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EL PODER COMO OBJETO OSCURO DEL DESEO

Sabemos bien que el poder es un fenómeno social, sin embargo, a través del liderazgo, conducción o gobierno de determinados hombres, este poder se personaliza y su relación con quien lo ejerce me ha llamado la atención y pretendo deslizar algunas ideas. Pero antes de abordar de manera puntual el tema que nos convoca, sería conveniente precisar qué se entiende por poder. Según la define Miro Quesada (2001) es aquella fuerza de la que nace la capacidad de tomar e imponer decisiones que tiene una persona o grupo de personas sobre otra persona o grupo de personas, a favor o en contra de su voluntad y en relación dinámica, conflictiva y asimétrica. Cuando este poder se ejerce desde el Estado o en una relación con él y las decisiones que implican este ejercicio, repercuten en la colectividad nacional en su conjunto y hace su aparición el poder político. Ahora bien, es indiscutible que los seres humanos somos vulnerables a esa fuerza y a menudo cedemos frente a la enorme tentación que el ejercicio del poder representa.

Considero que el título de mi artículo de opinión merece, cuando menos, un comentario. Ese obscuro objeto del deseo, es el nombre de una película del genial director aragonés Luis Buñuel y me he permitido la licencia de incorporarlo como parte del título del artículo que nos ocupa, debido a que la frase se ajusta, a mi opinión, al perfil que intento construir del poder.

Los Griegos entendieron muy bien el peligro que implica el poder en manos equivocadas, extrayendo las ideas de Rubio (1987) hace mención que en Grecia había instituciones y, si tomamos como guía a Aristóteles y su obra La Política, nos encontramos, entre otras dos importantes indicaciones: una clasificación de los regímenes políticos y la intuición de que, para evitar el riesgo del poder oprima la libertad, es necesario que los diversos medios de expresión y de acción del poder no estén reunidos en una sola mano. ¿El poder es un objeto oscuro hacia el deseo?

Realizo un análisis a través de las ideas vertidas por autores y la propia Constitución Política, la visión que se tiene del poder.

Las constituciones demostraron no ser todo lo eficaces que se suponía, pues Adolfo Hitler dirigió uno de los gobiernos más nefastos de la historia a pesar de la avanzadísima Constitución de Weimar. Es claro entonces que las Constituciones no son, por si solas, suficientes para constituirse en frenos de las ambiciones de un líder o gobernante desbordado por el poder, esa fuerza que embriaga y seduce, o de quienes conforman su entorno y se aprovechan de esta embriaguez emocional para cautelar sus intereses.

El final de la Según Guerra Mundial abrió un nuevo escenario, los limites al ejercicio del poder y como lógica consecuencia del respeto a los Derechos Humanos, dejo de ser un asunto de incumbencia exclusiva de los Estados, así los primeros años de las Post-Guerra estuvieron marcados por “…la decisión soberana de los propios estados de comprometerse a la observancia de los derechos humanos y libertades fundamentales y, contrario sensu, a renunciar al uso irrestricto de su poder dentro de su territorio.

Ya en el siglo XVI, Maquiavelo, conocedor de cerca de las intrigas políticas de su tiempo, tenía una desoladora percepción sobre el hombre y su naturaleza “… el realismo, que es el dato del cual paquete Maquiavelo, es la naturaleza humana, que es perversa, mala, en la cual no debe tener confianza, porque traiciona cuando puede y ve el primer indicio de debilidad. Funda

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