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Psicología Social

roschuris9 de Mayo de 2013

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Dentro de las alteraciones que más afectan e invalidan o incapacitan al hombre se encuentran aquellas que lo aíslan de su entorno impidiendo su vida de relación: verdadera tragedia, sobretodo cuando se trata de la pérdida de la función cognoscitiva más elevada y diferenciada que es el lenguaje, alterándose tanto la expresión como la compresión, síndrome conocido en medicina como “Afasia”, con todas las variables que se presentan dependiendo entre otros factores del sitio de lesión cerebral.

A veces resulta difícil de comprender que dentro del área médica o en Unidades Hospitalarias este problema en ocasiones sea mal comprendido y, por lo tanto, mal atendido. Por esto, la razón de este manual es el contribuir para su mejor manejo, sin que con ello se pretenda cubrir todos los aspectos que el lector deberá de revisar en la vasta literatura que se publica día con día.

En las publicaciones que realiza el Instituto de la Comunicación Humana con objeto de mantener informado al lector inte-resado en diversos tópicos, se han realizado varios manuales de Medicina de la Comunicación Humana y en esta oportunidad se presenta en forma breve, clara, y actualizada una revisión de los problemas del lenguaje, fundamentalmente los de con-ceptos clínicos de las afasias. Partiendo de las bases históricas que incluyen cómo los egipcios identificaron y correlacionaron las lesiones en la cabeza que alteraban el lenguaje, hasta los primeros estudios sistematizados del siglo XIX hasta los albores del tercer milenio.

La clasificación se ciñe básicamente a los conceptos lurianos que siguen estando tan vigentes en este problema, aunados a las propuestas clásicas de Lichteim y Wernicke que funda-mentan la clasificación de Boston.

La Etiología y Epidemiología del problema se aborda en forma sucinta, dando énfasis desde luego a los problemas más frecuentes como lo son las lesiones secundarias a enferme-dades cerebrovasculares y en esta época, en especial, a traumatismos craneoencefálicos, vinculados a accidentes automovilísticos y hechos violentos que hacen más frecuente la participación de jóvenes en etapas de entrenamiento y producción con un costo social muy elevado. Se señala la preponderancia en el género masculino 3 a 1, sin observar alguna diferencia entre hispanos y caucásicos. Se analizan la hipertensión arterial, el tabaquismo y enfermedades subya-centes como la diabetes mellitus y las cardiopatías como factores precipitantes. Se ilustran casos de afasia frontal dinámica, afasia motora eferente (clásicamente de Broca), afasia acústico-agnósica (Wernicke), afasia acústico amnésica, afasia anómica-semántica, cuidando también de revisar las disparidades que se observan entre las manifestaciones afásicas y el “sitio de lesión esperado”, que tantos errores topográficos nos hacen cometer.

Finalmente se lista la bibliografía recomendada que puede ser de gran utilidad para especialistas en formación: médicos en comunicación humana, neurólogos, neurocirujanos, psiquiatras, psicólogos, terapeutas del lenguaje y rehabilitadores físicos; en fin, para aquellos que deseen conocer a mayor profundidad los problemas que afectan el lenguaje humano.

Índice

Agradecimientos ______________________________ 7

Presentación __________________________________ 9

I Antecedentes Históricos ____________________ 15

II Clasificación de las Afasias __________________ 33

III Etiología de las Afasias ______________________ 49

IV Traumatismos Craneoencefálicos ___________ 57

V Análisis de Casos Clínicos ____________________ 63

Bibliografía ____________________________________ 81

Capítulo I

Antecedentes Históricos

Desde la antigüedad, de alguna forma se había identificado la relación entre alteraciones del lenguaje y lesiones craneales. Si bien no se sistematizaron dichas observaciones; se menciona por ejemplo que los egipcios entre los años 3000 y 3500, identificaron lesiones en la cabeza que producían problemas del lenguaje, como se documenta en los papiros de Breasted(7). Como se sabe, durante un largo periodo el conocimiento estuvo sujeto a restricciones de orden filosófico y religioso, en especial el referente a funciones mentales.

Hasta el siglo XVIII se consideraba que los problemas del lenguaje se debían a una incapacidad para recordar palabras y que, por lo tanto, pertenecían a los problemas de memoria (6). Ya desde la Historia Natural de Plinio el viejo se situaba a la anomia, la alexia y la agraria en el apartado de la memoria.

