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ORACIÓN POR LOS SACERDOTES

pbrojjaoTrabajo23 de Agosto de 2018

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ORACIÓN POR LOS SACERDOTES

Señor Jesús, presente en el Santísimo Sacramento,

que quisiste perpetuarte entre nosotros

por medio de tus Sacerdotes,

haz que sus palabras sean sólo las tuyas,

que sus gestos sean los tuyos,

que su vida sea fiel reflejo de la tuya.

Que ellos sean los hombres que hablen a Dios de los hombres y hablen a los hombres de Dios.

Que no tengan miedo al servicio,

sirviendo a la Iglesia como Ella quiere ser servida.

Que sean hombres, testigos del eterno en nuestro tiempo,

caminando por las sendas de la historia con tu mismo paso y haciendo el bien a todos.

Que sean fieles a sus compromisos,

celosos de su vocación y de su entrega,

claros espejos de la propia identidad

y que vivan con la alegría del don recibido.

Te lo pido por tu Madre Santa María:

Ella que estuvo presente en tu vida

estará siempre presente en la vida de tus sacerdotes.

Amén


HORA SANTA SACERDOTAL

Exposición del Santísimo

Canto Eucarístico:

“Altísimo Señor”

Estación: 

Padre Nuestro, Ave María y Gloria (3 veces)

ORACIÓN AL SANTÍSIMO AL INICIAR LA HORA  SANTA

No me mueve, mi Dios, para quererte

El cielo que me tienes prometido;

Ni me mueve el infierno tan temido

Para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte

Clavado en una cruz y escarnecido;

Muéveme el ver tu cuerpo tan herido;

Muéveme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, de tal manera,

Que aunque no hubiera cielo yo te amara

Y aunque no hubiera infierno te temiera.

No me tienes que dar por que te quiera;

Pues aunque lo que espero no esperará,

Lo mismo que te quiero te quisiera.


ALABANZA A DIOS PADRE POR EL DON DEL SACERDOCIO

Lector

Todos

Padre Santo, te agradecemos el don de la vida y de la fe que nos has concedido.

Bendito seas por siempre Señor.

Padre Santo, te agradecemos tu infinito amor al enviamos a tu Hijo Jesucristo, que se hizo hombre como nosotros, murió y resucitó para salvamos.

Bendito seas por siempre Señor.

Padre Santo, gracias porque por medio de tu Hijo instituiste la Santa Eucaristía y el Sagrado Mandamiento del Amor.

Bendito seas por siempre Señor.

Padre Santo, gracias por entregamos en tu Hijo Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, el Sagrado Orden del Sacerdocio

Bendito seas por siempre Señor.

Gracias Padre porque enviaste a tu Hijo y sigues enviando a tus sacerdotes para que den fruto abundante que permanezca

Bendito seas por siempre Señor.

Gracias Jesús por haber instituido la Iglesia, fundada en las rocas de los apóstoles.

Bendito seas por siempre Señor.

Gracias Jesús por ofrecer el Don del Sacerdocio a los hombres pecadores, para que sea ofrecido al pueblo de Dios.

Bendito seas por siempre Señor.

Gracias Jesús porque has llamado a los que tú has querido para que sean sacerdotes y los has convertido en «OTROS CRISTOS».

Bendito seas por siempre Señor.

Gracias Jesús, porque el sacerdote ministro es signo del buen pastor que participa de modo especial de tu ser sacerdotal

Bendito seas por siempre Señor.

Gracias Jesús, porque el sacerdote prolonga tu obra de salvación con la predicación del Evangelio, con la celebración de los sacramentos y con sus actitudes de bondad y servicio

Bendito seas por siempre Señor.

Gracias Espíritu Santo, por consagrar con tu poder a los sacerdotes el día de la ordenación, cuando el Obispo impone las manos sobre los ministros

Bendito seas por siempre Señor.

Gracias Espíritu Santo, porque siempre estás en comunión con el sacerdote cuando celebra la liturgia, sobre todo en la Eucaristía y en los demás sacramentos.

Bendito seas por siempre Señor.

Gracias Espíritu Santo, porque con tu gracia el sacerdote puede guiar a la comunidad cristiana que se le ha encomendado.

Bendito seas por siempre Señor.

Gracias Espíritu Santo, porque ayudas y sostienes al sacerdote en su conversión diaria, para que pueda servir mejor a sus hermanos

Bendito seas por siempre Señor.

Gracias Espíritu Santo, porque impulsas a los sacerdotes a vivir el amor, para que se vayan configurando con Cristo Buen Pastor.

Bendito seas por siempre Señor.

Canto Eucarístico:

«Bendito, Bendito, Bendito sea Dios».

Estación: 

Padre Nuestro, Ave María y Gloria (3 veces)


LECTURA DE LA CARTA A LOS HEBREOS

“Todo sumo sacerdote, es elegido entre los hombres y nombrados su representante ante Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Puede ser indulgente con ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a la debilidad humana, y a causa de ella tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, lo mismo que por los del pueblo. Y nadie puede tomar tal dignidad para sí mismo si no es llamado por Dios, como Aarón.

Del mismo modo Cristo no se atribuyó el honor de ser sumo sacerdote, sino que lo recibió del que le dijo: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy; y en otro pasaje: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.

