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Jesucristo Es El Señor


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2013  •  1.505 Palabras (7 Páginas)  •  197 Visitas

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JESUCRISTO ES EL SEÑOR “KYRIUS IESUS”

EL SEÑOR DE ISRAEL

Comencemos con una pregunta ¿Por qué fue crucificado Jesús? Se llegan a decir varias cosas de porque fue crucificado, algunos dicen que porque simplemente se atrevió a sacar a los vendedores del templo, o porque no querían los sacerdotes la reforma que predicaba o porque atacaba a los fariseos, pero hay tantas cosas que dicen, pero nosotros veamos lo que nos dicen los evangelios sinópticos, estos nos dicen que fue crucificado por los Romanos y no por los Judíos y su delito fue proclamarse Rey de los Judíos, esto causa a la vez una pregunta ¿por qué los romanos? si en ese tiempo los Judíos no querían ni aceptaban a Jesús como Rey, ellos se basaban que estaban esperando al Mesías este término es el que ellos esperaban, pero al mismo tiempo los Romanos no toleraban el termino Rey de los judíos, por este motivo los judíos mismos acusaban a Jesús por decir que él era su rey, pero ellos no lo aceptaron. Ya que el mesías que ellos esperaban era un rey, poderos en la dimensión humana, ya que ellos esperaban que el restaurara el reino de Israel. Vemos que Jesús no quería que se pensase que él era ese mesías. En cierto modo Jesús si aceptaba este título de mesías ya que significaba que él era el ungido de Dios para llevar acabo su obra redentora, pero rechazaba la idea de que esa obra fuera o fuese de carácter político.

Pedro en el que confiesa que Jesús es el señor, y Jesús se alegra de esta confesión, de tal modo que lo reprende y le dice quítate de delante de mi satanás, me eres de tropiezo porque no pones la mira en las cosa de Dios, sino en las de los hombres. Sin lugar a dudas Jesús estaba dispuesto a que le llamasen es Mesías y creía que él había venido a cumplir, lo cual era la misión del Mesías, pero no a cumplir como los judíos lo esperaban. Pero cuando pedro le manifiesta en el concepto en el cual él lo tenía, Jesús se enoja y lo reprende.

¡Jesucristo es el Señor! Verdad absoluta y permanente. Aunque a algunos no les guste, o aún les repele, aunque otros lo nieguen, o aunque otros pretendan apagar esta verdad, como se desea en numerosos ambientes de nuestro mundo contemporáneo occidental, sus esfuerzos son en vano, pues él y solo él, es el Señor, y lo será siempre. Así, reconocer el señorío de Cristo es un acto de justicia, que nada aporta o aumenta a su señorío, independiente y anterior a todo reconocimiento de cualquier criatura. Está bien dar al César lo que es del César, pero es necesario y vital para la vida del hombre vivir bajo el señorío de Cristo, reconociendo con todo el ser que sólo él es el Señor. Ahora bien, es conveniente aclarar que cuando afirmamos que Jesucristo es el Señor, reconocemos que objetivamente es el Señor, aunque de hecho, subjetivamente, buena parte de la humanidad todavía no le esté sometida, en virtud del mal uso de la libertad que el hombre puede ejercer en la tierra sirviendo a otros señores en vez de al único Señor. Es más, la mayoría de los hombres le niegan o rechazan como Señor. Pero también está escrito: llegará el día en que toda rodilla se postrará y toda lengua confesará que Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre (Flp 2,10).

EL SEÑOR DE LOS ROMANOS

Los emperadores romanos eran tratados frecuentemente como dioses. A lo largo del imperio romano se extendió el culto al emperador, que en muchas ocasiones llegó a ser adorado como lo eran los dioses paganos. El César, divinizado, era llamado “Señor”. Lógicamente, no era llamado así por los cristianos. Del mismo modo que el profeta Daniel no se arrodilló sino ante el único Dios verdadero, a quien servía, a pesar del edicto promulgado por el Rey Darío (Dn 6), los primeros cristianos, fieles al único Señor, no doblegaron sus rodillas ante los emperadores romanos ni se rindieron a cualquier autoridad pretendidamente absoluta, fuera de Jesucristo. Al fin y al cabo habían aprendido lo que en una ocasión Pedro dijo a los ancianos, escribas y sumos sacerdotes: que había que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch 4,19). En efecto, los primeros cristianos se encontraron con una situación bastante complicada. Cuando alguien les saludaba con las palabras de entonces “¡César es el Señor!”, ellos no respondían como la mayoría de la gente diciendo: “Sí, César es el Señor”, sino que decían: “No, ¡Jesucristo es el Señor!”, y tal afirmación no gozaba precisamente del favor ni del beneplácito de las autoridades políticas del Imperio.

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