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Toda La Armadura De Dios

Walgonza12 de Noviembre de 2013

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"TODA LA ARMADURA DE DIOS"

(Efesios 6: 10-20)

No olvidemos nunca, amados hermanos, que todos los esfuerzos que multiplica Satanás contra nosotros tienen por fin separarnos de las cosas celestiales, separarnos de Cristo. Satanás intenta interponerse entre nosotros y Cris¬to, entre nosotros y las cosas celestiales para que no disfrutemos de ellas o para que perdamos el gozo que ellas nos proporcionan. Obra con el fin de quitar a Cristo, de hacer desaparecer el cielo de delante de nuestros ojos. Por un lado, hace alarde de todos sus artificios, y por otro, de todo su po¬der con el fin de espantarnos, para impedir que sigamos adelante, o para hacernos retroceder.

En el desierto del Sinaí y en Canaán, el pueblo de Israel nos da un ejemplo de lo que es la lucha contra Satanás: al atravesar la soledad de¬sértica, Amalec (figura de Satanás obrando por medio de la carne) entor¬pece la marcha de ellos. Cuando los Israelitas hubieron atravesado el Jordán, el enemigo levantó una fortaleza para impedir que tomasen posesión del país; por fin, cuando entraron en el país, redobló sus esfuerzos para impedirles que se mantuvieran en esa posesión o conquista y sacasen provecho de ello; pues para gozar de las cosas celestiales hay que haber pisado cada porción del país de la promesa, es decir, haberlo recorrido en todos los sentidos. Tenemos que tomar posesión gradualmente del mismo, y es precisamente a ello que se opone Satanás.

La epístola a los Efesios nos introduce directamente en el cielo. Somos bendecidos "con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo" (Efesios 1:3); ella nos presenta "santos y sin mancha delante de Dios en amor" (Efesios 1:4 - RCR1909); nos da una herencia, una parte o porción con Cristo; nos hace sentar en lugares celestiales en Él; nos introduce en la plena y entera posesión de las cosas celestiales en Cristo antes de que entremos en la gloria.

Al final de la epístola, vemos que se trata ahora de luchar para que Satanás no nos impida gozar de estos bienes. El enemigo dispone de dos armas, tan peligrosa una como otra.

La primera, mencionada en 1 Corintios 15:12; 2 Tesalonicenses 2:2 y 2 Timoteo 2:18, son las falsas doctrinas, arma que introduce encubiertamente en la Iglesia, entre los hijos de Dios. Mediante esta estratagema, intenta hacernos despreciable la persona de Cristo, separarnos de Cristo, arrebatarnos el gozo de las cosas celestiales, y robarnos nuestra esperanza.

La segunda arma, tema principal de este pasaje, arma que maneja con frecuencia y contra la cual tenemos que luchar, es el mundo, hacia el cual quiere atraer nuevamente nuestros corazones y pensamientos; con dicha arma él quiere que nos establezcamos, que nos tendamos a nuestras anchas en medio de los muertos, en medio de las tinieblas; como si perteneciéra¬mos a ellos. Nos hace cerrar los ojos a nuestra esperanza, a la esperanza de la venida de Cristo, y cuando lo consigue, el mundo ya no puede reco¬nocernos como cristianos que esperan al Señor. Lo principal para Satanás es quitarnos el gozo de las cosas celestiales, ocultárnoslas, robarnos la luz, asimilarnos al mundo, a las tinieblas, hacer de nosotros, en vez de una "epístola (o carta) de Cristo" (2 Corintios 3:3 - VM), conocida y leída por todos los hombres (2 Corintios 3:2), una carta del mundo, conocida y leída por el mundo.

Queridos hermanos, allí está el peligro para nosotros hoy en día, y casi siempre es al mismo peligro que aluden los pasajes refiriéndose a la lucha cristiana. Consideremos pues, tres de ellos en las epístolas del Após¬tol Pablo a los Romanos, a los Tesalonicenses y a los Efesios.

Veamos primeramente ROMANOS 13: 11, 12 y 14: "conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz..." "Vestíos del Señor Jesucristo..." Satanás se las ingenia para que los cristianos pertenezcamos a las tinieblas y perdamos así de vista la espe¬ranza que está delante de nosotros. Pero consideremos a un cristiano que lucha, habiéndose vestido de una armadura que le protege en medio de las tinieblas: esta armadura es la misma luz, y ya que de vistió de esas armas de luz, ya que la luz es su arma, ¿cómo podrían influir las tinieblas sobre él? Si yo estoy vigilando, el mundo reconocerá que algo me separa o distin¬gue del ambiente mundano. El solo hecho de vigilar demuestra que no per¬tenezco a las tinieblas y que estoy esperando aquella salvación "que está más cerca" que cuando yo creí.

