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Agricultura


Enviado por   •  28 de Junio de 2014  •  6.355 Palabras (26 Páginas)  •  167 Visitas

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La importancia de la agricultura ecológica para el medio ambiente y la salud

La ineficiencia del proceso de alimentación de los españoles es un fiel reflejo de su grado de insustentabilidad. Un modelo que destruye la biodiversidad, que despilfarra bienes tan escasos como el agua o el suelo para producir alimentos y materias primas con un balance energético en muchos casos negativo y rentabilidades económicas muy bajas. Un modelo que no aporta rentas suficientes para los agricultores y que, basado en la destrucción de empleo como medio de alcanzar ciertos niveles de productividad, es causa del abandono continuado de la actividad agraria y del despoblamiento de las zonas rurales.

ENVIADO POR: MANUEL GONZÁLEZ DE MOLINA. UNIVERSIDAD PABLO DE OLAVIDE, 02/07/2011, 13:33 H | (8848) VECES LEÍDA

El desarrollo territorial de la agricultura ecológica, los manejos agrarios que promociona, su asociación con los mercados locales, el consumo en fresco y en temporada, la hacen especialmente idónea para promover un sistema agroalimentario más sostenible.

Crece el convencimiento entre los especialistas en nutrición y salud de que la alimentación que realizamos los españoles dista de ser la ideal. Tanto por lo que comemos como por lo que hacemos para comer, la alimentación se ha convertido en una de las causas más importantes de insustentabilidad, tanto ambiental como social(1). La agricultura ecológica, por las razones que expondremos a continuación, se está configurando como una alternativa no sólo buena para la salud, sino también para el medio ambiente y el desarrollo de terceros países. Se suelen distinguir tres dimensiones de la sustentabilidad que podemos aplicar a la alimentación y al sistema que la sostiene, el sistema agroalimentario: que sea ambientalmente sana, que sea socialmente justa y económicamente viable. La agricultura ecológica reúne en bastante medida las tres dimensiones, de tal manera que se convertirá en la base de la alimentación del futuro.

Una dieta poco saludable con impactos negativos sobre el medio ambiente

Los hábitos dietéticos de los españoles se han ido alejando cada vez más de la dieta mediterránea. España consumía en 2001-3 una media diaria per capita de 3 405 kcal. brutas, habiéndose incrementado en un 27,4 % desde los años sesenta (Schmidhuber, 2006). Una dieta que ha supuesto el abandono de los buenos hábitos mediterráneos (Alexandratos, 2006) y la adquisición de otros que son responsables de que 41% de la población tenga sobrepeso (Schmidhuber, 2006, 5). La base de la dieta tradicional, los hidratos de carbono, han perdido peso en beneficio de las grasas. En los años sesenta la ingesta de hidratos de carbono estaba dentro de las recomendaciones de la OMS, esto entre el 55 y el 75% de las calorías. Sin embargo, la comida no contiene en la actualidad la cantidad suficiente (54,9%) y el ritmo de la disminución es preocupante. En contrapartida, el consumo de grasas ha aumentado de una manera considerable. En los años sesenta estaba también dentro de lo recomendado por el organismo internacional (entre el 15 y el 30% de las calorías ingeridas), pero en la actualidad supera el 40%, siendo España el país europeo en que más rápidamente ha crecido ese porcentaje. Las grasas pasaron de 72 gramos por persona y día a 154 (Schmidhuber, 2006, 19). La carne, la leche y los demás derivados lácteos son los principales responsables directos de ese aumento, pero no los únicos. El consumo de grasas "ocultas" (entre ellas las grasas "trans") se ha disparado también con las patatas fritas, la bollería y repostería industriales, originando de paso serios problemas de salud. El consumo de carne se ha cuadruplicado sobradamente, desde los 25 kg por persona y año de la década de los sesenta a los 118 actuales, siendo la carne de cerdo la que más ha crecido (de 8 a 65 kg por persona y año). El consumo de leche pasó de 87 a 170 gr persona y día y el de huevos de 9,4 a 14,2. También creció el consumo de aceite de oliva, este aspecto claro está positivo, pasando de 8,2 a 11,7 kg anuales.

Esta manera de alimentarse es, a su vez, causa del vertido masivo de sustancias contaminantes tanto en el suelo, el aire, los cursos de agua como en los propios alimentos. Efectivamente, la composición de los alimentos varía en función de las técnicas de cultivo y cría animal empleadas (variedad, raza, sistema de fertilización, sistema de riego, etc.) y de los cambios sufridos en el proceso de elaboración. Por ejemplo, las malas prácticas en el abonado -tan frecuentes en la actualidad- alteran la calidad de los alimentos aumentando, por ejemplo, el contenido en nitratos, disminuyendo el contenido en oligoelementos, reduciendo los contenidos en materia seca y, por tanto, el tiempo de conservación y resistencia al parasitismo, incluso disminuyendo el contenido en vitamina C, carotenos (provitamina A) o zinc (Raigón, 2007, 66).

Pero quizá la amenaza más significativa de los alimentos convencionales venga del uso generalizado de productos fitosanitarios, que ha elevado las posibilidades de encontrar residuos en los alimentos. Estos residuos suponen un riesgo considerable para la salud de los consumidores. Pueden causar enfermedades agudas, subcrónicas o crónicas, se las relaciona con patologías cancerígenas, mutágenas, teratogénicas o alteraciones de la reproducción, alteraciones del sistema inmunitario, endocrino, renal y hepático, neurotóxicas, potenciación de y por efectos de otros tóxicos y otros efectos retardados (Raigón, 2007,68). Algo similar puede decirse del uso de sustancias como hormonas, antibióticos y piensos cárnicos en la ganadería. Éstas se relacionan, además, con escándalos alimentarios tan conocidos como el mal de las vacas locas, la crisis de los pollos con dioxinas, etc. A todo ellos hay que añadir el empleo de más de mil aditivos para la manipulación, transformación y conservación de los alimentos que suelen ir parar a nuestro organismo. Muchos de estos aditivos pueden producir también efectos adversos para la salud (Raigón, 2007, 55 y ss).

La manera en que se alimentan los españoles y españolas ha experimentado, pues, cambios muy significativos que son una de las principales causas de insustentabilidad, no sólo en lo que atañe a la salud humana sino también a la salud de los ecosistemas y al stock de los recursos naturales, no sólo a los españoles sino también a los de terceros países (UNEP, 2010). Han aparecido nuevos y cada vez más costosos procesos entre la producción y el consumo. En la alimentación intervienen ahora nuevos y más sofisticados "artefactos" movidos por gas o electricidad que han incrementado

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