EL VERBO EN LA TRINIDAD

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        EL VERBO EN LA TRINIDAD        

Palabras claves:

Logos, Verbo, inmanente, sabiduría, apologista, generación, analogía, Trinidad, filiación,
ontológico, esencia, sustancia, naturaleza, hipóstasis, subsistencia, persona, bíos, zoé,
difracción, kenosis, summum bonum, visión beatífica, pericoresis

Objetivo:

Introducir al estudiante en la comprensión de los diferentes aspectos insinuados por las
Escrituras y asequibles al entendimiento humano de la dinámica Trinitaria en el seno
del ser de Dios, utilizando como referente la actividad del Verbo en su simultánea
unidad esencial con el Padre y su distinción personal de él y el reflejo que de esta
actividad podemos encontrar, guardadas las obvias proporciones y diferencias, en el ser
humano acudiendo a la analogía que la imagen y semejanza divina plasmada en el
hombre nos brinda para comprender la dinámica intratrinitaria entre el Padre y el Hijo.

Resumen:

En el interior del Dios uno existe una dinámica tan rica, vital, completa y autosuficiente
entre las tres personas de la Trinidad que las dinámicas de la creación entera son sólo
un reflejo de esta dinámica fundamental. Adquirir una comprensión razonablemente
satisfactoria de esta dinámica le permite al creyente una mejor, más provechosa y
responsable interacción consigo mismo, con los demás y con el mundo que lo rodea al
transponer o trasladar los aspectos de la dinámica trinitaria aplicables al ser humano, a
la relación constructiva y mutuamente beneficiosa de este último con su entorno natural
y cultural inmediato; así como llevar a cabo una exposición convincente y
satisfactoriamente argumentada del misterio de la Trinidad que, sin pretender
entenderlo a cabalidad al punto de perder su carácter misterioso, si puede sostener que
no es contrario a la razón ni a la lógica humanas.

Introducción

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“Quienes vivieron conforme al Verbo, son
cristianos , aun cuando fueron tenidos por
ateos... también los que anteriormente
vivieron sin razón, se hicieron inútiles y
enemigos de Cristo y enemigos de quienes
viven con razón; más los que conforme a
ésta han vivido y siguen viviendo son
cristianos y no saben de miedo ni

turbación"

Justino Mártir

En el contenido de esta materia convergen de manera notoria y premeditada muchos de
los contenidos de otras de las materias de nuestro programa de estudio que, por no ser
el tema de fondo que se pretendía tratar, se abordaron de manera más o menos
tangencial y fragmentaria en su momento, razón por la cual estaremos citando y
trayendo aquí conceptos ya vistos para articularlos de manera unificada bajo esta
materia que, además, da en cierta forma su nombre a la totalidad del curso
correspondiente al octavo semestre de nuestros dos ciclos de estudios teológicos -el
cuarto del programa de Facter- llamado “Curso de Teología del Verbo”. Porque la
Teología de la Palabra no es más que Teología del Verbo, pues en la Biblia las nociones
de Palabra y Verbo son, desde el punto de vista teológico, mutuamente intercambiables,
como lo iremos estableciendo enseguida.

Comencemos, pues, por recordar lo enseñado en la materia Introducción al
Pensamiento Cristiano y mencionada también en Teología Básica en el sentido de que
la noción de “Palabra de Dios" no está, como a veces lo piensan muchos cristianos,
limitada a la Biblia, como si “Biblia" y “Palabra de Dios" fueran términos idénticos e
intercambiables. Ciertamente la Biblia es la Palabra de Dios escrita. Pero el concepto de
“Palabra de Dios" no se agota en la Biblia, pues también se señalaba que el cosmos o
universo mismo es la Palabra de Dios creada y que Jesucristo es la Palabra de Dios
humanada o hecha hombre.

