BIOGRAFIA DE MARCO AURELIO
BrendaJs11 de Febrero de 2013
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BIOGRAFIA:
En pocos hombres se ha dado una relación tan íntima entre acción y pensamiento como en el emperador Marco Aurelio, el alma más noble que haya existido, en expresión de Hipólito Taime. No puede comprender el ejemplo de su vida si se ignora los principios en los que echó raíces, ni es dable apreciar en su justo valor la enseñanza vital que nos legó, en sus soliloquios si se desconoce el comentario que les fue pergeñando con su diario vivir, a lo largo de las fases de su incómoda existencia. Una biografía de Marco Aurelio, por somera que sea, es introducción indispensable a la mejor inteligencia de ese diario intimo que son sus Soliloquios, especie de meditaciones dedicadas a sí mismo, que suele conocerse también con el titulo de Pensamientos.
Escrito en más de una ocasión en la tienda de campaña, entre uno y otro combate contra el bárbaro invasor, es el fruto de los exámenes de conciencia a que solía someterse, haciendo un alto a sus tareas de emperador, para calibrar sus progresos en el ejercicio de la virtud.
Marco Aurelio nació en Roma, el 26 de abril del año 121 de la Era cristiana durante el segundo consulado de su abuelo. Su bisabuelo era oriundo de Succubo, en la provincia española de la Bética; fue el primero de su linaje en trasladarse a la urbe, donde llegó a alcanzar la dignidad de pretor. El hecho de que la familia procediese de la actual Andalucía confiere verosimilitud al parentesco de Marco Aurelio con el emperador Adriano, originario de Itálica, en esa misma provincia. Por otra parte, Marco estaba también emparentado con Antonia Pío, a través de la mujer de éste, Ania Galeria Faustina.
Marco Aurelio recibió a su nacimiento, con el praenomen de Marcus, el nombre de su abuelo materno, Catilius Severus. A la muerte de su padre llevó el de Marcus Anius Verus. Convertido en emperador se hizo llamar Marcus Aurelius Antoninus. Comúnmente se le conoce como Marco Aurelio.
La familia del futuro emperador, establecía ya en Roma, habitaba en el monte Celio una suntuosa mansión circundada de jardines. Marco Aurelio perdió prematuramente a su padre Anio Vero, más no tanto que no recordara su modestia y varonil carácter. En su educación de adolescente desempeño importante papel el ejemplo viviente de su abuelo, hombre imperturbable y de honestas costumbres. De su madre, Domicia Lucila, aprendió a ser liberal y generoso, a menospreciar el lujo y a vivir con frugalidad, a abstenerse no sólo de hacer el mal, pero hasta de dar cabida a los malos pensamientos. Aquella noble y rica romana aunaba a su belleza corporal el encanto de un espíritu cultivado. Manejaba con tal perfección la lengua griega que el propio Frontón, tan erudito y elegante, se sentía cohibido cuando le escribía en aquel idioma. Temerosa de que a su hijo, que había nacido enclenque, pudiesen perjudicarle la rudeza y la promiscuidad de las escuelas públicas, evitó Domicia que las frecuentara y le educó en el seno del hogar con el concurso de los más
selectos profesores.
Ya su ayo le acostumbró, desde pequeño, a no apasionarse por los espectáculos circenses, al contentarse con poco, a hacer las cosas por sí mismo, a no comprender demasiados trabajos a la vez, a no prestar oídos a chismes y calumnias. No obstante su frágil salud, pudo, merced a la sobriedad de su régimen y la regularidad de sus costumbres, soportar una vida de trabajo y de fatiga. Desarrolló su naturaleza con una educación esencialmente naturista, en el mar, en el campo, en la montaña. Al propio tiempo se le trazó un amplio plan de estudios y de ejercicios, que iba desde el juego de pelota hasta la retórica, desde el arte de cazar jabalíes, deporte favorito de su adolescencia, hasta el cultivo de la filosofía. Con tal método pedagógico atendió tanto a la más completa formación de su espíritu como al armonioso desarrollo de sus miembros. Y ya desde su infancia llamó la atención el futuro emperador por su gravedad natural, por si sinceridad sin restricciones −que movió al propio Adriano a jugar con el nombre que entonces llevaba Marco Aurelio, llamándole Verissimus en lugar de Verus−, por acrecentarse con los años, por los estudios filosóficos.
Caballero a los seis años, miembro del colegio de los sacerdotes a los ocho, al cumplir los doce se obstinó en cambiar la toga blanca y bordada de púrpura que vestían los hijos de los patricios por el manto de grosera lana que distinguía a los filósofos. Y, a despecho de su salud precaria, se empecinó en vivir en consonancia con las normas austeras y rigurosas del ascetismo estoico.
