Psicoanalisis
xxjuanxxx6 de Junio de 2013
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El deseo en el psicoanálisis.
Freud en toda su obra nos habla del deseo, ya sea de forma implícita o explícita, ya que siempre está presente como conformador del motor de lo psíquico, como estructurante del aparato psíquico, como fuerza impulsora adquiere tal magnitud que logra hasta las más grandes obras de arte, mediante la sublimación de la pulsión que se puede caracterizar como la heredera del deseo, como portadora de la carga psíquica que conlleva el deseo.
El aparato psíquico está regido por el principio de placer, busca siempre la descarga inmediata hacia la satisfacción, satisfacción debidamente aplazada por medio de la represión.
El deseo, en tanto punto de partida del aparato psíquico, sufre en el mejor de los casos la represión, y léase con claridad: en el mejor de los casos. La represión que cae sobre esas tendencias a la satisfacción directa y sin rodeo de nuestro deseo, tendencias que deben ser reprimidas para poder entrar en la cultura. Ahora bien ¿cómo surge el deseo?
En la mayoría de los discursos de los médicos, biólogos u hombres de ciencia se tiende a hablar del instinto o de los genes como expresión moderna de la información que heredamos según la especie a la que pertenecemos.
Lo que Freud logró ver es que el ser humano, hablando del estudio del alma, no trae nada consigo de donde vino, sino más bien lo construye desde los primeros momentos de nacido.
Pero ¿cómo podemos pensar al deseo en el psicoanálisis? Freud nos da pistas, habida cuenta que:
el deseo es la falta de algo,
de algo que una vez se tuvo y no se podrá tener de nuevo
y eso que se tuvo fue el máximo placer del sujeto,
un placer que es análogo al placer sexual.
El deseo es una moción psíquica que quiere reinvestir la percepción (o la representación?) del objeto enlazado con la satisfacción y la necesidad.
Placer que luego tiene que ser contenido por la represión mediante los tres diques anímicos que se van estableciendo en el posterior desarrollo, a saber: el asco, el sentimiento de vergüenza, los reclamos en los ideales estéticos y lo moral.
Ahora bien ¿porqué pensar al deseo como sexual? Se puede derivar de una frase bastante reduccionista pero que puede abrir el panorama al debate lo sexual es el único campo ligado a la necesidad biológica que se puede reprimir. Haciendo una aclaración: entendiendo como necesidad básica aquellas que se necesitan para sobrevivir pero que se vinculan también al deseo. Como ya mencionamos, en psicoanálisis, se acentúa la construcción, la constitución, hasta de lo que el discurso biologicista llama necesidades básicas, nada está hecho por que sí. El deseo se puede pensar, entonces, también como la moción psíquica que parte del displacer y que intenta por todos los medios de llegar al placer.
Ahora bien, me interesa mencionar también la crítica que realiza Gilles Deleuze y Guattari acerca de entender al deseo no como una carencia sino como posibilidad de creación: “El deseo como carencia es un concepto idealista, en realidad de raigambre platónica”; lo piensan como trascendente a toda construcción social, que lo social no se puede engendrar sin el deseo y viceversa en una relación dialéctica. Algo parecido podemos encontrar en la obra de Pichón Riviere donde nos habla de la relación dialéctica de necesidad y satisfacción donde emerge y se configura el sujeto en tanto transformador de la naturaleza y creador de lo social. Volviendo al punto de Deleuze, y también sería una crítica (o mejor dicho una observación) a Freud, es el hecho que se puede pensar al deseo como lo hace Deleuze pero sin caer en el error de no considerar la carencia como parte fundante y fundamental del deseo. El deseo efectivamente es potencia creativa, contiene el poder para engendrar el objeto; eso es efectivamente
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