Otra interpretación frecuente de los problemas del lenguaje era que se debían a una parálisis lingual. Johan Schenck von Grafenberg (1530-1598) señalaba que los problemas de lenguaje no se debían a parálisis lingual, sino a alteraciones de la memoria. Crichtley señala que Chanet (1649) informó que un paciente había “olvidado” todas las palabras y letras del alfabeto, aunque era capaz de copiarlas.

Benton y Joynt mencionan que la obra de Gesner (1769), quien probablemente fue uno de los primeros en indicar que la pérdida del lenguaje no era resultado ni de parálisis lingual, ni de un problema de memoria, sino de un problema en la asociación de imágenes con símbolos verbales, de alguna manera se adelantó a la corriente asociacionista de la neurología del siglo XIX (7).

La historia de la afasiología como tal se inició durante el siglo XIX. En los primeros años del siglo XIX, Franz Joseph Gall (1758-1828) fue expulsado de Viena y repudiado por la iglesia católica por sus ideas materialistas, que se oponían a los preceptos que asumían que el pensamiento y el lenguaje representaban aspectos de una categoría espiritual insustancial.

Se considera que sus observaciones marcaron el inicio de la división entre localizacionistas y antilocalizacionistas. La corriente localizacionista considera que a cada función cerebral le corresponde un sitio anatómico específico invariable. Si bien esto puede aplicarse a algunas funciones neurales; en el caso de procesos más complejos como, por ejemplo la atención, memoria, lenguaje, no puede hablarse de lugares en el sistema nervioso dedicados exclusiva y rígida-mente a tales funciones.

A mediados del siglo pasado se produjo un gran interés por asignar lugares en el cerebro a funciones neurales, entre ellas, las funciones cognoscitivas.

Un representante de esta corriente fue Bouillard (1796-1881), quien la apoyó con algunas observaciones clínicas. Por otra parte, se encontraba el grupo de los antilocalizacionistas o “universalistas” como Fluorens (1824) y Gratiolet (1861), quienes partían del postulado de la supuesta equipotencialidad de la corteza cerebral.

Gall era un gran neuroanatomista; Bailey y Bonin (1957) señalan que las conclusiones de Gall son notables porque, antes de él, se decía que el cerebro era un órgano glandular, sin embargo, desgraciadamente se le recuerda más por sus divagaciones de la frenología. Al pensar Gall que el cerebro imponía al cráneo su forma, por ejemplo, localizaba el lenguaje en los lóbulos anteriores, porque pensaba que el desarrollo de la región orbitaria producía la prominencia de los ojos que el observaba en los alumnos destacados en oratoria (4).

Marie, en 1906, menciona que entre los admiradores de Gall se encontraba Bouillard. Influido por Gall y las autopsias que el mismo había practicado, localizó al lenguaje en los lóbulos frontales, delante de la cisura de Rolando.

En 1836, Marc Dax, partidario de la corriente localizacionista, presentó un trabajo con 40 casos de pacientes que habían sufrido pérdida del lenguaje posterior a lesiones locales del hemisferio izquierdo. La conferencia no hizo eco y fue 30 años después que su hijo la publicó en una revista médica de escasa difusión.

Entre 1861 y 1865, Broca comunica 10 observaciones anato-moclínicas. Con Broca se inició la exploración sistemática de la afasia. Después de largas observaciones, el 21 de marzo de 1861, Pierre Paul Broca dio una conferencia en la sociedad antropológica sobre la localización cerebral. Rechazaba las ideas de la frenología de Gall, aunque no desechaba el principio de la localización de funciones. Ese año, en agosto y noviem-bre, Broca publicó en el boletín de la sociedad de anatomía de París, los informes de dos autopsias de pacientes que sirvieron para establecer la teoría de la localización del lenguaje articulado en la tercera circunvolución frontal.

Broca llamó “afemia" a la pérdida de lenguaje que había encontrado. La definió como la pérdida del lenguaje articulado en ausencia de parálisis de la lengua, dificultades en la comprensión o pérdida de la inteligencia.

Su primer paciente, Leborgne, desde joven era epiléptico, a los 30 años perdió el lenguaje expresivo y continuó progresiva-mente con síntomas neurológicos, hasta que murió a los 51 años. Broca afirmaba que cuando perdió el lenguaje, no había alteraciones de la comprensión ni de la inteligencia. Su cerebro no se disecó, permanece intacto en el museo Dupuytren; Broca informó que ambos hemisferios estaban atrofiados y que ninguna parte del izquierdo estaba completamente intacta, se reportó un reblandecimiento de las circunvoluciones primera y segunda frontal, la ínsula, la primera y segunda circunvo-luciones temporales. Broca llegó a la conclusión

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