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El Evangelio De Marcos


Enviado por   •  20 de Marzo de 2014  •  2.505 Palabras (11 Páginas)  •  338 Visitas

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En 1958, Smith fue recompensado con un período sabático y decidió regresar a Mar Saba no ya como un joven estudiante de posgrado sino como un académico consolidado.

Sus intereses se habían desarrollado con los años y ahora estaba menos preocupado por las normas del culto monástico y mucho más por la biblioteca del monasterio. Todo aquel que tenía alguna relación con el monasterio sabía que sus tesoros literarios habían sido trasladados hacia mucho a la biblioteca del patriarcado griego en Jerusalén. Sin embargo, Smith recordaba que la biblioteca de Mar Saba era un completo desorden y que su colección nunca había sido catalogada, y decidió dedicar su período sabático a la creación de un catálogo, en parte con la esperanza de encontrar algo de importancia entre los manuscritos o las antiguas ediciones impresas que todavía permanecían allí.

Smith trabajó diariamente, examinando sólo unos pocos volúmenes cada vez. No es fácil realizar un catálogo de un corpus semejante; los libros están escritos en griego y latín, algunos han perdido sus cubiertas y las páginas que señalaban los títulos y sólo leyendo fragmentos de cada uno es posible decidir qué pueden ser. Smith, sin embargo, era un hombre especialmente dotado para los idiomas y consiguió avanzar, volumen a volumen, determinando qué era cada libro y elaborando fichas para un catálogo completo. Y encontró algunos documentos interesantes y valiosos, por ejemplo, fragmentos de un manuscrito del siglo xv de una obra perdida de Sófocles, fragmentos que habían sido usados para reforzar la encuadernación de un libro de oraciones del siglo XVIII. No obstante, nada de lo que halló lo preparó para el que se convertiría en el mayor descubrimiento de su vida y, podríamos asegurar, en uno de los hallazgos más significativos del siglo xx.

Tras descifrar esta línea, Smith comprendió que había dado con algo. Los expertos en cristianismo antiguo saben mucho acerca de «Clemente, el autor del Stromata». Se trata de Clemente de Alejandría, un famoso teólogo y moralista que vivió hacia el año 200 e. c. Entre los varios libros que se conservan de Clemente se encuentran un libro de instrucciones éticas sobre cómo deben vivir los cristianos su vida diaria y una recopilación más o menos aleatoria de reflexiones morales y teológicas conocida con el nombre de Stromata («misceláneas»).

Smith decidió fotografiar allí mismo las tres páginas que contenían la copia manuscrita de la carta de Clemente, pero prefirió dejar la traducción del texto completo para más tarde, pensando que si había encontrado semejante tesoro, quizá hubiera otros como él en la biblioteca del monasterio; en vista de que disponía de un tiempo limitado, no deseaba perderse nada. Por seguridad, tomó tres juegos de fotografías con su cámara. Y a continuación volvió a su trabajo de catalogación a la búsqueda de otros hallazgos significativos. No encontró nada de importancia comparable. Y Smith, en realidad, no comprendió la verdadera importancia del manuscrito hasta más tarde, cuando tradujo la carta y descubrió cuál era su contenido. La carta está dirigida a alguien llamado Teodoro, un personaje del que ninguna otra fuente nos proporciona noticias, en respuesta a una serie de preguntas sobre una secta de cristianos primitivos tristemente célebre conocida como los carpocratianos, por su fundador Carpócrates. De Carpócrates y sus seguidores se tienen noticias gracias a otros escritos de Clemente, a textos de su contemporáneo Ireneo, obispo de Lyon, y a escritos algo más tardíos de Hipólito de Roma.

Los carpocratianos fueron vilipendiados por estos autores proto-ortodoxos en particular porque se creía que la secta se dedicaba a prácticas licenciosas durante sus servicios litúrgicos, que supuestamente eran poco más que desenfrenadas orgías sexuales emprendidas bajo el disfraz de la religión. En una de sus obras Clemente señala que los carpocratianos habían inventado una teología para justificar su lascivia al proclamar que dado que Dios había hecho todas las cosas, el pueblo de Dios debía compartirlo todo.

Nadie debía poseer propiedades de ningún tipo o guardar algo para sí, incluido el propio cónyuge. Por tanto, para celebrar la soberanía de Dios sobre todas las cosas, los carpocratianos promovían una especie de intercambio de parejas litúrgico en el que cada cual debía mantener relaciones sexuales con la esposa o esposo de otro durante los servicios religiosos (Stromata 3.2).

Ireneo, por su parte, advierte que los carpocratianos enseñaban también una extraña doctrina de la reencarnación según la cual el alma estaría atrapada en sucesivos cuerpos humanos hasta que hubiera experimentado todo aquello que el cuerpo fuera capaz de experimentar, después de lo cual sería por fin liberada. Por tanto, el camino para garantizar una pronta liberación era permitir que el cuerpo se entregara a todo tipo de prácticas disolutas. De esta forma, afirma Ireneo, los carpocratianos tenían fundamentos religiosos para promover toda clase de experiencias corporales imaginables como parte de su plan de salvación, lo que por supuesto incluía todas las experiencias sexuales imaginables (Contra las herejías 1.25). En resumen, los carpocratianos no eran considerados precisamente un modelo moral.

Y ésta es la secta cristiana a la que Clemente se refiere en la carta encontrada en la biblioteca de Mar Saba. El texto comienza felicitando a Teodoro, quien aparentemente era algún tipo de líder eclesiástico, por «acallar las incalificables enseñanzas de los carpocratianos», para señalar a continuación que ellos son los herejes profetizados en las Escrituras, los habitantes de la oscuridad que, llenos de falsedad, se convierten en esclavos de sus propios deseos serviles. Luego anota que los carpocratianos reivindican la sagrada autoridad de sus enseñanzas afirmando que proceden del Evangelio de Marcos, pero que lo que en realidad han hecho es falsear y tergiversar sus palabras. Clemente procede entonces a aclarar algunos aspectos importantes del Evangelio de Marcos y mostrar cómo los carpocratianos lo han falseado.

Y aunque en él no reveló aún las más grandes enseñanzas secretas de Jesús, si añadió nuevas historias a su evangelio original para ayudar a la élite cristiana a progresar en el conocimiento de la verdad. Tras la muerte de Marcos, Carpócrates consiguió convencer a un anciano de la iglesia de Alejandría para que le proporcionara una copia de este evangelio secreto, que interpretó de acuerdo con sus abominables doctrinas y que modificó, lo que es todavía peor, para añadir sus propias enseñanzas. En otras palabras, según la carta había al menos tres versiones del Evangelio

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