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Dado que existe dentro de este mismo curso una materia: Cristología, que se ocupa del
estudio de la Palabra de Dios hecha hombre, en este módulo nos ocuparemos de
profundizar en los aspectos restantes cubiertos por la expresión “Palabra de Dios" que
no han sido tratados en otras materias del programa, en particular los que tienen que
ver con la actividad del Verbo preexistente (es decir, los asuntos relativos al Verbo
previos o marginales a su encarnación como hombre) hasta donde es posible
estudiarlos, pues como es apenas obvio, existen a este respecto de manera especial
fronteras infranqueables, ya sea por el silencio de la revelación bíblica acerca de tópicos
en los que sería deseable ahondar, o por las limitaciones propias de la razón humana
finita que la inhabilitan para tratar misterios que exceden sus facultades y su capacidad
de comprensión. Sea como fuere y aceptando los límites que el tema impone a nuestra
comprensión de él, debemos de todos modos entrar en materia.

1. El Verbo en la Trinidad

“Teófilo... introduce en la teología cristiana
la distinción de Filón entre el logos
inmanente, que existía siempre en la
mente o corazón de Dios y el logos
expresado. Como logos inmanente. existe
en Dios eternamente; como logos
expresado, fue engendrado antes de todas
las cosas, y es en este sentido que se dice
de él que es el “primogénito de toda

creación"

Justo L. González

Al referirnos al Logos o Verbo tenemos en mente de manera particular lo revelado en
los escritos del apóstol Juan en relación con él (Jn. 1:1-5, 14; 1 Jn. 1:1; Apo. 19:13).
Pero al hacerlo debemos traer a colación lo que se dijo en la introducción del cuarto y
último capítulo de la materia Pensamiento, Conocimiento y Revelación relativo a la
sabiduría. Esto es, que la identificación de Cristo como el Verbo no hunde sus raíces

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en la cultura griega -como lo han sostenido sin ningún fundamento concluyente
significativos sectores de la teología liberal (como Harnack) que afirman que el
cristianismo se dejó influir excesivamente por el helenismo y la filosofía griega al
punto de perder sus rasgos originales-, sino en la tradición teológica judía que gira
alrededor de nociones como la sabiduría, en estrecha conexión con la palabra
pronunciada por Dios con propósitos creadores y no sólo con propósitos reveladores.

Así, lo que Juan estaría haciendo no es tomar prestado el concepto del Logos de la
filosofía griega para “cristianizarlo” al identificarlo con Cristo, sino más bien
identificar a la persona de Cristo como el Logos divino que “existía” en el principio,
“estaba con” Dios desde el principio y que, en definitiva “era” Dios desde el principio
(Jn. 1:1), aludiendo con ello no al logos de los filósofos griegos, sino a la palabra
pronunciada por Dios mismo en el acto de la creación, como necesaria mediadora
entre las ideas e intenciones creadoras del Padre y su ejecución material concreta.
Esa misma palabra personificada ya en el libro de los Proverbios como la sabiduría
que estaba presente de forma activa con Dios desde antes de la creación (Pr. 8:22-
31).

De hecho, como ya lo señalamos, en el libro de Proverbios la sabiduría exhibe un
carácter personal, es decir que se presenta a sí misma como una persona que
formula a los hombres una invitación para que se acerquen a ella y se vuelvan sabios
(Pr. 8:1-9:6). Con base en ello y en otras porciones del Antiguo Testamento, en la
tradición judía se desarrolló toda una teología alrededor de la sabiduría a la que se
asocia con la palabra pronunciada por Dios desde el primer capítulo del Génesis,
cuando por intermedio de esta palabra Dios lleva a cabo la creación. Es la iglesia la
encargada de llevar esta tradición hasta sus últimas consecuencias al proclamar que
términos como Sabiduría y Palabra de Dios hacen referencia a la misma realidad: la
segunda persona de la Trinidad divina encarnada como hombre en Jesucristo. Esta
asociación entre la sabiduría y Cristo es ratificada por el apóstol Pablo cuando dice:
“pero para los que Dios ha llamado, lo mismo judíos que gentiles, Cristo es el poder
de Dios y la sabiduría de Dios... Pero gracias a él ustedes están unidos a Cristo Jesús,

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