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COMO ACERCARSE A DIOS


Enviado por   •  7 de Enero de 2014  •  850 Palabras (4 Páginas)  •  262 Visitas

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“¡Miren! Este es nuestro Dios”

¿SE IMAGINA conversando con Dios? Es una idea que impone respeto: ¡el Soberano universal hablando con uno! Al principio usted titubea, pero luego logra responder. Él le escucha, le contesta y hasta le da confianza para preguntar lo que desee. Pues bien: ¿sobre qué va a inquirir?

2 Hace mucho tiempo, un hombre llamado Moisés vivió tal experiencia y decidió plantear una pregunta que tal vez le sorprenda. No se refirió a sí mismo o a su futuro, ni a las desgracias que afligen a la humanidad; más bien, se centró en cuál era el nombre de Dios, algo que resulta un tanto desconcertante en vista de que él ya lo sabía. Es patente que su pregunta debió de tener un sentido más profundo. De hecho, era la cuestión más significativa que pudo haber planteado. La respuesta que obtuvo tiene que ver con todos nosotros y puede ayudarnos a dar un paso fundamental para acercarnos al Creador. ¿De qué modo? Repasemos aquella memorable conversación.

3 Moisés tenía 80 años. Llevaba cuatro décadas apartado de su pueblo, Israel, que vivía esclavizado en Egipto. Cierto día, mientras pastoreaba los rebaños de su suegro, contempló un fenómeno inaudito: una zarza en llamas que, en vez de consumirse, ardía de continuo, brillando como una luz en la montaña. Por consiguiente, se acercó a inspeccionarla. ¡Qué sobresalto tuvo que haber sentido al oír una voz que le dirigía la palabra desde el fuego! Mediante un ángel que sirvió de portavoz celestial, Dios y Moisés hablaron largo y tendido. Como sabemos, el vacilante Moisés recibió órdenes de dejar su vida tranquila y volver a Egipto para liberar a los israelitas (Éxodo 3:1-12).

4 Aunque Moisés pudo haber formulado cualquier pregunta en ese momento, observe la que planteó: “Supongamos que llego ahora a los hijos de Israel y de hecho les digo: ‘El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes’, y ellos de hecho me dicen: ‘¿Cuál es su nombre?’. ¿Qué les diré?” (Éxodo 3:13).

5 Lo primero que nos enseña tal pregunta es que Dios tiene nombre. Esta es una verdad a la que no debemos restar importancia. Y, sin embargo, eso es lo que muchos hacen. De hecho, Su nombre propio se ha reemplazado en gran número de versiones bíblicas por títulos como “Señor” y “Dios”. Esta sustitución es una de las acciones más desafortunadas y reprobables que se han realizado por motivos religiosos. A fin de cuentas, ¿qué es lo primero que se pregunta al conocer a alguien? ¿Acaso no es el nombre? Ocurre algo parecido cuando se llega a conocer a Dios. No se trata de un ser innominado y distante que escape a nuestro conocimiento o entendimiento. Aunque es invisible, es una persona y tiene nombre: Jehová.

6 Además, al revelar Dios su nombre propio, abre perspectivas maravillosas que nos llenan de emoción. Nos invita a conocerlo y quiere que tomemos la mejor decisión de nuestra vida: acercarnos a él. Pero aparte de manifestarnos su nombre, Jehová nos da a conocer a la persona que lleva ese nombre.

El significado del nombre divino

7 El Todopoderoso eligió su nombre, un nombre con mucho significado. Al parecer, Jehová quiere decir “Él Hace que Llegue a Ser”. Es cierto que no hay nadie como Jehová en el universo, pues todo le debe la existencia a él y él hace realidad todo cuanto se propone, lo cual constituye una realidad que nos infunde reverencia. Pero ¿es eso lo único que nos enseña su nombre? Como es obvio, Moisés deseaba saber algo más. Para empezar, él ya sabía que Dios había creado todas las cosas y que se llamaba Jehová. No se trataba de un nombre nuevo, pues llevaba siglos en uso. En realidad, al preguntar por él, Moisés se refería a la persona que este representaba. Venía a decir: “¿Qué puedo contarle a tu pueblo Israel para fortalecer su fe en ti y convencerlo de que de verdad vas a liberarlo?”.

8 Jehová respondió

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