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Un trono inamovible


Enviado por   •  13 de Noviembre de 2021  •  Apuntes  •  2.713 Palabras (11 Páginas)  •  139 Visitas

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Un trono inamovible.

Base bíblica: Isaías 9:6-7

“Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable, consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. El aumento de su soberanía y de la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afianzarlo y sostenerlo con el derecho y la justicia desde entonces y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto.” (LBLA)

Hoy sentí la necesidad de hablar de esto debido a que, durante toda mi vida me ha tocado vivir sucesos que causan impacto a nivel nacional, o mundial y, siempre que se escuchaba una noticia sensacionalista, muy extrañamente se sentía un ambiente de miedo e incertidumbre dentro de la iglesia. Que si el fin del mundo iba a ser en el año 2000, luego que en el año 2006, en el mes 06, en el día 06 iba a suceder algo terrible porque era el 06/06/06. En fin, siempre estuve rodeado de esta especie de alarma que existía en el mundo, y hoy, que puedo hacer un análisis retrospectivo, volteo a ver cómo me sentía y pienso que los más asustados siempre eran los cristianos. Y los veías asustados diciendo: Cristo viene. Es que ya Cristo viene. Como si eso fuera una mala noticia.

Yo personalmente atribuyo esos temores en el corazón del creyente a que la mayoría no es plenamente consciente de que el que está sentado en el trono es Cristo. Y pareciera que, tal como los judíos nosotros esperamos un Mesías diferente, y hoy se predica un Cristo y un evangelio totalmente diferente al que nos muestran las Escrituras. Un evangelio lleno de promesas y prosperidad efímera, terrenal; y un Cristo que pareciera mas un mesero que El Rey de reyes y Señor de señores, dispuesto y a la orden para cumplir todos y cada uno de tus deseos. No terminamos de entender esas palabras de Jesús cuando nos dijo que nuestro mayor tesoro debe estar en el cielo; un tesoro eterno, que no se corrompe, porque donde esté nuestro tesoro, ahí estará nuestro corazón. Vivimos muy preocupados de lo que sucede en este mundo, que tal parece que no entendemos que Dios es quien tiene completo control de todo lo que sucede o deja de suceder. Y que, si sucede, es porque Dios así lo ha querido. Y lo ha querido así para manifestar su eterno poder, determinando sus planes con completa sabiduría. A veces reaccionamos a lo que sucede como si Dios estuviera cometiendo un error con lo que permite que llegue al mundo o a nuestra vida, pero la palabra de Dios nos deja una cosa muy clara: Él es el alfarero, nosotros el barro. Vivimos cuestionando a Dios como si nosotros fuéramos más sabios que Él, se nos olvida Su soberanía. Pues, ¿Quién puede enderezar lo que Dios ha torcido? (Eclesiastés 7:13), es como le dijo Dios a Pablo: “dura cosa te es dar coces contra el aguijon” (Hechos 26:14) Unas versiones de la Biblia usan la expresión “¿Qué ganas con luchar en contra de mi voluntad?”

Acabamos de leer (En Isaías 9:6-7) una promesa gloriosa. El pueblo de Israel vivía bajo una sola esperanza: que el reino de Dios fuera establecido en la tierra. Vivian (o viven) bajo la promesa de recibir un Mesías, un rey que les diera libertad. Esta promesa vive en el corazón del pueblo judío desde el Génesis. Vemos en Génesis 3:15 la primera proclamación de la victoria de Cristo sobre satanás. El Señor dijo a la serpiente: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” Este es el inicio de un plan que estaba preparado desde antes de la fundación del mundo, con el fin de manifestar el poder y señorío de nuestro Dios. Es Dios mismo, prometiendo desde el principio la victoria sobre el pecado, la muerte, satanás y el infierno, mediante Jesucristo, nuestro Rey eterno, príncipe de paz. Y, mucho tiempo después de haber sido hecha la promesa en el Edén, muchos años después de que Dios proclamara victoria segura, podemos leer en Isaías aun con esa esperanza en el corazón, y con una esperanza talvez más viva que nunca, recibiendo Palabra de Dios diciendo: “… el aumento de su soberanía … no tendrá fin … sobre su reino …” (Isaías 9:7)

Y aunque, la promesa fue echa a Abraham y a su descendencia, nuestro Dios prometió bendecir a todas las naciones de la tierra (Génesis 22:18) y en el nuevo pacto, nuestro Dios proclama “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, entonces sois descendencia de Abraham, herederos según la promesa.” (Gálatas 3:28-29). El Señor ha prometido extender su reino a todas las naciones, hasta lo último de la Tierra, proclamando con esto nuestro Dios, ser Señor de todo, Rey soberano, sobre todo, porque “suya es la Tierra, el mundo y los que en el habitan” (Salmo 24:1) ¡Nuestro Dios reina por siempre!

Estoy completamente seguro que los hombres de Dios del Antiguo Testamento habrían dado todo por ver y vivir el cumplimiento de esta promesa. Por palabras que el mismo Señor Jesús le dice a sus discípulos en Lucas 10:23-24 “… Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis; porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron.” Somos dichosos de ver y vivir el cumplimiento de las promesas del Señor, de su Reino establecido en la Tierra a través de las verdades del evangelio. Pero, aun así, aunque decimos creer que Jehová reina, llegan ocasiones de duda a nuestro corazón, y llega la pregunta ¿realmente Dios tiene control de todas las cosas? Creo que en algún punto de nuestro caminar con Cristo llegó a nosotros esta pregunta, todos hemos pasado por eso; la iglesia desde sus comienzos también tenía sus dudas sobre si realmente Dios era soberano como se predicaba, o si realmente tenía el control de todo lo que sucedía alrededor.

No me dejaras mentir, cuando te toca aconsejar a alguien que está pasando por una situación difícil lo primero que sale de tu boca es: “Dios sabe por qué hace las cosas, Él tiene control de todo”; pero llega el momento en que nos toca pasar por el desierto a nosotros y en vez de decir eso, nos sale el Israelita quejumbroso que todos tenemos dentro y decimos: “¿de verdad me sacaste de Egipto para morir en el desierto? ¿Qué no tenia en Egipto un lugar donde morir de una manera más digna? La duda llega a nuestra vida, pero no creas que eso solo te pasa a ti, pero el día de hoy quiero que afirmemos nuestra confianza en la victoria de Cristo sobre la muerte, y que sepamos que por medio de Él somos más que vencedores, aun en medio de tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada. (Romanos 8:37)

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