La juventud de krishna
pedroantoniompEnsayo20 de Mayo de 2012
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LA JUVENTUD DE KRISHNA
Al pie del monte Meru se extendía un fresco valle lleno de praderas y
dominado por vastos bosques de cedros, por donde pasaba el soplo puro del
Himavat. En este alto valle habitaba un pueblo de pastores sobre el cual reinaba
el patriarca Nanda, amigo de los anacoretas. Allí Devaki encontró un refugio
contra las persecuciones del tirano de Madura; y allí, en la morada de Nanda,
nació su hijo Krishna. A excepción de Nanda, nadie supo quién era la
extranjera y de dónde procedía aquel hijo. Las mujeres del país dijeron
únicamente: “Es un hijo de los Gandharvas. (Son los genios que, en toda la
poesía india, se supone presiden a los matrimonios de amor). Porque los
músicos de Indra deben haber presidido a los amores de esa mujer que parece
una ninfa celeste, una Apsara”. El hijo maravilloso de la mujer desconocida
creció entre los rebaños y los pastores, ante los ojos de su madre. Le llamaban
“el Radiante”, porque su sola presencia, su sonrisa y sus grandes ojos tenían
el don de difundir la alegría. Animales, niños, mujeres, hombres, todo el
mundo le quería, y él parecía querer a todo el mundo, sonriendo a su
madre, jugando con las ovejas y los niños de su edad o hablando con los
viejos. El niño Krishna no tenía temor alguno; lleno de audacia ejecutaba
acciones sorprendentes. A veces se le encontraba en los bosques, recostado
sobre el musgo, abrazando a jóvenes panteras y abriéndoles la boca sin que
se atreviesen a morderle. Tenía también inmovilidades repentinas,
admiraciones profundas, tristezas extrañas. Entonces se apartaba de todos, y
grave, absorto, miraba sin responder. Pero sobre todas las cosas y todos los
seres, Krishna adoraba a su joven madre, tan bella, tan radiante, que le
hablaba del cielo de los Devas, de combates heroicos y de cosas maravillosas
que ella había aprendido con los anacoretas. Y los pastores que conducían sus
rebaños bajo los cedros del monte Meru decían: “¿Quién es esta madre y
quién su hijo?. Aunque vestida como nuestras mujeres, parece una reina. El
hijo maravilloso se ha criado con los nuestros, y sin embargo no se les
parece. ¿Es un genio?. ¿Es un dios?. Quienquiera que sea, nos traerá
felicidad”.
Cuando Krishna tuvo quince años, su madre Devaki fue vuelta a llamar
por el jefe de los anacoretas. Un día desapareció sin decir adiós a su hijo.
Edouard Schure – Los Grandes Iniciados
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Krishna, no viéndola ya, fue a buscar al patriarca Nanda y le dijo:
— ¿Dónde está mi madre?.
Nanda respondió, inclinando la cabeza: — Hijo mío, no me lo
preguntes. Tu madre ha partido para un largo viaje. Ha vuelto al país de
donde vino, y no sé cuándo volverá.
Krishna no respondió nada, pero cayó en una meditación tan
profunda que todos los niños se apartaban de él como sobrecogidos por un
temor supersticioso. Krishna abandonó a sus compañeros, dejó sus juegos, y
perdido en sus pensamientos, se fue solo por el monte Meru y erró así
durante varias semanas. Una mañana llegó a una alta cima cubierta de
árboles, desde donde la vista se extendía sobre la cordillera del Himavat.
De repente divisó cerca de él un anciano, de elevada estatura, vestido con el
traje blanco de los anacoretas, en pie bajo los cedros gigantescos, bañado por
la luz matutina. Parecía un centenario; su barba de nieve y su frente
brillaban con majestad. El joven lleno de vida y el anciano se miraron
largo tiempo. Los ojos del viejo se posaban con complacencia sobre
Krishna. Éste quedó tan
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