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lizoooo21 de Agosto de 2014
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El Sentido Hospitalario desde Moctezuma hasta la Colonia.
En la publicidad turística se alude al carácter hospitalario del mexicano y a la delicadeza con que practica el arte del buen anfitrión con el turista.
"El que se porta gentil y cortésmente con los extranjeros, demuestra ser ciudadano del mundo", decía Francis Bacon.
"Esta es su casa", es un saluda ya clásico, cuyo antecedente histórico más antiguo procede del mismo Moctezuma.
Esta conducta hospitalaria del maya prehispánico tiene dos orígenes: uno económico; religioso el segundo.
Ello ocurre, por que en la mente primitiva, el peregrino que solicita hospitalidad es un ser desconocido que puede tener tanto de misterioso, como también algo de divino y de allí, surge el precepto religioso.
Generalmente, el trato respetuoso y la finura de modales son producto de convencionalismos sociales, pero en gran medida, en el México prehispánico tenían un fondo moral. Ningún hombre descortés, vanidoso y vulgar era elegido dignatario.
Era ideal que un hombre educado se mostrara humilde y nunca arrogante: "sabio, prudente, pacífico y tranquilo."
La Primera Cadena Mesonera en la Nueva España y el Cabildo. Primera Reglamentación Hotelera.
El tráfico español recién establecido en la Nueva España, generó en la frecuentada ruta Veracruz-México, la necesidad de formar los primeros mesones virreinales; antecedente de lo que andando el tiempo multiplicaría su denominación, aunque no siempre sus funciones: Ventas, Hosterías, Posadas (Inns), Paradores, Casas de Huéspedes, Hoteles, Moteles, Famiteles, Condoteles, Apartamentos con Servicio de Hotel, Suites, Apartohoteles, Econohoteles, Casas Rodantes (Trailers), Albergues y Mesones, que con nueva dinámica y con cambios fundamentales, continuaban en Nueva España la tradición hospitalaria de los albergues prehispánicos.
Los dos primeros mesones de lo que se tiene noticia fueron establecidos fuera de la capital de la Nueva España.
El expansionismo español inauguró nuevas rutas camineras en el Virreinato. Juan de la Torre estableció una Venta en el camino de Michoacán.
Francisco de Aguilar, el primer mesonero de la Nueva España, descubrió que la agudeza empresarial aconsejaba crean una "Cadena Mesonera".
La Ciudad de México ingresó el 1 de Diciembre de 1525, en la era de los mesones.
El Cabildo reglamentaba la actividad mesonera; control gubernamental que durante cuatro siglos se ha mantenido, hasta el que hoy es ejercido por la Secretaría de Turismo en lo que refiere a la fijación de tarifas de hospedaje, alimentos y bebidas, en hoteles y restaurantes.
Debemos al propio Hernán Cortés, el origen de esta política que regula precios e impone sanciones en el campo de servicio que hoy denominamos turístico.
Cuando se extiende la "mesonización" en la Nueva España y el Cabildo legisla la actividad hospedera, deben también normar, otra no menos socorrida por lo forasteros; la venta de licores. Ninguna persona podía tener tabernas ni vender vino, si no era en los lugares señalados por la Ciudad.
El desarrollo de la Nueva España entre 1526 y 1531, en materia de tráfico humano y de afán de colonización, puede detectarse por la frecuencia con la que el Cabildo de la Ciudad autoriza la fundación de nuevos Mesones y Ventas.
Dos Baluartes Femeninos en la Hotelería Novohispana.
La intrépida presencia femenina en los timones empresariales de la mesonería novohispana tiene sus orígenes en el haber de Doña Marina, quien, en la segunda década del siglo XVI, inaugura históricamente en México, la presencia femenina en el campo del hospedaje, al abrir una Venta adelante de Cuajimalpa -en lo que hoy es el Distrito Federal-, en un punto aún denominado "La Venta de Doña Marina".
Otro personaje, espadachín consumado, que en la punta de su espada portada el acta de su liberación como mujer, desembarcó en el estado de Veracruz, parapetado tras el nombre de Alonso Rodríguez. En realidad, era Catalina de Erauzo, la celebérrima Monja Alférez.
Entre aventura y aventura, Catalina montó un lindo negocio: una empresa de arriería que cubría la entonces socorrida ruta México-Veracruz.
La Sustitución del Albergue Indígena.
Al sustituir al Albergue Indígena, el Mesón Virreinal inauguraba tres tipos de hospedaje hasta entonces ignorados, y que aludían a categorías sociales y económicas derivadas de la lucha de clases.
Mesón de Tercera Clase: Los de más Baja Categoría y Precio.
