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Relacion Medico Paciente


Enviado por   •  5 de Junio de 2015  •  44.130 Palabras (177 Páginas)  •  182 Visitas

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REACCIONES PSICOLÓGICAS EN EL PACIENTE PEDIÁTRICO

I. LA ENFERMEDAD EN EL NIÑO

No es novedad concebir al ser humano como una unidad biopsicosocial, sin embargo, es necesario reflexionar sobre la congruencia de la atención de los sistemas de salud con este concepto. En la práctica diaria los profesionales al cuidado de la salud se enfrentan a seres humanos con ciertos padecimientos, mismos que se manifiestan orgánicamente y son tratados de la misma manera, no obstante existen fenómenos antes, durante y después de la enfermedad que están mediando dicho proceso (tales como: el estilo de vida, el afrontamiento a la enfermedad, estrés, depresión, redes sociales de apoyo, etc.) y que dependen en gran medida de aspectos psicológicos y sociales, dando como resultado un complejo interactivo entre fenómenos orgánicos y psicológicos. La calidad de vida ha sido y es objeto de estudio del conocimiento científico psicológico, en virtud de que se asocia con algunos factores del funcionamiento humano que son eminentemente psicológicos[1].

Las reacciones psicológicas de los pacientes pediátricos están influidas por aspectos como el tipo y la gravedad de la enfermedad, la edad del niño, las habilidades de afrontamiento que haya desarrollado o aprendido, la edad y frecuencia con la que ha tenido contacto con los ambientes médico-hospitalarios, su escuela, sus compañeros, la reacción y el apoyo familiar. Los aspectos psicológicos generales son la depresión y el estrés como los más comunes y los que generalmente se sobreponen a otros síntomas[2]. Dicha problemática demanda la intervención integral de un equipo multidisciplinario que provea a los niños las herramientas para adaptarse a esta nueva condición de vida, fomentando la creación de programas multidisciplinarios para la atención integral de los pacientes pediátricos crónicamente enfermos.

La enfermedad en el niño o la niña constituye un hecho innovador frente a la rutina de lo cotidiano, un acontecer que pone a prueba lo que hasta ese momento le era al niño familiar y entrañable, incluido su propio cuerpo, una crisis, en fin, que le hace sufrir, independientemente de que en el futuro pueda o no afectarle.

En todo caso, la enfermedad constituye para el niño o la niña el encontrarse con una experiencia personal innovadora. En un encuentro como ése forzosamente han de hacerse patentes sus propios límites. Entre los límites acuñados por la enfermedad, el niño se encuentra con la posibilidad o no de continuar realizando un determinado proyecto biográfico (el de su aprendizaje, las relaciones con sus compañeros, etc.), así como una restricción de las naturales disponibilidades para valerse por sí mismo, suscitando la dependencia, la soledad, la ansiedad, el aislamiento, en una palabra, las manifestaciones explícitas que se derivan de la limitación de la libertad y de la autonomía personales que aquella le impone. El niño o la niña sufren además algo negativo y sobreañadido, el dolor, con el que no contaban y para el cual no disponen muchas veces de ninguna experiencia previa.

Nada de particular tiene que con todo eso el niño enfermo termine por cuestionarse acerca de sí mismo, al mismo tiempo que problematiza y se preocupa de su cuidado. Es muy posible que a raíz de este padecimiento y de su ingreso en el centro hospitalario cambie sus motivaciones y modifique sus valores, alterando el significado de los estímulos a los que está expuesto. Por consiguiente, la alteración de los comportamientos, hábitos y el ritmo de vida del niño a causa de la enfermedad suscitan cambio en el comportamiento importantes que, por su intensidad, pueden considerarse patológicos y con suficiente potencia como para generar conductas inadaptadas en el futuro. Se enumeran a continuación, algunos de esos rasgos: ansiedad, estrés, depresión, dificultades para el contacto social, trastornos de crecimiento, problemas nutricionales, trastornos del sueño, dificultades en la interacción con el personal sanitario, problemas para la adherencia al tratamiento que se le recomienda seguir, etc[3].

Del mismo modo, la mayoría de los niños y niñas que ingresan en un hospital están escolarizados. La escuela, junto con la familia, constituye el medio natural donde ellos se desenvuelven. Y la escolarización es la tarea primordial a desarrollar como medio específico de formación, desarrollo y socialización. A primera vista, la idea que surge es de desconexión, separación de su ambiente de convivencia cotidiana, paréntesis en la formación educativa, en definitiva, nos asalta ineludiblemente la imagen de un niño o una niña convaleciente en una cama esperando, sin más, a que su salud le permita reorganizar su vida en todos los aspectos.

La suspensión temporal de la escolaridad a causa del ingreso hospitalario supone la alteración en el ritmo de aprendizaje, lo que, probablemente, tendrá numerosas repercusiones a corto y largo plazo, que tal vez se agraven en algunos de los casos a consecuencia de las secuelas de la enfermedad que el pequeño padece y por los efectos secundarios de los tratamientos y de su impacto sobre sus capacidades de aprendizaje[4].

Por otra parte, la enfermedad infantil, sobre todo si es crónica o grave, actúa en los miembros de su familia como una agresión. Los padres del niño enfermo por lo general sufren tanto o más que él, sólo que en una forma distinta. La exposición de los padres a la enfermedad de un hijo o una hija en algunos casos ha ocasionado en ellos la presencia de perturbaciones emocionales con las que no se contaba, es el caso, por ejemplo, de las frecuentes crisis de ansiedad y/o de trastornos depresivos.

La enfermedad del niño tiene también un impacto significativo sobre los hermanos y hermanas, quienes experimentan un aumento del nivel de estrés al tener que realizar un mayor número de tareas en el hogar y recibir una menor atención por parte de sus padres. Pueden aparecer así conflictos en sus relaciones con el hermano enfermo, lo que suele conducir a una serie de problemas conductuales, emocionales y sociales1. Estas posibles respuestas problemáticas son a su vez una importante fuente de estrés para los padres.

En las líneas que siguen se tratará de analizar el impacto de la enfermedad del niño o la niña en los padres y en los hermanos, además de valorar la presencia de los padres en el hospital como agentes generadores de seguridad en el niño o niña, y algunas alternativas educativas y/o soluciones dirigidas a paliar las influencias negativas generadas por la situación de enfermedad.

II. REACCIÓNES PSICOLÓGICAS EN EL PACIENTE PEDIATRICO

El estado de salud, es algo más que un estado equivalente a la ausencia de

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