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Tradición desde la época prehispánica

yethzamin10 de Noviembre de 2013

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Tradición desde la época prehispánica

Historiador de la ciudad y ex cronista de la misma, Juan Toscano explica que los altares de difunto son un tradición que se llevaba a cabo desde la época prehispánica. Tras la llegada de los españoles y la evangelización a la que sometieron a los indígenas luego de La Conquista, “hubo un sincretismo entre la cultura cristiana y la cultura prehispánica y entonces los altares que hacían las culturas indígenas se cristianizan de alguna forma con la enseñanza cristiana”. En los altares indígenas van apareciendo elementos de origen cristiano que son fortalecidos por los mestizos.

Resalta que un altar indígena es un altar que cuenta con nueve escalones, los nueve escalones del inframundo. Los altares de muertos de género cristiano tienen tres. “Ha habido una transculturización y los elementos que se ponen en los altares llegan a convertirse pero mantienen una sola esencia. En todos vamos a encontrar alimentos y diferentes adornos florales, vamos a encontrar velas… Tanto en los altares indígenas como en los altares mestizos, la idea y el concepto es la misma: es un estar preparado para el regreso en ese día de las almas de los difuntos”.

Afirma que el altar también es el contexto lateral, lo que hay alrededor: “Hay un camino que se hace de ceniza para que el difunto pueda entrar a recoger sus pasos y a identificar el altar que le toca. Es toda una cosmogonía muy interesante”.

Para Toscano, los altares públicos, los que se hacen en museos y edificios públicos, son ideas nuevas, que nacieron hace unos 30 años. Dicha actividad funge como identificador de la nacionalidad mexicana, “se convirtió en un espectáculo público”.

Refiere que en Guadalajara no se van a encontrar altares de muerto de índole espiritual, ya que es una cultura criolla, y las zonas de la ciudad en donde hubo cultura indígena son Mezquitán y San Andrés.

Blanca Azucena García vende pequeños altares en el tianguis que se pone en una de las aceras del Parque Morelos previo al Día de Muertos. Blanca dice que ya no se gana como antes. Hace unos cinco años, su familia, que tiene 30 años dedicándose al negocio, registró las primeras bajas en las ventas.

Anteriormente se vendían las muñecas y los alimentos miniatura que acompañan los pequeños altares. Eso ha cambiado, pues ahora los compradores prefieren cosas de Halloween. Blanca Azucena vende máscaras, arañas, dulces, trajes y “cosas que ni siquiera son del Día de Muertos”. Lo mismo hizo su mamá, sus dos tías, su abuelo y su marido, quienes también pueblan el espacio dispuesto para la vendimia de los comerciantes.

Olga Olvera, de 25 años de edad, compra papel picado. En su hogar honran la memoria de abuelos, tíos y amigos. Tiene 10 años haciéndolo. Les pone flores, frijoles, café, cigarros, carnitas, tequila y el agua, que no debe faltar, pues es algo que los muertos necesitan tras el cansancio que supone llegar a su casa ubicada en las cercanías de la estación del Tren Ligero Isla Raza.

Un día tenebroso

El origen del Halloween se remonta al calendario celta. Hace miles de años las tribus celtas dividían el año en una mitad luminosa y una mitad oscura. El Samhain, su antigua celebración -precursora del Halloween-, representa el comienzo de la mitad oscura. El paso de la luz a la oscuridad. Era el momento para saber qué alimentos y ganado contaban para el invierno.

Fueron los inmigrantes irlandeses quienes en 1840 transmitieron parte de la tradición a Norteamérica. Actualmente Estados Unidos es uno de los países que más practican esta festividad.

En México el Halloween es festejado por jóvenes y niños. Aunque se le acusa de ser un festejo que no compagina con las tradiciones de los mexicanos como el Día de Muertos, disfrazarse y pedir

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