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10 Mandamientos Fernando Savater


Enviado por   •  16 de Septiembre de 2013  •  2.602 Palabras (11 Páginas)  •  771 Visitas

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Los 10 mandamientos [según Savater]

Va a ser uno de los libros más polémicos del filósofo donostiarra. En él revisa la vigencia de los Diez Mandamientos, exponiéndole a Yahvé sus reflexiones. Extractamos parte del capítulo dedicado al Sexto Mandamiento, que titula “No cometerás adulterio”. En él dice que la infidelidad se debe pactar con la pareja; que no dejamos de amar a ésta por acostarnos con otros y que esto, dentro de poco, no será motivo de ruptura del afecto. Para Savater, todos los preceptos que prohíben potencian el deseo de transgredirlos. Se puede o no estar de acuerdo con él, pero es imposible permanecer indiferente ante sus ideas.

El Sexto: No cometerás adulterio

Yahvé y Savater tienen una charla sobre sexo.

Ya sé lo que vas a contestarme, pero igualmente tengo que preguntártelo: ¿no crees que esto de “no cometerás adulterio” está un poquito anticuado? Hombre… estoy seguro de que era razonable en las épocas en que el jefe de la familia debía estar seguro de que transmitía su herencia a sus hijos legítimos, cuando el hombre era dueño de la mujer. Hoy las costumbres se han hecho más abiertas y el tema del sexo no es ya un asunto exclusivo de hombres y mujeres; todo ha cambiado y se admiten relaciones prematrimoniales, posmatrimoniales, entre gente que no se ha casado nunca, homosexuales…

El sexo es complejo… y por supuesto que me dirás que el sexo con amor es mucho mejor que todo lo demás. Está bien… te lo admito… pero hay una observación que hace Woody Allen que te interesará: “El sexo con amor es lo mejor de todo, pero el sexo sin amor es lo segundo mejor inmediatamente después de eso”. Y la mayoría de la gente piensa así. Es decir, el sexo con amor es estupendo, pero mientras llega ese momento uno puede practicar el sexo sin amor. Tal vez esto te escandalice, pero es una idea bastante extendida y es un tema de discusión que tiene innumerables aristas. Por eso creo que te vendría bien leer este capítulo, que te servirá para ponerte al día en estas cuestiones, que son muy sugestivas.

Adulterio y transmisión de la propiedad. En los orígenes la prohibición de desear o apoderarse de la mujer del prójimo tenía mucho que ver con la herencia y la transmisión de la propiedad. No creo que los adulterios hayan sido muy perseguidos, ni que tuvieran importancia entre los pobres que no tenían nada que dejar a sus hijos. Distinto era entre los ricos, entre personas pudientes, que necesitaban mantener clara la línea de descendencia para poder transmitir sus bienes. Hay maridos tan injustos que exigen de sus mujeres una fidelidad que ellos mismos violan, se parecen a generales que huyen cobardemente del enemigo, quienes sin embargo quieren que sus soldados sostengan el puesto con valor.

Plutarco. Aquél que tenía tierras, castillos y posesiones en general, quería asegurarse de que todo quedaría para su hijo mayor y no para uno adulterino. Por eso el gran esfuerzo por mantener a la mujer resguardada, para que el hombre pudiese decir “de este vaso sólo bebo yo, porque de aquí tiene que salir el vástago que se quedará con mis propiedades”. Esto no era recíproco, porque el hombre se satisfacía con todas las mujeres que quería fuera del matrimonio.

(...) Según el rabino Sacca, “si hoy decimos que vivimos en un ámbito de libertad sexual, esto no es nada comparado con lo que eran los egipcios de acuerdo a lo que relatan los textos de aquella época. Los judíos formaban parte de esa sociedad, aunque fuera como esclavos, por lo que fue muy difícil incorporar este mandamiento e imponerlo, ya que implicaba limitarse en el ámbito carnal y ceder los derechos que venían exclusivamente del uso de la fuerza. Esta legislación fue revolucionaria para la época, ya que contenía todas las regulaciones sobre la pareja, el matrimonio, los derechos del hombre, la mujer, los hijos y las responsabilidades que uno debía asumir”.

En nuestra época –al menos en los países desarrollados– se han igualado estas conductas y no se tienen dos medidas diferentes para el hombre y la mujer. La pareja puede pactar una especie de celebración de la infidelidad, de consentimiento mutuo. Ejemplo de ello es el intercambio de parejas o swingers, algo que hasta hace algunos años podía ser considerado como una tremenda aberración y que hoy es una variedad más de las prácticas sexuales de nuestra sociedad.

Para Daniel Bracamonte, presidente de la Asociación de Swingers de Argentina, “todas las religiones son castradoras, han impuesto el alejamiento del sexo carnal, han llevado a la idea de que el sexo se disfruta plenamente cuando existe una causa de amor romántico. Y éstas son todas cosas que están en contra de nuestra naturaleza, porque el hombre tiende biológicamente a la diversidad sexual. No está adaptado ni fisiológica ni conscientemente para la monogamia. Creo que estamos en los umbrales de un cambio profundo en el concepto de familia, vamos hacia la diversidad. Las nuevas parejas no van a estar conformadas por el género, sino por el afecto. Hombre con mujer, hombre con hombre, mujer con mujer. El swinger defiende la institución familiar, la pareja hombre-mujer, pero renunciamos al concepto monógamo: ‘Vos y yo toda la vida’”.

El sexo siempre da lugar a un tono más picaresco, y lleno de sobreentendidos. En esto coincide el escritor Daniel Samper Pisano: “Si uno repasa el Antiguo Testamento y ve las ocasiones donde aparece la tentación, hay veces que uno no puede menos que reírse, y decir que ha sido escrito con un sentido del humor impresionante, porque de otro modo no se entendería. También se puede entender en clave irónica y decir: ‘El mensaje que me están mandando me lo envían de rebote, esto va a dos bandas y no es directo’. Uno debe entender que la ironía sólo cabe cuando hay humor, y el humor sólo cabe cuando se está enviando un mensaje con una determinada sintonía de inteligencia”.

El deseo sexual y el no fornicar. (...) Fornicar quiere decir entregarse al deseo sexual fuera de los cauces y de las normas que la sociedad ha establecido. Es hacer lo mismo pero fuera del momento, la persona, el lugar y el orden que la sociedad ha impuesto para realizar ese acto.

(...) El padre Busso recuerda que “cuando enseñábamos catecismo los chicos no sabían mucho qué era lo de ‘no fornicar’ y había que explicarlo con todo el embarazo que suponía para el sacerdote que predicaba. Fornicar viene del griego forneia, que significa prostitución. Lo que se legislaba como prohibido era la relación amorosa del hombre con la mujer en venta en el sentido

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