Ahora bien, en 1 Tesalonicenses 5: 4 - 8, vemos que cuando realizamos esto, todo el poder de Satanás ya no puede hacer nada en contra nuestro: "Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios." (¡Lo contrario de lo que es el mundo!) "Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo." He aquí lo que necesitamos para luchar contra el sopor espiri¬tual que nos impide esperar a Jesús viniendo del cielo.

Tenemos en esos versículos tres partes que constituyen una coraza o armadura completa. Si en el primer capitulo de 1 Tesalonicenses vemos que la fe, el amor y la esperanza son las características de la marcha cristiana (1 Tesalonicenses 1:3), vemos aquí que estas cosas son las verdaderas armas para re¬sistir a Satanás. Si Cristo es el objeto tanto de mi afecto como de mi fe, si su venida es el motivo de mi esperanza, es imposible que yo caiga en el sopor espiritual. Mi corazón está lleno de un tan excelso tema que me im¬pide dormitar. Tengo, como yelmo protegiendo mi cabeza, la esperanza de salvación. La armadura que se nos exhorta a vestir hace que podamos resistir ese sopor en el cual Satanás trata de hacernos caer.

El ministerio del apóstol tenía que enfrentarse de modo especial con el ya mencionado primer acometimiento de Satanás: las falsas doctrinas. 2 Corintios 6:7 alude a eso. Pablo entraba en la lid bien pertrechado, con "armas de justicia a diestra y a siniestra", para poder resistir en lugar de otros. Pero notemos que él iniciaba la lucha hiriéndose a sí mismo (1 Corintios 9:27). Lo mismo que en Hebreos 4:12, la espada ha de aplicarse primeramente a nuestra propia conciencia, antes de que podamos valernos eficazmen¬te de ella contra el enemigo.

Tengamos pues cuidado, nosotros también, de no sucumbir al sueño. Cada uno podrá reconocer o confesar que es su propia tendencia, pero que también hay momentos en que el Señor nos despierta y nos da refrigerio espiritual, hay momentos en los cuales todos tenemos los ojos abiertos. ¿Cuanto tiempo dura eso? ¿Cuánto tiempo permanecemos sobrios? ¿Cuánto tiempo estamos velando? Pronto nuestros párpados se hacen pe¬sados, los ojos se van cerrando, nos acomete el sueño: ya estamos hun¬didos en las tinieblas, en el mundo, y Cristo pierde el precio que tiene para nuestras almas, ha prevalecido el poder de Satanás. Si nosotros estamos durmiendo o somnolientos, Satanás, en cambio, está siempre alerta, merodeando, "alrededor buscando a quien devorar" (1 Pedro 5:8), enfriando nuestros corazones y desviando el amor que profesamos a Cristo.

En tercer lugar, consideremos la "armadura de Dios" tal como nos la describe el apóstol en EFESIOS 6: 10-20. Para que podamos resistir, nos dice: "Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo." No lo olvidemos: tenemos que revestirnos de la armadura antes de que vengan los días malos. Toma tiempo el vestirse de una armadura, y el enemigo se nos presenta siem¬pre de modo repentino. No, hermanos, hay que estar siempre bajo las ar¬mas. Cuando vienen los malos días tenemos que haber sido ejercitados por Dios, y estar en posesión de todas las armas que Dios pone a nuestro al¬cance. Es preciso que éstas nos vistan de pie a cabeza, para estar listos en los días malos y permanecer firmes. A ello alude Pablo cuando dice: "para que podáis resistir en el día malo." No basta vencer una vez: hay que que¬dar firmes durante todo el tiempo de nuestra peregrinación.

El apóstol sabe que somos incapaces de resistir por nosotros mismos el poder del enemigo, y dice: "fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza"; detallando luego la armadura, describe sus dos partes. La primera parte es la parte defensiva, lo que podemos llamar las armas «pasivas». La segunda es la parte ofensiva, o las armas «activas». No se puede tomar la ofensiva sin haberse vestido previamente de toda la arma¬dura. Examinemos pues las dos partes de la misma.

I.- Todas las piezas de la ARMADURA DEFENSIVA son cosas ab¬solutamente prácticas. Se trata de un estado práctico, y de ninguna ma¬nera de una posición o de conocimientos doctrinales.

1) "Ceñidos vuestros lomos" es la primera parte de dicha ar¬madura: "ceñidos vuestros lomos con la verdad." (Efesios 6:14). El cinto ha de ceñir nuestros lomos, es decir lo que hay de más íntimo, el hombre inte¬rior. Se aplica para fortalecerle. Este cinto es pues figura de la forta¬leza, la cual fortaleza

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