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Psicologia


Enviado por   •  28 de Mayo de 2013  •  554 Palabras (3 Páginas)  •  220 Visitas

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ODAVÍA no nace un mexicano, y ya empieza la discusión de los sexos. ¿Qué quieren,niño o niña?Es claro que el papá lo prefiere hombre. Sobre todo si es el primogénito y aun cuandofuera el undécimo. Con un hijo varón, el papá demuestra no sólo a familiares y amigos,sino también al pueblo en general, la superioridad del sexo masculino, lo muy hombreque es él y, si se quiere, lo muy macho, cuando pudo traer al mundo nada menos que a unhombre. Valentía, arrojo, dominio, fuerza, trabajo fecundo y creador.Con un hijo varón el papá asegura la continuidad del apellido, la procesión de la sangre,el orgullo de las dinastías, este humilde y sutil racismo paterno que lo inclina a preferir un niño, porque un júnior es un júnior.Con un hijo varón el papá se mira repetido como la voz y el eco; igual sexo, igualnombre, igual raza de bronce; su futuro ayudante en el trabajo, socio de su negocito,albacea universal de bienes y deudas, futurible sostén de la madre, celoso guardián de sushermanas para cuando el tiempo encoja.La madre, resignada de siglos, por sí o por no prepara dos canastillas, la azul y la rosa, ladel niño y la de la niña, que al fin y al cabo la que no use ahora se usará después, alsiguiente parto, que habrá de venir seguramente con el tiempo y un ganchito. Otrasmamas, mucho más funcionales, preparan solamente un ropón blanco que sirva para loque venga, no por superficial acatamiento a la neutra moda del unisex, sino por hondaaceptación a la voluntad divina. Lo que Dios manda, todo es bueno. Y Dios nunca seequivoca.Los hijos de este honrado matrimonio también toman partido a su manera. Opinan ydeciden casi como personas mayores. Pues si los niños mexicanos de ayer no sabíancómo nacen sus hermanitos, los niños de hoy saben hasta cómo no nacen. Cosas que traeaparejadas el progreso.Durante los nueve meses de rigor, las señoras que están de encargo o en estado —aunque bien a bien no saben de qué estado se trata, y que no es otro que el estado de buenaesperanza como antaño se decía—, las señoras, digo, aprovechan estos nueve meses para platicar con cuanta mujer se topan, conocida o desconocida, da lo mismo, del trancey el apuro en que se encuentran. Reciben recomendaciones de las tías, consejos de lasexperimentadas, recetas y medicamentos a porrillo de cuanta vecina están rodeadas. Perocargadas como andan de hijos y de drogas, a las pobres no les queda más remedio queseguir trabajando, tan voluminosas y delicadas como están, hasta media hora antes delsuceso, en que arreglan su maleta y, encomendadas a Dios, se van al hospital a aliviarse.La única enfermedad en México de que infaliblemente se cura la mujer.Otras futuras madres, menos subdesarrolladas, no van a aliviarse a la clínica sin antes ha- ber festejado en casa un "baby shower", que los periodistas de la página de socialestraducen por chubasco y que, a su vez, el diccionario de la lengua define como chaparróno aguacero con mucho

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