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Teologia De Las Grandes Cartas


Enviado por   •  3 de Febrero de 2015  •  1.016 Palabras (5 Páginas)  •  370 Visitas

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TEOLOGIA DE LAS GRANDES CARTAS.

Una exposición completa de la doctrina en las cuatro grandes cartas nos demostraría que, para el apóstol, el catecismo sigue siendo lo fundamental (se podría demostrar con textos de todas las cartas) y que toda su teología nace coherentemente de su catecismo y se entiende mejor a la luz de aquél. Además, en todos los capítulos de esa doctrina encontraríamos auténtica teología original, digna de ser estudiada.

La visión teo-antropológica del apóstol tiene un punto de partida que es el pecado; sigue un intento fallido de salvación, la Ley; empieza propiamente con una iniciativa divina que es la«gracia», repetidamente llamada «justificación», la cual pasa por una respuesta humana, que es la fe.

1. El pecado de la humanidad

a) Las Cartas a los Corintios

La visión específicamente cristiana empieza con el kerigma, según el cual Cristo murió «por nuestros pecados» (yper ton amartión émón: 1 Cor 15,3; Gal 1,4 pecado (2 Cor 5,21). ): no «conoció pecado», pero Dios lo hizo «pecado-por-nosotros», es decir, sacrificio por el pecado (2 Cor 5,21).

Y ahí empieza Pablo a reflexionar en el sentido de que la muerte de Cristo no puede resultar inútil por innecesaria: si la redención resultara falsa, estaríamos todavía «en nuestros pecados» (1 Cor 15,17)

«El aguijón de la muerte es el pecado y la fuerza del pecado es la Ley» (1 Cor 15,56).

b) La Carta a los Gálatas

La Carta a los Gálatas habla más de la Ley que del pecado. Desde un punto de vista semántico, hay que observar que, tanto en 1 Cor 15,56 como en Gal 3,22, la palabra «pecado» (amartia) ha cobrado un sentido nuevo: ya no es el pecado como hecho singular, sino que está «globalizado», como un poder que me domina y me induce a pecar.

c) La Carta a los Romanos

En el contexto, pregunta si «es pecado» (¡en el sentido más normal!) comer carne. Responde que será pecado para aquel que «crea» que lo es. Es decir, que ahí la palabra «fe» tiene un sentido distinto; pero la palabra «pecado» no.

En los textos aludidos, «pecado», en singular y frecuentemente con artículo, toma una especie de personalidad propia, pero no para significar, como en los textos anteriores, «actos malos», sino una especie de poder maléfico que nos conduce a ellos. Estar «bajo el pecado» (Gal 3,22; Rom 3,9; 7,14) significa estar bajo ese poder; consecuentemente, se dice que «el pecado reinó» (5,21; 6,12) o que «no dominará» (6,14), que no debemos presentarnos a él para servirle como «esclavos» (w. 6.16s.20) que van a recibir una «paga» miserable (v. 23), aunque el punto de partida es que estábamos «vendidos» a él (7,14). En esta línea, se dice que el pecado «habita» en nosotros (w. 17.20), «lucha contra» nosotros hasta «hacernos cautivos» e su «ley» (v. 23). Esa «ley del pecado» (v. 25; 8,2) no se identifica, como veremos, con la Ley de Moisés (que es Ley de Dios) pero resulta en la práctica más fuerte que ella.

El recurso

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