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Psicoanalisis


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2011  •  464 Palabras (2 Páginas)  •  455 Visitas

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Nombre: Gonzalo

Uno puede enfermar de neurosis por frustración de la satisfacción sexual normal, donde la necesidad se lanza por los caminos anormales de la excitación sexual (flujo colateral). Las mociones perversas aparecen más fuertes de lo que habrían lucido si la satisfacción sexual no hubiera tropezado con ningún impedimento real. En otros casos las perversiones son el modo normal de vida sexual del individuo. Por lo tanto si puede surgir en personas normales, tiene que haber preexistido en ellas de forma latente.

Todas las inclinaciones perversas arraigan en la infancia; los niños tienen la disposición constitucional a ellas. La sexualidad perversa es la sexualidad infantil aumentada y descompuesta en sus mociones singulares.

Al igual que el hambre, la libido está destinada a nombrar la fuerza en la cual se exterioriza la pulsión, pero en este caso la sexual (en el caso del hambre la nutrición). Las primeras mociones sexuales del lactante se apuntalan en las funciones de autoconservación. Luego quiere repetir la acción de recepción de alimento sin pedir que se le vuelva a dar, ya que no está bajo la pulsión de hambre, sino que chupetea porque en sí le da satisfacción. Aprende a separarlo de la condición de alimento, y solo queda su ganancia de placer. La excitación de la boca es la zona erógena, y responsable del placer sexual alcanzado. El mamar el pecho satisface las dos grandes necesidades vitales; es el punto de partida de toda vida sexual, el modelo inalcanzado de toda satisfacción sexual posterior. El pecho es el primer objeto de la pulsión sexual, importante para todo hallazgo posterior de objeto. Pero es resignado y sustituido por una parte de su propio cuerpo, y en las exploraciones de su propio cuerpo descubre sus zonas genitales excitables, con lo cual halla el camino del chupeteo al onanismo. Los dos caracteres de la sexualidad infantil son la apuntalación en la satisfacción de las grandes necesidades orgánicas y el carácter autoerótico, busca y encuentra sus objetos en el cuerpo propio. Lo mismo sucede con la excreción. Pero el mundo exterior se le aparece como un poder inhibidor de sus aspiraciones de placer, ya que debe expeler sus excrementos cuando los otros lo determinan. Se le declara que todo lo relacionado a la función es indecente. Por primera vez debe intercambiar placer por dignidad social. Sus heces las aprecia y le es difícil separarse, y son el primer regalo para aquellas personas a quienes quiere. Translada con el tiempo esa estima al regalo y al dinero.

La vida sexual del niño es perversa, porque le falta lo que convierte a la sexualidad en la función de la reproducción, al igual que en la perversión. La práctica sexual perversa ha renunciado a la reproducción y persigue la ganancia de placer como meta autónoma.

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