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Amores Del Libertador


Enviado por   •  6 de Diciembre de 2012  •  3.138 Palabras (13 Páginas)  •  488 Visitas

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Amores del Libertador

María Ignacia Rodríguez.

María Ignacia Rodríguez de Velasco de Osorio Barba y Bello Pereyra mejor conocida como María Ignacia Rodríguez de Velasco o simplemente como la Güera Rodríguez (20 de noviembre de 1778 - 1 de noviembre de 1850) fue una criolla que figuró en la sociedad colonial mexicana por su belleza y riqueza, además de brindar su apoyo a la Independencia de México.2 3 Es considerada como un personaje emblemático de la Independencia, al mantener una relación amorosa con Agustín de Iturbide e impulsarlo a que llevara a cabo, y completara, la «libertad mexicana». Asimismo, mantuvo una relación con Simón Bolívar y Alexander von Humboldt.

Se conocen pocos aspectos sobre su vida y su papel en los hechos históricos de México, así como también, la única pintura que se realizó de ella. Lo más notable, son sus amores con personajes muy conocidos y sus descripciones muy elogiosas en las biografías de escritores como Artemio de Valle Arizpe y Romeo Hernández Mendoza, entre otros.

María Teresa del Toro.

María Teresa fue la única hija de Bernardo Rodríguez del Toro y Ascanio natural de Caracas, Venezuela, y de Benita de Alayza y Medrano, oriunda de Valladolid, España. Nació en Madrid,1 el domingo 15 de octubre de 1781, durante el reinado de Don Carlos III. Esa noche, la compañía dramática española puso en escena del Teatro Principal la obra Faust.3 María Teresa estaba profundamente vinculada a la sociedad caraqueña. Su padre era hermano del tercer Marqués del Toro, Sebastián Rodríguez del Toro y Ascanio, cuyo título heredó el primo hermano de María Teresa, Francisco José Rodríguez del Toro e Ibarra, amigo íntimo de Bolívar, también pariente de los Rodríguez del Toro.

Al morir su madre, se encarga de su padre y sus hermanos, lo que la hizo convertirse, a temprana edad, en madre de sus pequeños hermanos, a quienes educó y protegió. Asistía regularmente a los oficios religiosos y ayudaba a su padre y a su primo en lo relativo a la administración de bienes y haciendas.

María Teresa era una mujer bien educada y culta de su época, de ojos color café, piel pálida, de naturaleza tímida y carácter amable. Conoció a Simón Bolívar en Madrid, en 1800. Bolívar había sido enviado a España a los 17 años para continuar sus estudios. Su vida cambiaría definitivamente en la casa del Marqués Gerónimo de Ustáriz, a quien Simón Bolívar llamaba "tutor", y en cuya mansión residió por algún tiempo. Sería en ella donde habría de conocer a María Teresa, con quien estaba emparentado por varias líneas. 4

Él sólo tenía 17 años de edad y ella 19,5 pero la joven cautivó a Bolívar a tal punto que, a pesar de su edad, rápidamente le declaró su amor. En agosto de 1800 María Teresa acepta el noviazgo de Simón Bolívar. Su padre, al enterarse, les propone que esperen un tiempo hasta que él cumpliese su mayoría de edad. Por motivo de que la herencia de Bolívar dependía de que éste tuviese un matrimonio bien asentado, éste reportaba con orgullo su noviazgo, describiéndo a María Teresa como «una joya sin defectos, valiosa sin cálculo». Don Bernardo, el viudo padre de María Teresa, llevó a su hija a Bilbao y al poco tiempo, en marzo de 1801, decepcionado de Madrid, su prometido se mudó a esa ciudad. De regreso a España, luego de una estadía en París, Bolívar le propone formalmente matrimonio a María Teresa el 5 de abril de 1802. El padre de María Teresa, aplacado por el compromiso formal y, probablemente también por razón de los bienes del novio valorados en unos 200.000 duros, dió su permiso y bendición a la pareja.4 Simón le propone a María Teresa que se casen ese mismo año en el Puerto de La Coruña. En Santander, España, el 30 de marzo de 1802, Bolívar otorga poder a Pedro Rodríguez del Toro para suscribir en su nombre las capitulaciones matrimoniales.