A la educación literaria propia de la época, consistente en la lectura y comentario de los poetas y de los grandes prosistas, añadió Marco Aurelio la formación estética que proporcionan la música, el canto y la danza. Diognetes, un maestro pintor estoico le mostró cuánto servía el estudio de los colores y las formas para admirar y entender las obras de la naturaleza.
Un tal Alejandro le dio clases de gramática, al par que le aconsejaba no agraviar a nadie a causa de un solecismo, y Herodes Ático el orador más ilustre de su tiempo, lo ejercitó en la elocuencia griega. El derecho lo estudió con Volusio Metiano, jurista que gozó de gran consideración en sus días.
De sus maestros de retórica, el más ilustre y más querido fue Cornelio Frontón, que lo formó desde su adolescencia en el arte de hablar y de escribir y siguió influyendo en él hasta la madurez del discípulo. De este hombre incorruptible aprendió que la tiranía engendra la falsedad y la envidia y que los aristócratas valen, por lo común, menos que los demás ciudadanos. La amistad entre estos dos espíritus señeros no se amenguó ni siquiera por el hecho de que Frontón, orador apasionado por su arte, desplegó vanos esfuerzos por conquistar a su alumno para la retórica, sustrayéndolo al estudio de a filosofía.
Porque ésta, que no las letras ni las artes, era la que solicitaba la voluntad del futuro emperador desde su más Temprana edad. Y como, el espíritu de su época y las aspiraciones del medio en que vivía propendían fuertemente al estoicismo, fue a esa doctrina tan adecuada el robusto y activo temperamento de los romanos, a la que se adhirió; arco Aurelio. Sin menospreciar las enseñanzas del platonismo y del peripatetismo, que le imbuyeron. Máximo de Tiro y Claudio Severo sus maestros favoritos fueron, sin embargo, los representantes de la doctrina del Pórtico.
Junio Rústico, miembro de una ilustre familia romana, lo arrancó definitivamente de los estudios retóricos para afianzarlo en la disciplina estoica. Conforme a ese espíritu le enseñó a corregir el propio carácter, a vigilar las naturales inclinaciones, a no con entusiasmarse por la sofistica, a no hacer ostentación de su actividad pública, a no conceder importancia al atuendo ni a mil otras vanidades, a leer con atención, a escribir sin afectación a mostrarse siempre dispuesto al perdón y a la indulgencia. Por Epicteto. Marco tuvo siempre a Rústico en alta estima. Le consultaba sobre problemas de Estado; saltándose el protocolo, le saludaba al encontrarlo antes que a los oficiales y cortesanos; lo elevó en dos ocasiones a la dignidad consular y le confió durante muchos años el importante cargo de prefecto de Roma.
Estoico era también Apolonio de Calcedonia, a quien Antonio hizo llamar de Siria a Roma. Hombre decidido, sin dejar de ser moderado, paciente y modesto, le enseñó a vivir libre y animoso a dejarse guiar por la razón y a conservar un ánimo siempre igual ante la adversidad y la desgracia.
En la filosofía de la Estoa fue asimismo adoctrinado por un sobrino de Plutarco, Sexto de Queronea, quien le aclaró en particular la noción de vivir de acuerdo con la naturaleza; por Cina Catulo, que le inculcó el culto por la amistad y el amor a los niños; por Claudio Máximo, hombre de dulce carácter, cónsul, legado en Panonia, y procónsul en África, cuyo conocimiento, así como el de Rústico y Apolonio, agradecía Marco Aurelio sinceramente a los dioses.
Antes de morir el emperador Adriano designó como sucesor suyo a Antonio, a quien la posteridad conocerá con el apodo de el piados. Y como éste no tuviera hijos, le pidió que adoptara a Marco Aurelio y a su propio vástago, Lucio Vero.
Pocos hombres ejercieron sobre nuestro futuro emperador una influencia espiritual más intensa que su tío
político y padre adoptivo Antonio Pío. A nadie, ni siquiera a los dioses, consagra Marco en su obra tan conmovido y extenso reconocimiento. De él aprendió a ser clemente y, sin embargo, inquebrantablemente firme en la ejecución de las decisiones adoptadas tras un maduro examen. Él le enseñó a mostrarse indiferente a los honores, a amar el trabajo y la constancia, a estar siempre dispuesto a escuchar un buen consejo, a retribuir a cada uno según los méritos, a apreciar la sociabilidad y muchas otras cosas más. Durante los 23 años del gobierno del sucesor Adriano, lo más felices de Roma, pudo Marco Aurelio aprender a fondo el arte de gobernar y respirar la suavitas morum de su tío.
Desde que ascendió al trono Antonio en el año de 138, quedó Marco Aurelio vinculado a él en el aprendizaje de la virtud imperial. Investido con el titulo de Cesar, es decir, de príncipe heredero, hubo de dejar los jardines de Celio y trasladarse a vivir al monte Palatino. Contrajo matrimonio con Faustina, hija de Antonio, de la que tendrá numerosos hijos y, hasta la muerte de su suegro en 161,
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