relación al principio del placer, guardián de la vida, hipótesis con la que comienza y termina el trabajo. Axiomáticamente, Freud necesita defender la teoría del dualismo pulsional, soporte de su conceptualización teórica, acechada permanentemente por esta pasión yoica por la unidad, tentación que habitaba aun a sus dilectos seguidores. Un breve paréntesis, ya que es difícil sortear la pasión tentadora de pretender decirlo todo. Debemos dejar de lado las puntualizaciones alrededor del principio del placer que hace Freud en este texto, pero al menos destacaremos la irrupción de la hipótesis del ritmo. El ritmo es una metáfora musical que nos lleva a los temas de la escansión, el intervalo, lo inconmensurable en los ritmos y al problema del orden temporal de las modificaciones que hacen series. Transita el tema por la via de tres definiciones difíciles de articular entre si en la medida de que no se trata de una clasificación metapsicológica: masoquismo femenino, masoquismo primitivo
erógeno, y masoquismo moral. Al segundo lo señala como fundamento de los otros dos.
Masoquismo femenino
En primer lugar, nos es conocido por las fantasías de sujetos masculinos perversos. Son fantasías al estilo de Pegan a un nirio2, pero con una significativa diferencia. En el texto de 1919 se refiere a sujetos neuróticos -obsesivos o histéricos- mientras que en el de 1924 se trata de las fantasías del sujeto perverso: el goce de una mujer fantaseado por un varón -Lacan insistirá a su tiempo que el masoquismo femenino es un fantasma del deseo masculino. Esto ha tenido su peso en las discusiones sobre la sexualidad femenina. Por ejemplo, en Las formaciones del inconsciente3 Lacan discute con algunas de las conocidas mujeres psicoanalistas, el modo en que se ha psicologizado el complejo de castración. Entendemos que el planteo de este texto freudiano es que el sujeto masculino perverso fantasea el goce femenino como goce masoquista. Freud las llama fantasías femeninas porque alude a colocarse en una posición propia del otro sexo. Si la dialéctica es "falo-castración", la otredad esta siempre en el polo femenino. Se entiende entonces que la pregunta perversa por excelencia sea la pregunta por el goce femenino; clínicamente, si una mujer despliega esta misma fantasía sospecharemos una identificación al varón y no una esencia masoquista de la femineidad.
Masoquismo primitivo erógeno
Se trata de una hipótesis. La libido viene del campo del otro, tropieza en el campo del sujeto con la. pulsión de muerte y, para volverla inofensiva, se orienta hacia afuera, por medio del sistema muscular; en consecuencia, tiene que ver con el cuerpo. El resultado de ese combate entre pulsión de muerte y libido debe coincidir con lo observable: agresividad, sadismo en el acto sexual y masoquismo. Lo que era pulsión de muerte al interior del organismo toma el nombre de "pulsión de destrucción, de apoderamiento o voluntad de poder" a partir del choque con la libido. Esos nombres, no muy fácilmente articulables, parecen estar pensados desde el sadismo. Solo desde una concepción de la destrucción como desagregación, junto a la aprehensión, que implica la división del todo en sus elementos, podemos entender esta contigüidad de términos; concepción analítica que enfatiza la división. Se construye la hipótesis de un masoquismo primitivo, que a su vez abre el problema "interior-exterior". En el campo del dominio muscular se va a formar el yo, superficie corporal, que quedara como exterior. Lo que pervive en el interior es una exterioridad. De ahí la insistencia de Lacan en introducir la topología para abordar el problema "exterior-interior", planteando que en el "objeto
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