En consideración de su distinguido nacimiento, su virginidad, sus cualidades personales y su disposición de dejar España para acompañar a Bolívar, los abogados del futuro libertador le pusieron un valor a su prometida de 100.000 reales, aproximadamente una décima parte de la fortuna de Bolívar.4 Eran las costumbres propias de la época a las cuales Bolívar respondía con naturalidad. Tales convencionalismos en nada desmerecían, sin embargo, el amor entre los novios.

TERESA LESNAIS:

Antes de partir de aquel París sensual e inmiscuido en los diversos escenarios de la sociedad sibarita. Bolívar habría de acariciar otros sentimientos y de apurar el cáliz juvenil en otros corazones. Así, preparado para una larga caminata europea de instrucción, que lo llevara por el centro del viejo continente, acompañado esta vez del Robinson filósofo, es decir, de su maestro Simón Rodríguez y del cuñado Fernando toro, mientras se recibe el francmasón del culto escocés conoció de verás e intimó en esa Lutecia eternal –calle de Vaugirard-, del rococó y Chautebriand, con su amiga Teresa Lesnais (Lesnays o Laisnay, para otros), dulce, bella, reservada y enigmática mujer, a quien llegó a amar sin alardes hasta allá, por los días imborrables de 1806. (De esta relación según este autor le nació una hija).

ANA LENOIT:

En su carrera hacia la gloria Bolívar sigue al Estado Soberano de Cartagena, y en conjunción como coronel efectivo de los ejércitos neogranadinos con doscientos hombres y la bandera cuadrilonga desde Barranca invade la cuenca caliente del bajo Magdalena para perseguir sin pausa a los soldados realistas. A finales de 1.812 y cargando con veintinueve años en los meandros y visiones de sus aguas revueltas, de frente al majestuoso rio, Cupido hace las suyas y así conoce a la francesa Anne Lenoit, entonces de diecisiete años bien formados, tímida, joven de pareceres y rubia bella de Paris, “la mayor atracción del pueblo”; establecida familiarmente en aquel lugar junto con su padre, un emigrado europeo que se desempeñaba como comerciante en la tórrida zona de Mompox.

Así que enhebrado en las horas del tiempo en aquella naturaleza salvaje se cultivo entonces un apasionado aunque corto romance de intimidad, debido lo ultimo a la vasta campaña militar que se iniciaba por aquellas fechas, y al decir del biógrafo Indalecio Lievano Aguirre, en esos cinco días permanecido en Salamina ( antes, Punta Gorda), Bolívar gustoso de las deliciosas aventuras galas se entrevista en varias oportunidades con esta beldad llena de encantos y alegría juvenil, tratada ella como “ La madamita”, eso sí, lejos de la prisión o angustia de los seres humanos; pero acosado por la guerra itinerante, el héroe marcial o Don Juan festinado embarca en las naos del destino rumbo a Heredia, cuando entonces las lagrimas de Anita fluyen por los ojos y mojan sus mejillas. Luego, en la campaña el Libertador continua hasta Tenerife, donde otra vez se encuentra Anita, y sus brazos se aferran a ella, que le ha seguido con tesón.

JOSEFINA MACHADO:

El 4 de agosto de 1.813 conoció de veras el Libertador a Josefina Machado, “la señorita Pepa”, como la llamaban en la intimidad, al entrar aquel triunfante a Caracas, luego de Campaña Admirable. Bolívar regresaba entonces a la ciudad natal con todas las loas imaginables y en las ofrendas que se le tributaron encontró, de improviso, con que una de las doce bellas caraqueñas vestidas de blanco que frente al cabildo citadino le colmaron de laureles a la manera clásica de la antigüedad romana y que además lo arrastraron en el carro triunfal, como hombre y conquistador le interesaba aquella ninfa o vestal. Josefina, la escogida por el corazón, en aquel momento frisaba en los veinte años y quienes la conocieron cuentan que además era morena, de cabellos negros, estatura regular y transmitía un ardor delicioso apenas con su presencia destacada, de ojos grandes y vivos, la boca carnosa y de una alegría natural que en momentos de solaz llegaba a contagiar a cualquier mortal. Tampoco provenía de la pequeña sociedad mantuana colonial, detalle este que movido en cierto medio agresivo o petulante y de acuerdo con los acontecimientos vividos, le conformaba en la mezcla un carácter inestable y soberbio aunque reservado y frio, según la posición con que ella en ocasiones considerada comportarse. Hija de criollos terratenientes de los valles cacaoteros de rio Tuy y prima del general Carlos Soublette Jerez, la vanidad consecuente que la entornaba por momentos le permitió acercarse a Bolívar sin alguna dificultad y penetrar en el, para así resarcir los vejámenes y recelos que le hizo la sociedad de entonces ente tantos días turbulentos, lo que fuerza de la verdad debió haber influido en el ego de aquella familia Machado.

