Ambientales
nazaritha23 de Abril de 2014
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LA OMC Y LAS POLÍTICAS LABORALES Y AMBIENTALES
Kyle Bawell y Robert W. Staiger*
INTRODUCCIÓN
¿Puede la Organización Mundial del Comercio —OMC— jugar un papel constructivo en el logro de sólidas políticas laborales y ambientales? Muchos grupos laborales y ambientalistas aseguran que es imposible, o al menos no en la manera en que actualmente trabaja la OMC. Para estos grupos, la OMC y su antecesor, el GATT1, han llevado a cabo una única misión: servir a los intereses de los exportadores.
Los grupos laborales y ambientalistas ven crecer esta misión sin que se preste atención a las alternativas para las políticas laborales y ambientales. Temen que las presiones competitivas que van de la mano del continuo proceso de integración económica internacional, conduzcan a los Gobiernos a frenar los estándares laborales y ambientales aplicables a sus productores (un “enfriamiento” regulatorio) e incluso, a una reducción de estos estándares al mínimo con el objetivo de mantener o mejorar la posición competitiva de sus productores en los mercados internacionales. También temen que la preocupación de la OMC por mantener el acceso a los mercados a los exportadores impida establecer sanciones comerciales que refuercen los compromisos internacionales con los estándares laborales y ambientales que puedan ser negociados afuera de la OMC.
¿Cómo pueden los economistas defender a la OMC contra los ataques de los grupos laborales y ambientales? Una defensa de la OMC (y del GATT, anteriormente) podría empezar diciendo que más cincuenta años de negociaciones han logrado movimientos impresionantes hacia el libre comercio. Quizás podemos decir que una gran parte de esta liberalización patrocinada por GATT/OMC es atribuible al deseo de los Gobiernos por cosechar las ganancias económicas del libre comercio para los consumidores, y los principios de GATT/OMC pueden ser interpretados como el mecanismo que permite llevar a cabo ese deseo. Sin embargo, hay un impedimento de base para utilizar este argumento en defensa de la OMC: virtualmente cada tarifa que ha sido reducida por un Gobierno y que ha resultado de una negociación GATT/OMC (una “concesión” en el lenguaje del GATT) ha sido reducida porque en algún lugar del mundo, hay exportadores que han evaluado el beneficio en términos de la apertura comercial que resulta, y sus Gobiernos se han visto dispuestos a ofrecer algo a cambio (es decir, acceso a su propio mercado a través de concesiones recíprocas).
En otras palabras, a pesar de dos siglos de argumentos económicos que alaban las virtudes del libre comercio, la ganancia del consumidor que nace de un comercio cada vez más libre no es la fuerza liberalizadora que ha sido expuesta por la OMC. En lugar de eso, y como lo proclaman los intereses laborales y ambientales, la OMC se ha dejado guiar por los intereses de los exportadores.
Los economistas especializados en comercio consideran este hecho un tanto incómodo, pero por una razón diferente a la de los grupos laborales y ambientales: para los economistas, sugiere que una especie de lógica mercantilista se esconde en las bases del GATT/OMC. Como resultado, varios economistas han adoptado un punto de vista según el cual los principios de la OMC no tienen sentido económico. Siguiendo este punto de vista, la OMC merece el apoyo de economistas, no porque sus reglas permanezcan indemostrables en el campo económico, sino simplemente porque bajo el GATT/O
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