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La transfiguracion, el resplandor del amor de Dios


Enviado por   •  8 de Abril de 2021  •  Ensayos  •  656 Palabras (3 Páginas)  •  161 Visitas

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La transfiguración del Señor. El resplandor del amor de Dios

Apenas es posible imaginar la extraordinaria belleza, el gran peso de la experiencia que tienen Pedro, Santiago y Juan en el momento de la transfiguración del Señor. Una experiencia tan arrebatadora que la temblorosa expresión que sale de los labios de Pedro, la propuesta de construir tres tiendas, resulta inapropiada, como explican los evangelistas: no sabía lo que decía.

Sin embargo, tal vez sea también nuestra temblorosa respuesta ante las constantes manifestaciones de la belleza de Dios que nos encontramos en el camino de la vida. Una de las definiciones que da santo Tomas de Aquino sobre la belleza es “lo que visto agrada”. Y creo que, sobre todo en nuestro tiempo nos concentramos en el hecho de las cosas nos agraden, sin importarnos a veces su verdadera trascendencia o si sonn buenas realmente para nosotros. La belleza contemplada por Pedro y los otros dos quiere ser como aprisionada por él, en tiendas, donde puedan quedarse para siempre en esa contemplación gloriosa. Tal vez también nosotros queremos construir “tiendas” en las cosas que nos agradan, nos gusta estacionarnos sin más donde nos gusta sin entender el sentido más profundo de esta belleza que al verla nos agrada.

Es san Lucas quien explica en su relato el contenido de la charla que tiene el Señor transfigurado con Moisés y Elías. Se trata de la pasión que está por sufrir en Jerusalén. Este es el verdadero centro de esta manifestación de la gloria de Dios.

Santo Tomás de Aquino también tiene otra explicación de la belleza: el esplendor de la forma. Entendiendo la forma como lo esencial, el centro del que parten todas las determinaciones del ser. Como una semilla que contiene en esencia, en germen, todas las características concretas del árbol que surgirá, hasta la última hoja y rama.

La verdadera belleza de lo que contemplan los discípulos, la esencia, se encuentra en esta pasión para la cual el Hijo es “el elegido” del Padre. De ahí la indicación de escucharlo, pues la verdadera escucha es seguimiento, obediencia. No solo una actitud pasiva de recepción. Por eso la verdadera contemplación de la belleza, de toda belleza no es un estacionarse en el aspecto externo agradable, sino es ir a la esencia de esa belleza y asumirla, hacerla parte de mi esencia. Que en este caso consiste en un seguimiento de la voluntad redentora del Señor, por medio de la pasión. De modo que toda contemplación de la belleza necesariamente despierta compromiso, y es este su verdadera referencia de validez. La verdadera belleza consiste entonces en dar la vida.

Esta experiencia excede en todos los sentidos a los discípulos, y como se hizo notar inmediatamente, puede prestarse a interpretaciones equivocadas. Por lo que tienen que guardar silencio sobre lo contemplado. Silencio necesario para que el corazón, la esencia de nuestro ser, vaya percibiendo la profundidad de lo contemplado. Para entenderlo “más tarde”. Sin embargo, lo que el Señor les ha mostrado no es tanto una anticipación de cómo lo verán ya resucitado, sino precisamente de cómo se encuentra en el momento presente. El rostro luminoso de la determinación por amor, el rostro enamorado por el que uno se percibe amado, el rostro de la verdadera disponibilidad a darlo todo. Y es que la determinación del Señor es un acuerdo del Dios trinitario, manifestado en el Hijo transfigurado, la voz del Padre que lo ha elegido y en él se complace y en la nube del Espíritu que cubre y manifiesta, como el marco que encuadra esta obra de arte. Y también es contenido de esta determinación el acuerdo con el Antiguo Testamento, la ley y los profetas, la verdadera respuesta de amor ante la iniciativa de amor del Dios de la Alianza. Que va a ser concretizada en la Pasión del Señor. El transfigurado es la presentación transparente de lo que Dios está dispuesto a sacrificar, por nosotros, por mi.

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