ISABEL SOUBLETTE:

Isabel Soublette, oriunda de la sociedad mantuana emergente de la época, la del reencuentro romántico en esa costa con el Libertador Simón Bolívar, también fue su amante; una mujer descrita como esbelta, rubia y blanca, de ojos azules y bellos.

Era una distinguida hermana del General Carlos Soublette, quien fuera más tarde Presidente de Venezuela, y prima a su vez de su rival Josefina Machado, con la que en un equilibrio amoroso entre la rubia y la morena debió compartir a ratos y no sin ciertos celos, este amor imposible.

JULIA COBIER:

La perla antillana de Bolívar fue Julia Cobier o Gober; criolla dominicana, morena pálida, de buena presencia, tierna, excitante y rica. Pernoctaba con Bolívar ella en Kingston cuando sus enemigos fueron a otra casa y asesinaron al pobre Félix Amestoy, quien lo esperaba para platicar, y por breve reposo ocupó su hamaca.

BERNARDINA IBAÑEZ:

Bernardina Ibáñez es la perla del Libertador que procede de Ocaña. Estuvo entre las quinceañeras que lo coronaron en Bogotá después de la batalla de Boyacá. Esa "Melindrosa" para Bolívar, pretende ser un ángel. Estaba prometida en matrimonio con el pavo del ejército, el coronel Ambrosio Plaza.

PAULINA GARCÍA:

Paulina García, una esbelta trigueña de negra y larga cabellera, esbelta y trigueña, llena de atributos físicos y espirituales, conmovedora, de 20 años, palmireña genial sacó a Simón Bolívar de casa de Becerra y con argucia suma y en actitud suprema se lo llevó a la suya por dar “seguridad”.

JOAQUINA GARAICOA:

Simón Bolívar la llamaba “La Gloriosa” ella lo admiraba demasiado y él le mantuvo sentimientos puros y sinceros, Bolívar llegó al extremo de autorizarle el uso de su nombre y apellido, que ella puso al lado del suyo y desde entonces firmó "Gloriosa Simona Joaquina Trinidad y Bolívar".

Manuela Sáenz.

Manuela Sáenz Aizpuru (Quito, Ecuador, 27 de diciembre de 1797 - Paita, Perú, 23 de noviembre de 1856) fue una patriota ecuatoriana y compañera sentimental de Simón Bolívar, reconocida por la historiografía independentista hispanoamericana contemporánea como heroína de la Independencia de América del Sur. Es conocida también como Manuelita Sáenz y como «Libertadora del Libertador» (en referencia a Simón Bolívar).

Criticada, denigrada e ignorada y desterrada por sus contemporáneos y aún décadas después de su muerte, sólo a mediados del siglo XX Manuela Sáenz empezó a ser reivindicada como heroína y prócer en la gesta de la independencia o como precursora del feminismo en América Latina. En todo caso, casi dos siglos después de su muerte, es un personaje que continúa aún despertando odios o amores y ocasionando debates y controversias.

Manuela Madroño.

La joven Manuela Madroño, acompañó al Libertador en su paso por la Sierra, entre Guayaquil y Perú; el tiempo fue corto, aproximadamente tres meses, mientras se preparaba la campaña de liberación del Perú. Dados los acontecimientos de la guerra, el Libertador tuvo que separarse de la joven Manuela Madroño, quien nunca le olvidó. Al extremo que ya viejecita la gente le recordaba sus amoríos con él, y ella feliz contestaba, ante la pregunta: ¿Cómo está la vieja de Bolívar?. "Como cuando estaba moza".

Paula Prado.

En el baile que le ofrecieron el 2 de junio de 1825 inicia su idilio con la joven y agraciada arequipeña Paula Prado. Será un mes de apasionamiento y allí mismo quedará su enamorada.

FANNY DERVIEUX DU VILLARD:

Simón bolívar regresó a España luego de la muerte de su esposa y de ahí viajó a París en la primavera de 1804. Allí en el “Hotel de los Extranjeros” permanecerá rodeado de amigos, derrochando infinitas ilusiones y aprendiendo cada día más de la vida.

