Corpus Christi
lmcl_26 de Noviembre de 2013
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Corpus Christi, el alimento del amor
Ciclo A
Jn 6, 51-58
“Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. El que come de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, para dar vida al mundo”.
Celebramos hoy la fiesta del Corpus, un acontecimiento central para la vida cristiana. La festividad del Corpus Christi nos hace reflexionar sobre el valor intrínseco de la eucaristía, como presencia palpable de Dios entre nosotros.
La eucaristía, esencial en la vida cristiana
La eucaristía es el gesto sublime de entrega de Jesús. Participar en ella nos ayudará a vivir nuestra vida de una manera “eucarística”, es decir, dándonos a los demás. Para los cristianos, la eucaristía es esencial; es el alimento que nos hace crecer espiritualmente.
Hemos de descubrir la importancia de la eucaristía. Es mucho más que un rito o un precepto a cumplir. Es una invitación a vivir la presencia de Cristo en nuestra vida. Cuántas veces venimos a misa porque toca, por costumbre, o porque en un momento dado nos ayuda y nos proporciona consuelo. El auténtico cristiano sabe centrar su vida entorno a la eucaristía.
Muchos dicen que creen en Dios y no necesitan de la misa, o de la Iglesia y los sacerdotes. El cristiano que cree de verdad que Cristo es el pan bajado del cielo y lo toma compartido en la eucaristía es aquel que realmente quiere vivir su fe de manera auténtica y sincera. Qué lejos están, incluso muchos cristianos, de entender la importancia del encuentro con Cristo sacramental. Hasta los que suelen venir a misa caen en la inercia de la rutina, sin llegar a ahondar en el valor religioso que tiene nuestra participación en la eucaristía. Otros le quitan importancia pues creen que no es esencial. Pero el evangelio de hoy nos recuerda que “El que toma mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna”.
¿Con qué actitud los católicos debemos celebrar esta importante fiesta de nuestra Iglesia?
Con una actitud de profunda fe, en el sentido de que no hay misterio de fe más importante para los católicos que la Santa Eucaristía. Por eso, es necesario prepararse para celebrarla dignamente. Cuando uno comulga debe recibir la Santa Eucaristía en estado de gracia, es decir, libres de todo pecado grave, y si lo tenemos, pidiendo perdón en el sacramento de la Reconciliación. Quien celebra a Jesús, que da su vida en la cruz y que se entrega en la Eucaristía, esta llamado a hacer de su vida un don para los demás, tiene que luchar contra el egoísmo y servir a la causa de un mundo más justo, humano, más fraterno, buscando vivir en comunión de amor con los hombres y las mujeres con los cuales se va a encontrar cada semana
HISTORIA
Esta fiesta surgió en la Edad Media, cuando en 1208 la religiosa Juliana de Cornillon promueve la idea de celebrar una festividad en honor al cuerpo y la sangre de Cristo presente en la Eucaristía. Así, se celebra por primera vez en 1246 en la Diócesis de Lieja (Bélgica).
En el año 1263, mientras un sacerdote celebraba la misa en la iglesia de la localidad de Bolsena (Italia), al romper la hostia consagrada brotó sangre.1 Este hecho milagroso, muy difundido y celebrado, dio un impulso definitivo al establecimiento como fiesta litúrgica del Corpus Christi. Fue instituida el 8 de septiembre de 1264 por el papa Urbano IV, mediante la bula Transiturus hoc mundo. A Santo Tomás de Aquino se le encarga difundirla con su obra Oficio y Misa del Corpus, además de componer himnos eucarísticos para la fiesta, como el Pange Lingua.
En el concilio de Vienne de 1311, Clemente V dará las normas para regular el cortejo procesional en el interior de los templos e incluso indicará el lugar que deberán ocupar las autoridades que quisieran añadirse al desfile.
En el año 1316, Juan XXII introduce la Octava con exposición del
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