Durante su vida mortal dirigió peticiones y súplicas, con clamores y lágrimas, al que podía libarlo de la muerte, y por esa cautela fue escuchado. Y aunque era Hijo de Dios, aprendió sufriendo lo que es obedecer, así alcanzó la perfección y llegó a ser para cuantos le obedecen causa de salvación eterna , y Dios lo proclamó sumo sacerdote según el orden de Melqisedec.”  (Heb 5,1-10)

Palabra de Dios.

MOMENTO DE MEDITACIÓN PERSONAL EN SILENCIO


PEDIMOS POR LA SANTIFICACIÓN DE LOS SACERDOTES

Padre Bueno, Padre Santo, Padre de Nuestro Señor Jesucristo en esta Hora Santa Sacerdotal queremos pedirte de una manera muy especial por la santificación de nuestros sacerdotes.

Lector

Todos

Para que fijos sus ojos de su mente y de su corazón en Cristo, no dejen de reconocerlo como el único Salvador de su vida.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que no olviden el momento en sus vidas en que se encontraron con el Rostro de Cristo, aquel día, aquel instante, en que su amor hirió de tal manera su corazón, que no pudieron menos que pedir permanecer  incesantemente en su presencia

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que contemplando el misterio de la encarnación del Verbo, origen y realidad íntima de esta compañía que es la Iglesia, no dejen contemplar de nuevo la perfecta y fascinante humanidad de Jesucristo, vivo y operante ahora, que él ilumine y colme ese abismo de necesidad que es su propia humanidad.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que con la certeza de la esperanza encontrada, y con la seguridad de su Misericordia, que no tiene límites, valoren el perdón que en muchas ocasiones ellos mismos no logran descubrir en sus vidas.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que durante su ministerio sacerdotal siempre recuerden la prioridad de la oración con respecto a la acción, en cuanto que de ella depende la eficacia del obrar.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que no olviden que de la relación personal de cada uno con el Señor Jesús depende en gran medida la misión de la Iglesia. Misión que debe alimentarse con la oración.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que no se cansen de acudir a su Misericordia, de dejarle mirar y curar las llagas dolorosas del  pecado para asombrarse ante el milagro renovado de la propia humanidad redimida, sólo así, podrán ser sus instrumentos para abrazar, de un modo siempre nuevo, a la humanidad herida.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que no olviden que son presbíteros por el sacramento del Orden, el acto más elevado de la Misericordia de Dios y a la vez de su predilección.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que contemplen la dimensión más auténtica de su sacerdocio que es la mendicidad: la petición sencilla y continua;  que se aprende en la oración silenciosa, que siempre ha caracterizado la vida de los santos y que hay que pedirla con insistencia.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que vivan en conciencia de que la relación con Cristo se ve sometida diariamente a la purificación de la prueba y que no se puede vivir un solo instante en su presencia sin el dulce anhelo de reconocerlo, conocerlo y adherirse más a él.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que no cedan a la tentación de mirar su ministerio nuestro sacerdotal como una carga inevitable e indelegable, ya asumida, que se puede cumplir «mecánicamente».  Que cada día comprendan de nuevo este drama que también nos afecta a nosotros y que son ministros que actúan in persona Christi capitis.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que comprendan que la única medida adecuada, ante su santa vocación, es la radicalidad. Esta entrega total, con plena conciencia de que la fidelidad, sólo puede llevarse a cabo como una decisión renovada y orante que Cristo realiza día tras día.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que el don del celibato sacerdotal sea acogido y vivido en esta dimensión de radicalidad y de plena configuración con Cristo.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que permanezcan fieles a la celebración diaria de la santísima Eucaristía, no sólo para cumplir un compromiso pastoral o una exigencia de la comunidad que les ha sido encomendada, sino

Padre, santifica a tus sacerdotes.

por la absoluta necesidad personal y como la única razón adecuada a una existencia presbiteral plena.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que no dejen de contemplar y dejarse engendrar por Cristo en la adoración eucarística diaria, y el «Stabat» de María, «Mujer eucarística».

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que puedan ver que el pueblo que les ha sido encomendado es el camino imprescindible para su santidad.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que la medida de  su entrega, siga siendo la totalidad. «Cinco panes y dos peces» no son mucho; sí, pero son todo. La gracia de Dios convierte la poquedad en la Comunión que sacia al pueblo

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que de esta «entrega total» participen de modo especial los sacerdotes ancianos o enfermos, los cuales, diariamente, desempeñan el ministerio divino uniéndose a la pasión de Cristo y ofreciendo su existencia presbiteral por el verdadero bien de la Iglesia y la salvación de las almas.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que estén ciertos que el fundamento imprescindible de toda la vida sacerdotal sigue siendo la santa Madre de Dios.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que María santísima los lleve de nuevo, como hizo con san Juan bajo la cruz de su Hijo y Señor nuestro, a contemplar con ella el Amor infinito de Dios.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

Para que pueda contar cada uno de nuestros sacerdotes con el acompañamiento de una maternidad espiritual para su vida sacerdotal, que los encomiende  con confianza a la oración de toda la santa madre Iglesia.

Padre, santifica a tus sacerdotes.

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