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Laboremn Exercens


Enviado por   •  14 de Noviembre de 2014  •  2.321 Palabras (10 Páginas)  •  328 Visitas

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1.- EN EL 30 ANIVERSARIO

Escrita para ser publicada el 15 de mayo de 1981, fecha en que se conmemoraba el 90 aniversario de la Rerum novarum, la Laboremn exercens no fue dada a conocer hasta el 14 de septiembre de ese mismo año. Estamos pues a las puertas de celebrar el trigésimo aniversario de su publicación.

La razón de su publicación en recuerdo de la Rerum novarum era continuar con la tradición seguida por los distintos papas sucesores de León XIII de aprovechar diversas fechas conmemorativas de la publicación de la primera encíclica social para recordar con nuevos documentos aquel hecho y a su vez responder a los problemas sociales más acuciantes del momento histórico en que se publicaban estos.[1]

La razón de su publicación cuatro meses después de la fecha prevista fue debida a que, como recuerda el mismo Pontífice en el último punto de la encíclica, la víspera de cuando la había de firmar sufrió el conocido atentado en la Plaza de San Pedro.

La encíclica de difícil lectura supuso una sorpresa por dos motivos: era una reflexión monográfica sobre el trabajo cuando anteriores documentos habían abordado sucesivamente varios temas y además mostraba a un Papa que, pese a que se había manifestado hasta ese momento como conservador en materias de familia, sexualidad y vida eclesial, era en cambio avanzado en lo social.

2.- EN EL CONTEXTO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Hemos dicho que con motivo de fechas conmemorativas de la primera encíclica social, los Papas han ido no sólo recordando aquel documento y el contexto en que se escribió sino que también han tratado de responder, desde el momento histórico en que se publicaban los diversos documentos posteriores, a los problemas nuevos que fueron surgiendo.[2]

Este intento de responder a problemas nuevos, o a los temas de siempre pero desde el contexto diferente de cada época, confirma el carácter dinámico de la Doctrina Social de la Iglesia: “si muchos temas antiguos reaparecen, es para ser integrados en enfoques nuevos, que les otorgan un alcance y un sentido diferentes”[3].

En definitiva lo que la Doctrina Social viene a plasmar es el resultado de una reflexión eclesial sobre diversas situaciones de la vida de las personas en la sociedad y en el contexto internacional, reflexión que evoluciona en la medida en que la sociedad avanza y va planteando nuevos retos a los hombres y mujeres de cada época. Así lo entendió Juan Pablo II cuando definía la Doctrina Social de la Iglesia como “la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial”[4]

También dijimos en el punto anterior que Laborem exercens es una encíclica monográfica sobre el tema del trabajo, pero ahora hemos de afirmar que su objetivo es más ambicioso que reflexionar sobre el trabajo: trata de hacer una reactualización de toda la doctrina social bajo el prisma del trabajo hasta el punto de que, como veremos más adelante, la propiedad va cediendo su puesto prioritario a favor del trabajo.[5] Y todo ello porque como se nos dice en la misma encíclica “la Iglesia está convencida de que el trabajo constituye una dimensión fundamental en la existencia del hombre en la tierra”[6].

Aquí ya podemos intuir la intención de la encíclica y la importancia que le da al trabajo. El trabajo constituye una dimensión de la persona y la persona humana, por ser imagen de Dios es el principio frontal de la Doctrina Social de la Iglesia que ha tratado siempre de que, inspirados en ella, los cristianos individualmente o en grupo se constituyan “como un gran movimiento para la defensa de la persona humana y para la tutela de su dignidad……….”[7]

Lo que nos lleva necesariamente a situar la Laborem exercens en su contexto histórico.

3.- EL CONTEXTO HISTÓRICO DE LA LABOREM EXERCENS

Como hemos afirmado Laborem exercens fue publicada el año 1981 cuando se cumplían los 90 años de la Rerum novarum.

A la época ilusionante que a nivel eclesial representaron Mater et magistra, Pacem in terris, Vaticano II y Populorum progressio, y que a nivel de la sociedad civil supusieron el fin de la guerra fría, el aumento de la conciencia de las desigualdades y la necesidad de combatirlas y el Mayo francés con su inolvidable consigna “seamos realistas, ¡pidamos lo imposible”, época que los estudiosos definen como la del optimismo ambiental, siguió una época de desánimo en la sociedad y en la Iglesia: las cosas no iban tan rápidas como era de esperar y la crisis del petróleo, el año 1973, supondría el inicio de una era de desencanto y caída de valores tradicionales.

La crisis vino provocada por la decisión de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) de triplicar en pocos meses el precio de los crudos con un doble objetivo: avisar de la posibilidad de que se agotasen los recursos, pero sobre todo reclamar una mayor participación del tercer mundo en la distribución de la renta mundial.

Las consecuencias de esta medida sería muy complejo analizarlas en su totalidad en un trabajo como el presente, pero baste para lo que aquí pretendemos con afirmar que, tras la conocida como crisis del petróleo, el paro comienza a verse como un fenómeno de carácter no transitorio, sino permanente y estructural. Como dice el profesor Camacho, antes de esa crisis “se había consolidado así una sociedad cuyo eje central es el trabajo productivo y remunerado: y este hecho no pertenece sólo al sistema económico vigente, forma parte de la misma cultura moderna occidental. El trabajo así entendido desempeña múltiples e importantes funciones en nuestro universo cultural. No es sólo la fuente fundamental de acceso a la renta. Es mucho más: es la forma por excelencia de realización personal y de integración en la vida social”[8].

Si el trabajo como afirmábamos antes se concibe en Laborem exercens como una dimensión fundamental de la existencia humana sobre la tierra, se puede entender la preocupación de Juan Pablo II ante una situación de crisis que, negando a las personas el trabajo, las privaba de una dimensión tan fundamental como la de ser partícipes en la obra creadora de Dios y en la obra redentora de Cristo.

¿No nos recuerda nada aquella situación a la actual de crisis económica mundial que en nuestro país nos tiene a las puertas de los cinco millones

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