Noviazgo No Cristianos
10656108608 de Marzo de 2012
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¿Noviazgo con no cristianos? / Por Félix Ortiz
Hay ciertos temas de pastoral juvenil que necesitan ser tratados a pesar de que resulte incómodo, difícil o incluso comprometido hacerlo. Hemos de llevarlo a cabo porque están ahí, porque son realidades que, tanto si nos gustan, como si no, las tenemos de pleno en nuestras comunidades y las seguiremos teniendo siempre. No hablar de estos temas y no dar una orientación pastoral no va a resolverlos ni hará que dejen de existir, pero si provocará que muchos jóvenes no puedan recibir una luz de orientación en medio de su situación y, tal vez, con la ayuda del Señor encontrar la sabiduría y el coraje para tomar las decisiones adecuadas.
Tal vez, llegados a este punto es preciso que establezca claramente cuál es mi posición doctrinal con respecto al tema. Creo que la Escritura es tajante y meridianamente clara con relación al tema de los matrimonios mixtos, es decir, entre un creyente y una persona no creyente. En 2 Corintios 6: 14, el apóstol Pablo indica: "no os unáis en yugo desigual con los no creyentes" Es cierto, que este pasaje no se refiere de forma específica al matrimonio, sin embargo, no es menos cierto que también se puede incluir el matrimonio en este tipo de relaciones no recomendadas por el apóstol y, así ha sido tradicionalmente interpretado por la iglesia cristiana a través de los siglos.
Si el versículo antes mencionado lo leemos a la luz de otra declaración paulina, en este caso la que hallamos en 1 Corintios 7:39, las cosas quedan mucho más claras. Aquí, el pasaje dice: "Durante la vida de su marido, la mujer está ligada a él; pero si el marido muere, la mujer queda libre para casarse con quien le plazca, siempre que se trate de un matrimonio cristiano" (N.T.I.)
Así ha sido siempre la creencia y, en general, la práctica cristiana, casarse en el Señor, es decir, el matrimonio entre personas que tienen una misma fe, que tienen una relación personal con Jesús y lo aceptan como Señor y Salvador.
Hasta aquí, la unanimidad de la cristiandad es prácticamente total, sin embargo, a partir de este punto comienzan las discrepancias entre los creyentes. Algunos consideran que la recomendación de la Biblia incluye, no sólo el matrimonio, sino todo tipo de relación con personas no cristianas. Por tanto, siguiendo esta postura, la amistad o el explorar la existencia de posibilidades de matrimonio con personas que no pertenezcan a la fe estaría totalmente vedada.
Otros, tienen una aproximación diferente al asunto, consideran que la posibilidad de explorar un posible proyecto común con personas no creyentes sería factible, aunque éste, no podría llevarse a término si la persona no creyente no diera un paso definitivo hacia la fe en Cristo.
Debido a que pueden producirse malentendidos a la hora de leer este artículo, desearía definir los términos que voy a usar a lo largo del mismo. En mi modesta opinión existen tres etapas diferentes: amistad/salir juntos, noviazgo y matrimonio. Es importante definir qué entiendo por cada uno de ellos debido al hecho que la terminología puede variar de un país a otro a pesar de que hablemos la misma lengua.
El matrimonio es tal vez, el más fácil de definir. Se trata de la unión, de por vida, ante Dios y las autoridades civiles de dos personas de distinto sexo. El noviazgo, aunque pueda ser usado de forma diferente en otros lugares, lo describiré como una relación entre dos personas que ya han tomado la decisión de casarse, formar un hogar y desarrollar un proyecto de vida en común.
La amistad/salir juntos, lo quiero definir como ese periodo en que dos personas se conocen y van discerniendo la posibilidad de poder desarrollar un proyecto de vida en común. Durante este periodo, un muchacho y una muchacha van conociendo más en profundidad el carácter, la personalidad, los valores, las prioridades, las metas en la vida del otro y, será este conocimiento el que ha de llevarles a la decisión de la posibilidad o imposibilidad de poder desarrollar ese proyecto común que se llama matrimonio. Hay ocasiones en que el salir juntos desembocará en una ruptura ya que, uno de los dos, será consciente de que un proyecto de este tipo no le conviene o no le satisfaría. En otras ocasiones, el resultado final será el matrimonio, ya que se llegará a conclusiones diferentes a las antes mencionadas.
En mi opinión creo que es legítimo para una persona cristiana tener amistad o salir con personas no cristianas. Sin embargo, considero que el noviazgo y el matrimonio no deberían de estar incluidos en los planes del creyente.