Su clientela favorita estaba constituida por lo indígenas que pagaban el servicio con granos de cacao, pues la moneda, o estaba en proceso de institucionalizarse o aún no era aceptada por completo.
Contaba con un modesto, sucio petate, que demarcaba el espacio al que tenía derecho el huésped, quien, por estrictas razones de economía, frecuentemente lo compartía con otro huésped; alternativa no del todo despreciable en época de frío.
La cochambrosa cocina servía de "comedor". Los viajeros experimentados optaban por recurrir a su propio "itacate" y llevar a sus bestias a la fuente pública más próxima , pues en el Mesón, el servicio de agua se cobraba. De sanitarios, "ni hablar".
Los Mesones de Segunda Categoría.
Brindaban comodidades ligeramente mayores: ofrecían habitaciones semi-privadas, y la cocina ostentaba una mesa y dos largas bancas comunales de madera; los sanitarios se localizaban en el traspatio. Los clientes eran pobres, todos ellos, pero mucho más pudientes que los paupérrimos indígenas.
Los Mesones de Primera Categoría.
Antecesores de las "Posadas", como éstas lo fuesen de los Hoteles. Se concentraban en áreas céntricas de las ciudades. ¿La clientela?: el comercio venido del interior, el caballero acompañado de su esposa e hijos, el hacendado y el alto clero. ¿Motivaciones de estos viajeros?: el comercio al mayoreo, la venta de los productos de las haciendas, las fiestas religiosas, el pago del diezmo, la toma de posesión del señor virrey o del nuevo arzobispo.
Baños, no. Si el viajero exigía este servicio tan desusado, de la bodega se sacaba una tina circular, originalmente de madera y después de lámina, que se colocaba en el centro del cuarto para ser llenada con ollas de agua caliente y fría.
En territorio tan dilatado como el de la Nueva España, el albergue público, aquel sujeto a una tarifa, no era el único que operaba en caminos, poblados y ciudades.
Los Caminos Virreinales y la Formación del Patrimonio Turístico de México.
Durante los tres siglos del México Virreinal, si hubo "actividad turística", aunque de naturaleza muy especial. No hubo movimiento del turismo masivo, salvo el de las peregrinaciones religiosas de la Virgen de Guadalupe y del Señor de Chalma. También se registraba el "turismo de ferias" como, por ejemplo, el atraído por las Ferias de San Juan de los Lagos y la de San Marcos, que aún perduran. Pero la aportación de las carreteras virreinales al turismo, no fue precisamente el tránsito de viajeros, sino los medios que aportaron para que fuera creada una parte muy importante del patrimonio cultural del país. Fue así, que durante esa etapa histórica fueron localizados e identificados gran parte de los parajes que ahora se "venden" al turismo nacional y extranjero. Para sólo mencionar algunos, baste citar las playas de: Acapulco, Barra de Navidad, Veracruz y San Blas; los lagos de Pátzcuaro, Chapala, Catemaco y Tequesquitengo; las aguas termales de Ixtapan de la Sal y las de Tequisquiapan, los volcanes nevados, la Barranca del Cobre y mil lugares más.
¿Y qué decir de las ciudades-museo como Taxco, San Miguel de Allende, Zacatecas, Puebla, Guanajuato y Querétaro?
Todos los hombres y todos los materiales dedicados a edificar tamaña grandeza, viajaron por los caminos virreinales.
Sí, fue durante el virreinato que se formó por descubrimiento, por adopción o por creación, gran parte del acervo humanístico del Turismo en México. En todo ello hubo comunicación y como la única comunicación de entonces eran los caminos, a los caminos de ayer se deben en gran parte, el placer de los atractivos que los caminos de hoy brindan al turista.
Para fines de la época virreinal, ya existían aproximadamente veinte posadas y treinta mesones importantes.
Los Mesones del Siglo XVII Descritos por sus Huéspedes.
Fray Agustín de Betancourt (Betancourt) (1620-1700), quien en 1698 publicó su "Teatro Americano", reporta que para esa época, en la Ciudad de México:
"Hay mesones y hospederías para caballeros y plebeyos, bodegones donde comen, garitas en las plazas donde hay quienes baten chocolate y cocineras que venden sus guisados..."
Procedente de Nápoles, Juan Francisco Gemelli Carreri llegó a la Nueva España el 21 de enero de 1697, después de realizar un viaje sorprendente: Italia, Africa del Norte, Asia Menor, India, China, Filipinas y Acapulco. En su "Viaje Alrededor del Mundo", en páginas dedicadas a la Nueva España, alude frecuentemente a las Ventas y venteros, Hosterías y hosteleros que debió visitar.
A poco
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