Amores Del Libertador
6 de Diciembre de 2012
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Amores del Libertador
María Ignacia Rodríguez.
María Ignacia Rodríguez de Velasco de Osorio Barba y Bello Pereyra mejor conocida como María Ignacia Rodríguez de Velasco o simplemente como la Güera Rodríguez (20 de noviembre de 1778 - 1 de noviembre de 1850) fue una criolla que figuró en la sociedad colonial mexicana por su belleza y riqueza, además de brindar su apoyo a la Independencia de México.2 3 Es considerada como un personaje emblemático de la Independencia, al mantener una relación amorosa con Agustín de Iturbide e impulsarlo a que llevara a cabo, y completara, la «libertad mexicana». Asimismo, mantuvo una relación con Simón Bolívar y Alexander von Humboldt.
Se conocen pocos aspectos sobre su vida y su papel en los hechos históricos de México, así como también, la única pintura que se realizó de ella. Lo más notable, son sus amores con personajes muy conocidos y sus descripciones muy elogiosas en las biografías de escritores como Artemio de Valle Arizpe y Romeo Hernández Mendoza, entre otros.
María Teresa del Toro.
María Teresa fue la única hija de Bernardo Rodríguez del Toro y Ascanio natural de Caracas, Venezuela, y de Benita de Alayza y Medrano, oriunda de Valladolid, España. Nació en Madrid,1 el domingo 15 de octubre de 1781, durante el reinado de Don Carlos III. Esa noche, la compañía dramática española puso en escena del Teatro Principal la obra Faust.3 María Teresa estaba profundamente vinculada a la sociedad caraqueña. Su padre era hermano del tercer Marqués del Toro, Sebastián Rodríguez del Toro y Ascanio, cuyo título heredó el primo hermano de María Teresa, Francisco José Rodríguez del Toro e Ibarra, amigo íntimo de Bolívar, también pariente de los Rodríguez del Toro.
Al morir su madre, se encarga de su padre y sus hermanos, lo que la hizo convertirse, a temprana edad, en madre de sus pequeños hermanos, a quienes educó y protegió. Asistía regularmente a los oficios religiosos y ayudaba a su padre y a su primo en lo relativo a la administración de bienes y haciendas.
María Teresa era una mujer bien educada y culta de su época, de ojos color café, piel pálida, de naturaleza tímida y carácter amable. Conoció a Simón Bolívar en Madrid, en 1800. Bolívar había sido enviado a España a los 17 años para continuar sus estudios. Su vida cambiaría definitivamente en la casa del Marqués Gerónimo de Ustáriz, a quien Simón Bolívar llamaba "tutor", y en cuya mansión residió por algún tiempo. Sería en ella donde habría de conocer a María Teresa, con quien estaba emparentado por varias líneas. 4
Él sólo tenía 17 años de edad y ella 19,5 pero la joven cautivó a Bolívar a tal punto que, a pesar de su edad, rápidamente le declaró su amor. En agosto de 1800 María Teresa acepta el noviazgo de Simón Bolívar. Su padre, al enterarse, les propone que esperen un tiempo hasta que él cumpliese su mayoría de edad. Por motivo de que la herencia de Bolívar dependía de que éste tuviese un matrimonio bien asentado, éste reportaba con orgullo su noviazgo, describiéndo a María Teresa como «una joya sin defectos, valiosa sin cálculo». Don Bernardo, el viudo padre de María Teresa, llevó a su hija a Bilbao y al poco tiempo, en marzo de 1801, decepcionado de Madrid, su prometido se mudó a esa ciudad. De regreso a España, luego de una estadía en París, Bolívar le propone formalmente matrimonio a María Teresa el 5 de abril de 1802. El padre de María Teresa, aplacado por el compromiso formal y, probablemente también por razón de los bienes del novio valorados en unos 200.000 duros, dió su permiso y bendición a la pareja.4 Simón le propone a María Teresa que se casen ese mismo año en el Puerto de La Coruña. En Santander, España, el 30 de marzo de 1802, Bolívar otorga poder a Pedro Rodríguez del Toro para suscribir en su nombre las capitulaciones matrimoniales.
En consideración de su distinguido nacimiento, su virginidad, sus cualidades personales y su disposición de dejar España para acompañar a Bolívar, los abogados del futuro libertador le pusieron un valor a su prometida de 100.000 reales, aproximadamente una décima parte de la fortuna de Bolívar.4 Eran las costumbres propias de la época a las cuales Bolívar respondía con naturalidad. Tales convencionalismos en nada desmerecían, sin embargo, el amor entre los novios.