Ahora bien, nada más lejos de mi intención que el entrar en polémica con aquellos hermanos que piensan de forma contraria a la mía y consideran, por tanto, que el creyente no debería ni tan sólo plantearse relaciones de amistad, sea con personas del mismo sexo o del sexo contrario, si estas no pertenecen al ámbito de la fe. Respeto profundamente dicha opinión y considero que estos hermanos tienen el derecho y el deber de vivir conforme a los dictados de su conciencia, sin embargo, creo que merezco el mismo derecho para mi opinión, la cual también considero basada en la honesta comprensión de las Escrituras.
Quisiera finalizar esta introducción volviendo a reafirmar el carácter pastoral de este artículo. No pretendo animar a nadie a salir con una persona no cristiana, es una opción peligrosa como después veremos. Tampoco pretendo justificar a aquellos que han decidido hacerlo. Deseo dar una perspectiva pastoral sobre una realidad que está ahí y no es posible obviar.
I.LOS INCONVENIENTES DE LAS RELACIONES CON PERSONAS NO CRISTIANAS
Mi dilatada experiencia pastoral entre jóvenes me ha permitido poder observar y, también verme involucrado pastoralmente, en muchas relaciones entre muchachos y muchachas creyentes y sus parejas no creyentes. Si he de ser honesto y no faltar a la verdad, he de afirmar que por una de estas relaciones que ha acabado bien, han habido una gran cantidad que han acabado con el total alejamiento de la persona creyente del círculo de la fe y la comunión con los hermanos.
También he de afirmar que todos aquellos que acabaron tan tristemente estaban seguros y convencidos de que a ellos no les iba a suceder, de ninguna de las maneras, una situación de ese tipo. Sin embargo, son muchos los factores involucrados en una relación entre creyentes y no creyentes y, en muchas ocasiones, tienen un efecto sobre la vida del cristiano que éste, no puede predecir ni controlar. Veamos algunos de ellos.
A.Una perspectiva de la vida diferente
En el pasaje antes mencionado Pablo afirma "¿tienen algo en común la luz con las tinieblas?" Los creyentes somos repetidamente llamados en la Biblia hijos de la luz, del mismo modo, los no creyentes son denominados como hijos de las tinieblas, personas, que ellas mismas, viven en tinieblas. El contraste no puede ser más evidente, y esa evidencia se pone de manifiesto de una manera más clara en formas diferentes, cuando no contradictorias de ver y entender la vida.
Hace unos años, la cultura judeocristiana era la base que proporcionaba la perspectiva básica de la vida de nuestros países. Por tanto, muchos de nuestros conciudadanos, a pesar de no ser personas nacidas de nuevo, estaban de acuerdo con muchos de nuestros valores y nuestra cosmovisión. Sin embargo, esto está cambiando de forma drástica y alarmante. Cada vez más, el consenso cultural que proveía el cristianismo está siendo puesto en duda y, en muchas ocasiones, abiertamente atacado, cuestionado y rechazado. Como consecuencia, cada vez hay una distancia mayor entre la forma de ver y entender la vida de cristianos y no cristianos.
De esta manera, salir con una persona no cristiana significa salir con alguien, que con un alto grado de probabilidad, ve la vida de forma diferente de tal y como nosotros la vemos. Los antropólogos afirman que nuestras conductas, la parte más visible de nuestro ser, están directamente marcadas por nuestros valores, y estos, por nuestra perspectiva de la vida o cosmovisión.
Creyentes y no creyentes vemos la vida de una forma muy diferente y no hemos de engañarnos respecto a este punto. Nosotros tenemos una perspectiva eterna de la vida. Creemos que todo no acaba con los pocos o muchos años de existencia que Dios nos conceda. Por eso, vivimos, o deberíamos vivir, el presente a la luz de la eternidad.
Creemos en un Dios personal que por medio de su Palabra nos ha revelado su voluntad y nos pide y, por tanto, espera, que ordenemos nuestra vida personal y, naturalmente, familiar a la luz de su revelación. La perspectiva de una persona no cristiana no está basada en la Palabra de Dios, por lo tanto, tampoco lo estarán sus valores y, finalmente, sus conductas.
Esto es algo mucho más serio de lo que a simple vista pueda parecer. De la misma manera que no es posible mezclar el aceite y el agua, es muy complicado el formar un proyecto de vida en común entre dos personas que tienen perspectivas de la vida diferentes y, en el caso de los no cristianos, abiertamente contrarias a las enseñanzas del Señor.
Un proyecto de vida en común tan sólo podrá llevarse a cabo si uno de los dos renuncia a sus valores y prioridades en beneficio del otro. Desgraciadamente, la experiencia nos demuestra que en la inmensa mayoría de los casos, el cristiano renuncia a los suyos en beneficio de la persona no cristiana.
Durante el noviazgo
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