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CARTA ENCÍCLICA LABOREM EXERCENS DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II

nathalie.castroApuntes11 de Mayo de 2017

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UNIVERSIDAD CATOLICA BOLIVIANA “SAN PABLO”

Nombres: Nathalie Castro Inofuentes                    Docente: Ing. Cecilia Ligia Lazarte Suarez

                   Samuel Alvestegui Montalvo                 Fecha: 02 de Mayo de 2017

 Roger Gutierrez Loza

 Jhon Erick Conti Escobar

CARTA ENCÍCLICA
LABOREM EXERCENS
DEL SUMO PONTÍFICE
JUAN PABLO II

  1. Contexto (histórico, social, económico y político)
  1. Histórico

Laborem exercens fue publicada el año 1981 cuando se cumplían  los 90 años de la Rerum novarum, la época que representaron las siguientes encíclicas  Mater et magistra, Pacem in terris, Vaticano II  y Populorum progressio.

A nivel de la sociedad civil supusieron el fin de la guerra fría, el aumento de la conciencia de las desigualdades y la necesidad de combatirlas, y el Mayo francés de 1968, época que se define como la del optimismo ambiental, siguió una época de desánimo en la sociedad y en la Iglesia, y la crisis del petróleo, el año 1973, supondría el inicio de una era de desencanto y caída de valores tradicionales.

La crisis vino provocada por la decisión de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) de triplicar en pocos meses el precio de los crudos con un doble objetivo: avisar de la posibilidad de que se agotaran los recursos, pero sobre todo reclamar una mayor participación del tercer mundo en la distribución de la renta mundial.

Tras la conocida como crisis del petróleo, el paro comienza a verse  como un fenómeno de carácter no transitorio, sino permanente y estructural. Como dice el profesor Camacho,  antes de esa crisis “se había consolidado así una sociedad cuyo eje central es el trabajo productivo y remunerado: y este hecho no pertenece sólo al sistema económico vigente, forma parte de la misma cultura moderna occidental. El trabajo así entendido desempeña múltiples e importantes funciones en nuestro universo cultural. No es sólo la fuente fundamental de acceso a la renta. Es mucho más: es la forma por excelencia de realización personal y de integración en la vida social”.

Si el trabajo como afirmamos antes se concibe en Laborem exercens como una dimensión fundamental de la existencia humana sobre la tierra, se puede entender la preocupación de Juan Pablo II ante una situación de crisis que, negando a las personas el trabajo, las privaba  de una dimensión tan fundamental como la de ser partícipes en la obra creadora de Dios y en la obra redentora de Cristo.

  1. Social

La cuestión social no ha dejado de ocupar la atención de la Iglesia y esto lo comprobamos viendo los numerosos documentos, declaraciones y actividades que han hecho al respecto. Un ejemplo importante es “La Pontificia Comisión Justicia y Paz”. El compromiso a favor de la justicia debe estar íntimamente unido con el compromiso a favor de la paz en el mundo contemporáneo, para evitar experiencias como las dos guerras mundiales. La distribución desproporcionada de riqueza y miseria, la existencia de países y continentes desarrollados y no desarrollados, exigen una justa distribución y la búsqueda de vías para un justo desarrollo de todos.

El trabajo es un elemento fijo de la vida social y de la Iglesia. Este se remonta al Génesis, pero ha adquirido mayor atención en los últimos 90 años. El trabajo humano es la clave esencial de la cuestión social, desde el punto de vista del bien del hombre. La solución gradual de la cuestión social debe buscarse en la dirección de hacer la vida humana más humana, entonces la clave es que el trabajo humano, adquiere una importancia fundamental y decisiva. 

La Iglesia está convencida de que el trabajo humano constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra. Esto lo saca de la fuente de la Palabra de Dios revelada y por ello lo que es una convicción de la inteligencia adquiere a la vez el carácter de una convicción de fe.

El hombre mediante su trabajo se va haciendo cada vez más dueño de la tierra, confirmando su dominio sobre el mundo visible. La técnica consiste en someter la tierra mediante el trabajo del hombre. Emerge así el significado del trabajo objetivo. 

Con el tiempo se han desarrollado mecanismos más perfectos para “someter la tierra” esto llevó a la revolución industrial, y en consecuencia se dictó la “Cuestión Obrera” de León XI. La técnica es el conjunto de instrumentos de los que el hombre se vale en su trabajo, esta facilita el trabajo, lo perfecciona, lo acelera y multiplica. Por otro lado, la técnica puede ser adversaria al hombre, ya que la mecanización del trabajo suplanta al hombre quitándole toda satisfacción personal y el estímulo de toda creatividad y responsabilidad. Con respecto a la técnica surgen interrogantes las cuales se refieren al trabajo humano con relación al sujeto. Estas interrogantes de carácter ético y social, son un desafío continuo para los gobiernos de los estados, organizaciones internacionales e Iglesia. 