TERESA LESNAIS:
Antes de partir de aquel París sensual e inmiscuido en los diversos escenarios de la sociedad sibarita. Bolívar habría de acariciar otros sentimientos y de apurar el cáliz juvenil en otros corazones. Así, preparado para una larga caminata europea de instrucción, que lo llevara por el centro del viejo continente, acompañado esta vez del Robinson filósofo, es decir, de su maestro Simón Rodríguez y del cuñado Fernando toro, mientras se recibe el francmasón del culto escocés conoció de verás e intimó en esa Lutecia eternal –calle de Vaugirard-, del rococó y Chautebriand, con su amiga Teresa Lesnais (Lesnays o Laisnay, para otros), dulce, bella, reservada y enigmática mujer, a quien llegó a amar sin alardes hasta allá, por los días imborrables de 1806. (De esta relación según este autor le nació una hija).
ANA LENOIT:
En su carrera hacia la gloria Bolívar sigue al Estado Soberano de Cartagena, y en conjunción como coronel efectivo de los ejércitos neogranadinos con doscientos hombres y la bandera cuadrilonga desde Barranca invade la cuenca caliente del bajo Magdalena para perseguir sin pausa a los soldados realistas. A finales de 1.812 y cargando con veintinueve años en los meandros y visiones de sus aguas revueltas, de frente al majestuoso rio, Cupido hace las suyas y así conoce a la francesa Anne Lenoit, entonces de diecisiete años bien formados, tímida, joven de pareceres y rubia bella de Paris, “la mayor atracción del pueblo”; establecida familiarmente en aquel lugar junto con su padre, un emigrado europeo que se desempeñaba como comerciante en la tórrida zona de Mompox.
Así que enhebrado en las horas del tiempo en aquella naturaleza salvaje se cultivo entonces un apasionado aunque corto romance de intimidad, debido lo ultimo a la vasta campaña militar que se iniciaba por aquellas fechas, y al decir del biógrafo Indalecio Lievano Aguirre, en esos cinco días permanecido en Salamina ( antes, Punta Gorda), Bolívar gustoso de las deliciosas aventuras galas se entrevista en varias oportunidades con esta beldad llena de encantos y alegría juvenil, tratada ella como “ La madamita”, eso sí, lejos de la prisión o angustia de los seres humanos; pero acosado por la guerra itinerante, el héroe marcial o Don Juan festinado embarca en las naos del destino rumbo a Heredia, cuando entonces las lagrimas de Anita fluyen por los ojos y mojan sus mejillas. Luego, en la campaña el Libertador continua hasta Tenerife, donde otra vez se encuentra Anita, y sus brazos se aferran a ella, que le ha seguido con tesón.
JOSEFINA MACHADO:
El 4 de agosto de 1.813 conoció de veras el Libertador a Josefina Machado, “la señorita Pepa”, como la llamaban en la intimidad, al entrar aquel triunfante a Caracas, luego de Campaña Admirable. Bolívar regresaba entonces a la ciudad natal con todas las loas imaginables y en las ofrendas que se le tributaron encontró, de improviso, con que una de las doce bellas caraqueñas vestidas de blanco que frente al cabildo citadino le colmaron de laureles a la manera clásica de la antigüedad romana y que además lo arrastraron en el carro triunfal, como hombre y conquistador le interesaba aquella ninfa o vestal. Josefina, la escogida por el corazón, en aquel momento frisaba en los veinte años y quienes la conocieron cuentan que además era morena, de cabellos negros, estatura regular y transmitía un ardor delicioso apenas con su presencia destacada, de ojos grandes y vivos, la boca carnosa y de una alegría natural que en momentos de solaz llegaba a contagiar a cualquier mortal. Tampoco provenía de la pequeña sociedad mantuana colonial, detalle este que movido en cierto medio agresivo o petulante y de acuerdo con los acontecimientos vividos, le conformaba en la mezcla un carácter inestable y soberbio aunque reservado y frio, según la posición con que ella en ocasiones considerada comportarse. Hija de criollos terratenientes de los valles cacaoteros de rio Tuy y prima del general Carlos Soublette Jerez, la vanidad consecuente que la entornaba por momentos le permitió acercarse a Bolívar sin alguna dificultad y penetrar en el, para así resarcir los vejámenes y recelos que le hizo la sociedad de entonces ente tantos días turbulentos, lo que fuerza de la verdad debió haber influido en el ego de aquella familia Machado.
ISABEL SOUBLETTE:
Isabel Soublette, oriunda de la sociedad mantuana emergente de la época, la del reencuentro romántico en esa costa con el Libertador Simón Bolívar, también fue su amante; una mujer descrita como esbelta, rubia y blanca, de ojos azules y bellos.
Era una distinguida hermana del General Carlos Soublette, quien fuera más tarde Presidente de Venezuela, y prima a su vez de su rival Josefina Machado, con la que en un equilibrio amoroso entre la rubia y la morena debió compartir a ratos y no sin ciertos celos, este amor imposible.
JULIA COBIER:
La perla antillana de Bolívar fue Julia Cobier o Gober; criolla dominicana, morena pálida, de buena presencia, tierna, excitante y rica. Pernoctaba con Bolívar ella en Kingston cuando sus enemigos fueron a otra casa y asesinaron al pobre Félix Amestoy, quien lo esperaba para platicar, y por breve reposo ocupó su hamaca.
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