Ache y la bolsita plateada
andreabb2423 de Abril de 2014
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En una ciudad en que reinaba la obsesión por la comida chatarra, vivía Ache. Un niño al que le gustaban mucho las verduras y las frutas e incluso el pescado y cada vez que podía practicaba natación, pero con el pasar de los días, Ache se sentía aislado de sus padres por comer verduras y pescado, entonces prefirió imitar a sus papás y empezar a comer de la bolsita plateada.
La bolsita era muy práctica para los papás, ya que el estilo de vida que tenían era muy acelerado y no podían perder el tiempo preparando frutas y verduras. Ésta la andaban trayendo siempre y a cualquier hora del día, sacaban de ella bombitas de azúcar, galletones de pizza y papas fritas.
Ache, disfrutaba comer los galletones de pizza y los dulces que encontraba en la bolsita, algunas veces pensaba en el sabor de la palta, el tomate y el brocoli su favorito, pero se le olvidaba rápidamente porque siempre se interponía una bombita de azúcar. Él siguió yendo a la piscina como acostumbraba, pero se daba cuenta que le era difícil nadar, incluso algunas veces llegaba a hundirse, eso lo frustraba y no entendía el porqué; además de sentirse malhumorado y bastante cansado.
Un día, al llegar a casa, se encontró con la sorpresa que había llegado su abuelo de un largo viaje. El abuelo al verlo y abrazarlo le dijo a Ache:
- Estás distinto guagua, te ves como apagado, cansado y hasta te pareces al gordito de tu padre. ¿Qué has estado comiendo? -
Ache baja la mirada y entristecido le confiesa a su abuelo que ha estado alimentándose de la bolsita plateada, porque se sentía aislado y rechazado por sus padres al comer sus verduras favoritas.
El abuelo bastante dolido y enojado le dice a su nieto:
Ache, yo quiero lo mejor para ti, tú lo sabes.
- Siempre te he dicho que el cuerpo y el alma son las fuerzas para lograr lo que uno se proponga y para eso deben estar bien. Yo te conté que en mis tiempos todas las personas eran fuertes y sanas porque les encantaban la fruta y las verduras; diariamente hacían ejercicio, así se notaba que en sus vidas reinaba la alegría y el buen humor, por eso me ves con energía y perseverancia las que me han ayudado a recorrer varios lugares para mis investigaciones y yo quiero lo mismo para ti, porque al irme sólo te pedí que siguieras mis consejos.
Ache, escuchaba atentamente a su abuelo y pensaba lo mal que había hecho al dejar de comer sano y empezar a envenenarse con la bolsita plateada. Ahora, entendía por qué se sentía tan cansado y malhumorado, y el porqué de su mal rendimiento en natación. Sabía que el cambio debía empezar por él y para él, pero no podía dejar que sus padres siguieran con ese tan mal hábito de sólo alimentarse de la bolsita.
Detrás de la puerta y sin saberlo Ache ni el abuelo, los padres escuchaban lo que el viejo sabio le contaba al pequeño y se dieron cuenta de la mala vida que llevaban al consumir
la bolsita plateada y que a su hijo lo habían dejado sin la atención y amor que debía recibir.
Es por eso que ambos conversaron con el pequeño y le hicieron saber el daño que se estaban haciendo y que luego de haber escuchado al abuelo reflexionaron de que es tiempo de cambiar y ser felices los tres en una vida sana y llena de compresión, amor y respeto.
Ache, sus padres y el abuelo limpiaron el gran jardín de la casa y crearon una huerta sembrando diversas verduras y algunas frutas para que cuando estén maduras puedan consumirlas. Mientras tanto, irían todos los miércoles y sábados a la feria y prepararían varios potes con comidas elaboradas a base de verduras para que empezaran a dejar de lado la bolsita plateada, esperando que las verduras y frutas sean sus mejores aliados en la vida de cada uno.
Ache, se empezó a sentir feliz
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