Bajo la mirada objetiva, el trabajo se entiende como el proceso mediante el cual el hombre somete a la tierra, en esta definición el hombre se presenta como el sujeto que domina la tierra. El dominio hace alusión al sentido subjetivo, que es el lado de la ética del trabajo, y es aquí en donde se deben buscar las fuentes de la dignidad del trabajo. El primer fundamento del valor del trabajo es el hombre, el hombre está destinado y llamado al trabajo, pero ante todo el trabajo está en función del hombre, y no el hombre en función del trabajo. La finalidad del trabajo pertenece al hombre mismo. 
La verdad cristiana sobre el trabajo debe contraponerse a las diversas corrientes economistas y materialistas. Las visiones economistas y materialistas entienden y tratan al trabajo como una especie de mercancía, que el trabajador vende al empresario. Esto se dio en el siglo XIX pero el peligro de considerarlo así, siempre está. 

  1. Económico

El trabajo ha sido planteado como un conflicto entre el mundo del capital y el mundo del trabajo. Tal conflicto ha surgido por el hecho de que los trabajadores, ofreciendo sus fuerzas para el principio del máximo rendimiento, trataban de establecer el salario más bajo posible. Hay que añadir la falta de seguridad y las garantías sobre las condiciones de salud y de vida de los obreros y sus familias. 

El conflicto real, que existía entre el mundo del trabajo y el mundo del capital se ha transformado en una lucha programada de clases llevada con métodos, no sólo ideológicos, sino incluso políticos. 

El principio de la prioridad del trabajo frente al capital se refiere directamente al proceso mismo de producción, al cual el trabajo es siempre una causa primaria, mientras que el capital siendo un conjunto de los medios de producción es sólo un instrumento.

El trabajo es más importante que el capital y la técnica, ya que de este nacen estas dos. Capacidad de trabajo requiere de una preparación e instrucción adecuada.

De ningún modo se puede contraponer el trabajo al capital, ni el capital al trabajo. La ruptura de este pensamiento ha tenido lugar en la mente humana después de un largo periodo de incubación en la vida práctica. El error del economismo es considerar que el trabajo humano es simplemente mercancía. Se puede, y se debe, llamar este error fundamental del pensamiento un error del materialismo en cuanto que el economismo.

Este error práctico ha perjudicado al trabajo humano. Este se supera, cambiando la práctica y la teoría, en cuanto la primacía de las personas sobre las cosas. 
Históricamente siempre ha existido el problema de la propiedad en la producción económica. En este tema la Iglesia se aparta radicalmente del programa del colectivismo, proclamado por el marxismo y realizado en diversos países del mundo. 

La tradición cristiana no ha sostenido nunca como absoluto e intocable el programa del capitalismo, practicado por el liberalismo. Al contrario, siempre lo ha entendido en el contexto más amplio del derecho común de todos a usar los bienes de la entera creación: el derecho a la propiedad privada como subordinado al derecho al uso común, al destino universal de los bienes. 

La propiedad no puede ser poseída contra el trabajo, no puede ser ni siquiera poseída para poseer, porque el único título legítimo para su posesión es que sirvan al trabajo. 

El hombre no solo trabaja por la remuneración. Tiene que ser consciente de que está trabajando en algo propio. Si esto no ocurre, surgen daños no solo económicos, sino daños para el hombre. El trabajador no puede sentirse un simple instrumento de la producción.

  1. Político

Sitúa los derechos de los trabajadores en el contexto de los derechos humanos, de los derechos fundamentales de la persona.

Aparece como original aportación de la encíclica el concepto de empresario indirecto, que se puede aplicar a todas las personas, instituciones, contratos colectivos y los principios de actuación que determinan todo el sistema socioeconómico o que se derivan de él, en definitiva  la sociedad y el Estado, que debe realizar una política laboral justa.

Es tarea del Estado, del empresario indirecto,  propiciar el marco legal adecuado para crear puestos de trabajo y las ayudas a los desempleados y además ese marco es el mejor criterio para juzgar cualquier sistema económico. Una vez creado el marco legal y las condiciones por el empresario indirecto, la encíclica se refiere al empresario directo, el que emplea. Al  marco de relaciones trabajador-empresario directo corresponde la remuneración del trabajo, el salario familiar, las ayudas sociales y la conciliación de la vida familiar.

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