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Enviado por   •  18 de Agosto de 2013  •  7.466 Palabras (30 Páginas)  •  214 Visitas

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Economico

Está en la posición 43 entre los países más globalizados en el mundo.

La globalización de Colombia es mejor que la de otras economías de América Latina que la superan en tamaño como Argentina y Brasil, e incluso es mayor que la de sus vecinos Ecuador y Venezuela.

Así lo concluye un informe anual con corte a 2011 que elabora la firma de investigaciones Ernst & Young (E&Y), y el cual mide qué tan globalizados están los 60 países más grandes del mundo, medidos por el tamaño de su economía.

Este análisis se basa en criterios de selección en cinco categorías relevantes para hacer negocios: apertura al comercio, movimientos de capital, intercambio tecnológico y de ideas, movimiento laboral e intercambio cultural.

Según esta clasificación, Colombia fue superado por economías de la región como Chile, que ocupó la posición 25; México, que quedó en el puesto 36 y Perú, que se situó en el lugar 41.

Frente al escenario de 2010, Chile logró una mejoría de cuatro puestos en el escalafón, mientras México y Perú no presentaron variaciones.

Colombia se ubicó en el puesto 43 en el escalafón del 2011, perdiendo tres lugares frente al 2010, cuando se había situado en el puesto 40 entre 60 países.

Sin embargo, superó de nuevo a otros como Brasil, que quedó en el lugar 47 (46, en el 2010); Ecuador, que ocupó la posición 49 (era 48 un año atrás); Argentina, que quedó en el puesto 50 (49, en 2010) y Venezuela, última en la región en el lugar 58 (el mismo sitio de un año antes).

Estados Unidos, por su parte, ocupó la posición 23 el año pasado, mientras que en 2010 estaba en el lugar 28.

El informe, que contó para sus conclusiones con las respuestas de 992 ejecutivos del mundo encuestados por la unidad de investigaciones económicas de E&Y, presenta como desafíos para la globalización la mayor dificultad para ingresar con éxito a países con mayor crecimiento de su economía y el peso que ahora tiene la política y su dificultad para poder predecirla.

Según James Turley, presidente ejecutivo de E&Y, pese a que estos son tiempos de incertidumbre económica mundial, la globalización no se detiene. "Las empresas de los mercados de rápido crecimiento están invirtiendo e innovando y continúan su expansión mundial. Los negocios que tratan de mantener su posición sin asumir riesgos están quedando atrás. Lo cierto es que en 2012, y en adelante, los viejos modelos deben abrir camino a nuevas soluciones", indicó el ejecutivo.

Tecnologico

Afirmar que la arquitectura solo existe por la necesidad de construir es un truismo. Mi filosofía personal es que som

os constructores, incluso aunque nos acerquemos al tema desde el punto de vista del diseño. A pesar de las crisis locales, formamos parte de un mercado global en expansión. Se espera que la construcción mundial crezca en torno a un 67%, desde los actuales 7,2 billones de dólares hasta los 12 en 2020, en un plazo de tiempo tras el cual las economías de los países emergentes supondrán el 55% de la cuota total de mercado, frente al 46% de hoy. Hace dos años, China superó a Estados Unidos como el mayor mercado de construcción, y se prevé que esta tendencia a crecer continúe al menos durante una década.

Los desafíos de la economía global son formidables. Muchos temen que la globalización dé lugar a una sociedad homogénea en la que todo acabará pareciendo lo mismo. En el contexto de la arquitectura, resulta vital que todos los edificios o espacios públicos que creemos respondan al sentido del lugar, a las tradiciones de la cultura local y al clima. Sin embargo, la conectividad de la que disfrutamos hoy día puede aprovecharse para combatir algunos de los desequilibrios que lastran nuestro mundo; la globalización podría ser entonces una fuerza benéfica.

A pesar del ascenso de las economías de los países emergentes, casi 900 millones de personas de todo el mundo siguen careciendo de agua potable. La disparidad en el acceso a los recursos es extremo: ducharse durante cinco minutos –pongamos por caso en España– supone gastar más agua que la que utiliza a lo largo de todo un día el habitante de una barriada pobre de un país en desarrollo. Casi el 40% de la población mundial no tiene acceso a redes de saneamiento adecuadas. Hay más personas en el mundo con teléfonos móviles que con posibilidad de usar un inodoro limpio. Mil millones de personas no tienen una vivienda digna, y cien millones de ellas carecen de cobijo de cualquier tipo. En una coyuntura de disminución de recursos naturales y de incertidumbre respecto al futuro energético, el 25% de la población mundial carece de electricidad.

Las ciudades europeas están siendo superadas por una serie de megalópolis surgidas a lo largo y ancho de todo el mundo, cuya población supera los 15 millones de habitantes. Las implicaciones de tal desarrollo en relación con las cuestiones de consumo de energía y el uso de los recursos son evidentes, pero complejas. La esperanza de vida, la mortalidad infantil, la educación, la emancipación y, de hecho, también la libertad política de una sociedad –todos ellos factores que influyen en su índice de desarrollo humano– están relacionadas con su acceso a la electricidad y a otros recursos. De manera significativa, todas aquellas sociedades que son ricas en términos de consumo energético tienden también a estar constituidas por familias más pequeñas, lo que significa, en otras palabras, que han puesto freno al crecimiento de su población, uno de los problemas fundamentales a los que tiene que enfrentarse el mundo actual. De ello se deduce que existe un fuerte incentivo moral para que la distribución y la disponibilidad de energía sean globalmente equitativas.

Podría argumentarse que atender estas necesidades es una cuestión que tiene más que ver con los derechos humanos que con la arquitectura. Pero creo que los arquitectos, en cuanto comunidad global, deberían preocuparse por este tema, e incluso ir más allá, abordando los aspectos sociales y espirituales del hecho de construir. Una dimensión espiritual que estaría próxima al modo en que se construían las catedrales de la Edad Media, que dependían de los viajes que los albañiles cualificados y artesanos emprendían de un país a otro, rebasando fronteras en una forma temprana de globalización.

La noción de arquitecto global no es nueva; tal fue, por ejemplo, la condición de Andrea Palladio, el gran arquitecto del Renacimiento. A través de un pequeño número de edificios construidos y de sus relevantes escritos, dio lugar,

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