La historia del desarrollo de la ciencia sobre el budismo

Está basado en las enseñanzas de un hombre llamado Siddharta Gautama, que vivió en el siglo VI antes de Cristo. Estas enseñanzas surgen de una sensible preocupación y curiosidad referente al sufrimiento humano. Siddharta, príncipe, hijo del jefe de la tribu de los zâkyas, cuestionó el propósito del dolor, la enfermedad, la vejez y la muerte, abandonando las comodidades de su forma natural de vida a los 29 años de edad, para lanzarse a los caminos en busca de experiencia y comprensión. Buda, que significa "iluminado", sentó la base para una de las más nobles estructuras de pensamiento creadas por el espíritu humano. Desde Ceilán hasta el Japón y en grandes secciones del continente asiático, tal vez unos quinientos millones de personas profesan esta dulce y apacible religión llamada budismo que, si bien a principios del siglo XX era apenas conocida fuera de Asia, desempeña hoy el papel de una religión universal.

Esta religión se ha ido modificando y cambiando a través de veinticinco siglos, como sucede naturalmente a todas las religiones. A medida que los monjes la llevaban de país en país, algunos de ellos matizaban el budismo que absorbían con sus propias creencias nativas.

El joven Gautama, de acuerdo a su condición principesca, fue criado en medio del lujo y esplendor y, como a otros jóvenes, le encantaban los deportes, siendo su favorito el tiro de arco y flecha. Fue precisamente en un concurso de esta disciplina donde ganó la mano de su prometida. Gautama parecía gozar de todo lo hermoso y lo bueno de la vida: tenia tres palacios, uno para el invierno, otro para el verano y el tercero para la época de las lluvias. A su servicio contaba con criados, juglares y su esposa, joven y atractiva le había dado un hijo.

Aun así, el príncipe Gautama no parecía estar satisfecho y su padre, temeroso de que su hijo se retirara a la vida religiosa, según vaticinaba una antigua profecía, le ordenó no salir nunca de sus palacios. De todas formas Gautama salió un día y observó por primera vez el sufrimiento humano. Vio a un anciano extenuado por los años; a un enfermo; a un cadáver. Así como a un religioso hindú que había renunciado al mundo por decisión propia y había ayunado hasta el punto de quedarse en los huesos.

Después de regresar a su palacio, Gautama decidió que debía marcharse, como era costumbre entre los hindúes, para aprender por sí mismo la verdad de la vida.

Se despidió de su esposa e hijo que dormían plácidamente y, vestido con la túnica amarilla de un monje mendicante, dio la espalda a la familia y a sus comodidades y se lanzó al mundo, con el propósito de resolver el misterio de la vida. La búsqueda le tomó varios años.

Al principio se unió a cinco santones que creían que para llegar a conocer la verdad había que castigar al cuerpo privándolo de alimentos. Se dice que Gautama ayunó hasta que al presionar su estómago con las manos podía sentir la columna vertebral pero esto no le enseñó nada. Empezó a comer nuevamente y los santones se separaron de él disgustados.

Sidharta conocía la vida de placeres y riquezas y este era el otro extremo. Como ninguno de los dos le produjo ningún beneficio, decidió tomar el camino medio.

Comió lo suficiente para que el hambre no turbara sus pensamientos y luego se sentó bajo el árbol sagrado de Bodhi.

Meditó durante 49 días y en una visión vio los ejércitos de Mara, el malvado tentador del mundo. Estos le atacaron con tormentas, lluvia, piedras, y armas flamígeras y el propio Mara le ofreció todas las riquezas del mundo si abandonaba su búsqueda de la verdad. Pero Gautama permaneció indiferente y los ejércitos de Mara huyeron. Tras esos 49 días de meditación bajo el árbol Bodhi., Sidharta obtuvo la iluminación que buscaba, la respuesta al enigma de la vida y de ahí en adelante fue conocido como el Buda o "el iluminado".

Buda encaminó sus pasos a la ciudad sagrada de Benarés y allí, en un parque en las afueras de la ciudad se encontró nuevamente con los cinco santones, sus ex compañeros, a quienes predicó su primer sermón sobre el significado de la vida.

Durante cuarenta y cinco años, el Buda recorrió el Norte de la India de un lado para otro, predicando y convirtiendo gente a su filosofía. Finalmente, extenuado por sus arduas tareas, enfermó gravemente y se acostó a morir.

Reunió a sus discípulos a su alrededor y les impartió sus últimas enseñanzas. Luego pasó a ocupar su lugar en el Nirvana, que, según el budismo, es la meta de todos los esfuerzos humanos.

La Rueda de la Ley

La médula de la doctrina de Buda radica en dos grandes sentencias. La primera es conocida en todo el mundo como las Cuatro Nobles Verdades. La otra es el Noble Óctuplo Sendero.

Las Cuatro Nobles Verdades:

1. El sufrimiento es universal.

2. La causa del sufrimiento es el deseo insaciable o egoísta.

3. El remedio del sufrimiento es olvidarse de todo anhelo.

4. El modo de deshacerse de los anhelos es seguir el Noble Óctuplo Sendero.

Los pasos sublimes de esta Senda Óctupla son:

1. Recta comprensión.

2. Recta aspiración.

3. Recta palabra.

4. Recta conducta.

5. Recto vivir.

6. Recto esfuerzo.

7. Recto pensamiento.

8. Recta meditación.

El budismo tiene dos grandes escuelas de doctrina. El budismo Hinayana (Pequeño Vehículo o Sendero), que profesan los asiáticos del sur, se desarrolla en Ceylan, y ensalza la austeridad individual y la salvación por la fe y las buenas obras. Sus escritos están en pali. El budismo Mahayana (Gran Vehículo o Sendero), que se profesa en China, Japón, Corea, Tibet y Mongolia tuvo lugar en el Norte de la India, y sus textos se encuentran escritos en sánscrito.

En ambas escuelas de doctrina, constituye una norma de auto-disciplina para los budistas, practicar todas las virtudes necesarias para recorrer el Noble Octuplo Sendero. A su vez, la constante práctica de esa norma conduce al budista a practicar las buenas obras, obteniendo con ello paz espiritual.

Los budistas que realmente se esfuercen en la observación de estas reglas a través de muchas vidas sucesivas, obtienen finalmente la iluminación. Más tarde, liberado de todo deseo mundano, el

...