Y La Religión
LariPalestino30 de Marzo de 2015
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vo de explicarse el mundo.
Pero más allá de estas polémicas, tenemos frente a nosotros una pregunta mucho más profunda: ¿Por qué tenemos religión?
Ese “por qué” lo podemos dilucidar a través de los conocimientos que nos proporciona la psicología. El ser humano es un ser limitado. Si suponemos al hombre (como especie, es decir, como hombre y mujer) en su estado más primitivo, cuando ha satisfecho sus necesidades vitales y no corre ningún peligro, una noche observando la inmensidad de la bóveda celeste, se hace consciente de lo pequeño que es en relación al infinito. Piensa en los miembros del clan que murieron durante una cacería, por una enfermedad o por alguna enfermedad o cataclismo. Piensa en los fuertes animales a los que persigue o que lo persiguen. Se hace consciente de que es limitado y endeble. Este sentimiento es la angustia cósmica: la angustia ante lo infinito.
En este estado de angustia, el ser humano busca una explicación a su limitación, entender el por qué siendo un animal tan débil, tan en desventaja, se encuentra en este mundo. Quiere saber cuál es su finalidad. Ante su finitud y las dudas sobre el sentido de su vida, le surge otra necesidad: la trascendencia. La trascendencia es la idea de que el ser humano tendrá una continuidad en su existencia, que todo aquello que hace no se pierde y acaba con la muerte.
Los niños son, entre los seres humanos, los más frágiles y desvalidos. El niño tiene la necesidad de ser atendido y comprendido por aquellos que los rodean, por los adultos. Y a la vez, el niño se aferra a esas entidades superiores, sus padres y los ancianos del clan, de quienes recibe la protección y el conocimiento. El ser humano adulto comprende que al igual que el niño tiene en sus padres una entidad superior y protectora, también él requiere la protección de una entidad superior. En muchos casos se pensó a estas entidades con la misma estructura y jerarquía de la relación familiar: Un gran guerrero de la tribu, y la matrona del clan, después de su muerte, permanecen y trascienden: protegen al clan, propician la cacería, los defienden de otros clanes… y también siguen siendo objeto su sus pasiones: sienten ira, que manifiestas en el rayo, el temblor o la tempestad; también se alegran y dan la lluvia y la fertilidad. Son divinidades propias de cada clan, de cada grupo, de cada nación.
Esta necesidad de aferrarse a una entidad superior y exclusiva es lo que origina el fenómeno religioso. Este fenómeno ha tenido matices diversos en cada época y zona geográfica, cada una ha tenido su propia cosmología, su sistema de creencias, su jerarquía de dioses y sus rituales; y ante la diversidad de dioses, también se piensa en que el propio, el de cada grupo es superior o único, y ha dictado un sistema de verdades que deben ser reconocidas por el resto de la humanidad. El hombre actual tiene esa misma necesidad de aferrarse a una entidad superior y exclusiva, que le dé sentido a su vida y al mundo que le rodea. Por ello nos encontramos frente al sentido absolutista que se le da a las religiones, al horóscopo, a la brujería o a la ciencia misma, cada una de ellas como un sistema de verdades absolutas e irrefutables, al que se deben doblegar el resto de creencias hasta su desaparición.
Conclusión
La religión es una necesidad del ser humano que surge desde el momento mismo en que toma conciencia de su finitud y su debilidad. Esta necesidad de una entidad superior que explique el mundo que le rodea y el sentido de su vida y su trascendencia, no es característica únicamente del hombre antiguo. El hombre moderno sigue teniendo la necesidad de aferrarse a un sistema de creencias y a una entidad superior que le proporcione un sistema de creencias y verdades absolutas que den sentido al mundo y a su trascendencia. La
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