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Comunidades Primitivas


Enviado por   •  4 de Julio de 2013  •  2.844 Palabras (12 Páginas)  •  513 Visitas

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INTRODUCCIÓN.

“La vuelta a las fuentes” bíblicas y patrísticas es un recurso fundamental en la renovación eclesial iniciada en el Concilio Vaticano II. Este elemento hizo que se volviera a los orígenes de la Iglesia y que se bebiera de la fuente misma. Es por esto, que la concepción de Iglesia del Vaticano II transparenta la experiencia de los primeros cristianos y renueva en la actualidad su vivencia. Las CEBs. son fruto de esta renovación de la Iglesia y de esta vuelta a las fuentes de la Sagrada Escritura y la doctrina de los Santos Padres.

Las Comunidades primitivas son la fuente de inspiración de la tradición eclesial de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín, que asume la experiencia de muchos cristianos en este continente de pobres, que deseosos de una vivencia evangélica de Iglesia, encuentran en ellas el modelo a vivir. El recurso a ellas ha permitido a las CEBs. encontrar el reflejo de su vida en el estilo de vida de aquellas, y ha dado libertad y frescura, en medio de una estructuración demasiado fija y autoritaria, para vivir y expresar el proyecto de Jesús. Esta es la razón por la que es indispensable partir en la reflexión sobre las CEBs. de una investigación amplia de la vida de las comunidades primigenias.

Las comunidades primitivas son la primera concretización del proyecto de Jesús. Los primeros cristianos, entre ellos los “doce”, son el eslabón de enlace entre Jesús y las generaciones posteriores. Su enseñanza, su testimonio, no habiendo escrito Jesús nada, son fundamentales para poder vivir su sueño y su programa. Ciertamente entre el Jesús prepascual y la comunidad primitiva hay una brecha que es difícil de pasar, porque la fe pospascual de los discípulos es cualitativamente distinta de su fe prepascual. Por tanto, los escritos neotestamentarios son testimonios de fe en el Resucitado. Pero si hay una discontinuidad entre la etapa prepascual y pospascual de Jesús también hay continuidad, que no debe minusvalorarse. La vida de las comunidades apostólicas, subapostólicas y posapostólicas ha sido la concretización más fiel del programa de Jesús, la expresión mejor del proyecto del Reino de Dios en su etapa intermedia entre la resurrección de Cristo y su manifestación gloriosa, como el Hijo del Hombre (Parousía).

En los momentos que la Iglesia ha buscado renovarse, ha recurrido al modelo de las primitivas comunidades, porque para ella son el paradigma al que siempre hay que hacer referencia. En el momento actual, en que el acontecimiento de aparecida ha vuelto a poner en la mesa de discusión teológica y de experiencia eclesial las Cebs., las ha referido expresamente a las comunidades primitivas: “Ellas recogen la experiencia de las primeras comunidades, como están descritas en los Hechos de los Apóstoles (Cf. Hech 2,42-47”). Más adelante hablando de la conversión pastoral, que conlleva la renovación de las estructuras eclesiales, afirma: “encontramos el modelo paradigmático de esta renovación comunitaria en las primitivas comunidades cristianas (Hech 2,41-47) que supieron ir buscando nuevas formas para evangelizar de acuerdo con las culturas y las circunstancias”( DA 369). Además la experiencia de los primeros discípulos, reunidos en la ekklesía de Jesús, ha quedado atestiguada en los escritos inspirados del Nuevo Testamento, por tanto, tienen la categoría de Palabra de Dios; se nos trasmiten como paradigma para la vida de la comunidad de los discípulos de Jesús.

Pero las primeras Iglesias no son un modelo acabado y fijo que se pueda tomar tal cual en otras culturas y momentos históricos, aunque tengan un valor normativo para las comunidades eclesiales de todos los tiempos. La Iglesia primitiva es la referencia obligatoria y normativa de la Comunidad de los discípulos de Jesús, el Cristo, de todos los tiempos. Al acercarse a ella no hay que hacerlo con una actitud de querer copiar “fotostáticamente” su experiencia, de querer trasplantar su vida a este tiempo, sino hay que hacerlo con una mentalidad crítica, tratando de inculturar el mensaje.

“No se trata de “arqueologismos”: vivir exactamente con las mismas formas de la Iglesia primitiva; ni de “fixismos” afirmar que la historia nada ha aportado a la Iglesia. Cristo nos dice en el Evangelio de Juan, que el Espíritu llevará a la Iglesia hasta la verdad plena (Jn 16,13). La Iglesia se enriquece con el caminar del tiempo, descubre nuevos aspectos de la verdad. Hay que ir a los orígenes, a las intenciones de Jesús, a sus primeras realizaciones, ya que conservan más la fidelidad a su deseo“.

Esta es la razón por la que en este tiempo de “Relanzamiento de las Cebs.” después de Aparecida, es importante, más aún indispensable, volver a las comunidades primitivas y aprender de ellas todo lo que pueda ayudarnos a vivir el misterio de la Iglesia hoy. Es urgente un conocimiento más preciso, más científico, más histórico, tomando todos los escritos del Nuevo Testamento, los escritos extrabíblicos y patrísticos, para poder extraer de ellos todos los elementos que ayuden a descubrir más precisamente, más objetivamente la vida de las primeras comunidades. No basta tomar los Hechos de los Apóstoles como única fuente, y menos, sólo los sumarios que presenta San Lucas, que más que reflejar la vida objetiva de la comunidad de Jerusalén, nos presenta un modelo ideal para los cristianos de la segunda generación.

Es lo que intenta ofrecer este breve folleto sobre la vida de las Comunidades apostólicas subapostólicas y postapostólicas. Hay estudios más y profundos y extensos sobre el tema, pero no están al alcance de todas las personas, de los coordinadores y asesores de las Cebs., y suponen un conocimiento más especializado de las fuentes bíblicas y extrabíblicas.

CAPITULO I

COMUNIDADES APOSTÓLICAS

(30 al 70 d.C.).

Es común ya entre los autores dividir la historia de las comunidades primitivas en tres etapas, épocas o períodos, que reciben diversos nombres, abarcando diversos tiempos. Según Raymond Brown, el período de las Iglesias primitivas se puede dividir en época apostólica, en la que los Apóstoles fundaban y presidían algunas comunidades. (30 – 70 d.C.); subapostólica, en la que comenzaron a morir los primeros testigos

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