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Marco Aurelio - Meditaciones


Enviado por   •  20 de Diciembre de 2013  •  38.659 Palabras (155 Páginas)  •  242 Visitas

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Marco Aurelio - Meditaciones

Cortesía de Nueva Acrópolis www.nueva-acropolis.es

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MARCO AURELIO

Meditaciones

LIBRO I

1. Aprendí de mi abuelo Vero: el buen carácter y la serenidad.

2. De la reputación y memoria legadas por mi progenitor: el carácter discreto y viril.

3. De mi madre: el respeto a los dioses, la generosidad y la abstención no sólo de obrar mal,

sino incluso de incurrir en semejante pensamiento; más todavía, la frugalidad en el régimen

de vida y el alejamiento del modo de vivir propio de los ricos.

4. De mi bisabuelo: el no haber frecuentado las escuelas públicas y haberme servido de

buenos maestros en casa, y el haber comprendido que, para tales fines, es preciso gastar con

largueza.

5. De mi preceptor: el no haber sido de la facción de los Verdes ni de los Azules, ni partidario

de los parinularios ni de los escutarios; el soportar las fatigas y tener pocas necesidades; el

trabajo con esfuerzo personal y la abstención de excesivas tareas, y la desfavorable acogida a

la calumnia.

6. De Diogneto: el evitar inútiles ocupaciones; y la desconfianza en lo que cuentan los que

hacen prodigios y hechiceros acerca de encantamientos y conjuración de espíritus, y de otras

prácticas semejantes; y el no dedicarme a la cría de codornices ni sentir pasión por esas cosas;

el soportar la conversación franca y familiarizarme con la filosofía; y el haber escuchado

primero a Baquio, luego a Tandasis y Marciano; haber escrito diálogos en la niñez; y haber

deseado el catre cubierto de piel de animal, y todas las demás prácticas vinculadas a la

formación helénica.

7. De Rústico: el haber concebido la idea de la necesidad de enderezar y cuidar mi carácter; el

no haberme desviado a la emulación sofística, ni escribir tratados teóricos ni recitar

discursillos de exhortación ni hacerme pasar por persona ascética o filántropo con vistosos

alardes; y el haberme apartado de la retórica, de la poética y del refinamiento cortesano. Y el

no pasear con la toga por casa ni hacer otras cosas semejantes. También el escribir las cartas

de modo sencillo, como aquélla que escribió él mismo desde Sinuesa a mi madre; el estar

dispuesto a aceptar con indulgencia la llamada y la reconciliación con los que nos han

ofendido y molestado, tan pronto como quieran retractarse; la lectura con precisión, sin

contentarme con unas consideraciones globales, y el no dar mi asentimiento con prontitud a

los charlatanes; el haber tomado contacto con los Recuerdos de Epicteto, de los que me

entregó una copia suya.

8. De Apolonio: la libertad de criterio y la decisión firme sin vacilaciones ni recursos

fortuitos; no dirigir la mirada a ninguna otra cosa más que a la razón, ni siquiera por poco

tiempo; el ser siempre inalterable, en los agudos dolores, en la pérdida de un hijo, en las

enfermedades prolongadas; el haber visto claramente en un modelo vivo que la misma

persona puede ser muy rigurosa y al mismo tiempo desenfadada; el no mostrar un carácter

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irascible en las explicaciones; el haber visto a un hombre que claramente consideraba como la

más ínfima de sus cualidades la experiencia y la diligencia en transmitir las explicaciones

teóricas; el haber aprendido cómo hay que aceptar los aparentes favores de los amigos, sin

dejarse sobornar por ellos ni rechazarlos sin tacto.

9. De Sexto: la benevolencia, el ejemplo de una casa gobernada patriarcalmente, el proyecto

de vivir conforme a la naturaleza; la dignidad sin afectación; el atender a los amigos con

solicitud; la tolerancia con los ignorantes y con los que opinan sin reflexionar; la armonía con

todos, de manera que su trato era más agradable que cualquier adulación, y le tenían en aquel

preciso momento el máximo respeto; la capacidad de descubrir con método inductivo y

ordenado los principios necesarios para la vida; el no haber dado nunca la impresión de cólera

ni de ninguna otra pasión, antes bien, el ser el menos afectado por las pasiones y a la vez el

que ama más entrañablemente a los hombres; el elogio, sin estridencias; el saber polifacético,

sin alardes.

10. De Alejandro el gramático: la aversión a criticar; el no reprender con injurias a los que

han proferido un barbarismo, solecismo o sonido mal pronunciado, sino proclamar con

destreza el término preciso que debía ser pronunciado, en forma de respuesta, o de ratificación

o de una consideración en común sobre el tema mismo, no sobre la expresión gramatical, o

por medio de cualquier otra sugerencia ocasional y apropiada.

11. De Frontón: el haberme detenido a pensar

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