Al cabo de poco tiempo aparece ante él, ella, de cuerpo entero, entre bautismos y enlaces connubiales llamada “Fanny” Louise Denisse Dervieux du Villard, casada con el cincuentón coronel realista y conde a la vez, Bartolomé Dervieux, mujer de mundo, hija del barón de Trobiand de Kenreden, su pariente lejano por la sangre Aristiguieta.

Fanny, blanquísima mujer de cabellos tirando a rubio oscuro, como lo señalan sus biógrafos, frívola por demás, coqueta, de refinamiento y gracia elegante pese a ser un tanto gruesa, la boca fina, los ojos azules aunque el color a veces era variable, sonrosada la piel, de senos rellenos y brazos torneados, el andar lento y sinuoso, por otra parte hábil y encantadora.

Para el momento del encuentro Fanny frisaba las 28 primaveras, y a pesar de los múltiples compromisos sociales empezó a intimar con aquel solitario viudo de 20 años.

Maestra ideal, fue la mujer que verdaderamente lo despertó en las lides ardientes del amor, en los largos seis meses que acariciaron estos encuentros continuos, aunque por los viajes de conocimiento que debía realizar el futuro Libertador, llegó finalmente el6+ de mayo de 1805, día en que el caraqueño se despidió con ternura de la francesa, obsequiándole en esa oportunidad una sortija, marcada en esta fecha con el grabado imperecedero del recuerdo.

FRANCISCA ZUBIAGA BERNALES DE GAMARRA (LA MARISCALA):

Francisca Zubiaga y Bernales “la Mariscala” fue esposa y principal asesora presidencial de Agustín Gamarra. Cuzqueña de nacimiento, de carácter indomable, debeló conspiraciones y dirigió asuntos de estado. La Mariscala fue una mujer que rompió esquemas, quebrantó paradigmas, odiada por muchos y muchas, querida y amada por otros y otras, Doña Pancha se convertiría así en la primera mujer peruana en tener activa participación política. Como bien decía Clorinda Matto de Turner “esa mujer fue mucho hombre” y agregaba además en uno de sus escritos “…Tócame, en fin, ocuparme del Perú, mi amada patria, cuyo pabellón blanco y rojo, hecho con la sangre de los héroes de la independencia y el velo de las vírgenes del sol, fue glorificado por mujeres de la talla de Francisca Zubiaga, esposa del generalísimo Agustín Gamarra”. O cómo se refería de ella la escritora parisina Flora Tristan, quien tuvo la oportunidad de conocerla antes de su temprano deceso “su rostro, según las reglas con que se pretende medir la belleza, no era ciertamente hermoso. Pero, a juzgar por el efecto que producía sobre todo el mundo, sobrepasaba a la más bella. Como Napoleón, todo el imperio de su hermosura estaba en su mirada...”

En el Cuzco le tributa un amor decidido Francisca Zuniaga de Gamarra, esposa del general Agustín Gamarra, quien llegaría a ser dos veces Presidente de Perú, y enemigo, comprensible, de Bolívar y, por extensión, de la independencia de Bolivia, nación a la que invadió, perdiendo la vida frente al ejército patriota boliviano. Cuando a este general le criticaban su odio hacia el hombre que lo había colmado de honores, respondía: "...Me concedió honores, es cierto, pero me quitó la mujer...". Y siguiendo la tradición iniciada con las hermanas Ibañez, dos hermosas ofrendan sin disputas sus favores: Juana de Dios y Bárbara Lemus; y luego, las Patiño, María de Jesús y Salustiana...

BENEDICTA NADAL:

Benedicta era una joven mujer bella y tímida a la vez, buena bailarina de valses, de escasa bolsa, distinta a cuantas le rodeaban, quién sabe en qué oportunidad, en que reunión, o de qué forma estratégica se encontraron estos dos seres ansiosos de amar, uno frente al otro. Los amores de Benedicta con Bolívar, si bien livianos en lo por venir, fueron “in tensos de alto vuelo, íntimos e hirvientes”.

Desde el primer momento la boliviana, ya abierta de ideas, constituyóse en otro paraíso dentro de la vida nueva de Bolívar, y si bien no fue sujeta por varias circunstancias a la inmediatez de los negocios y el compartir intimista del caraqueño allá presente, no puede decirse que mientras anduvo por aquellos contornos y paisajes dejara de contar con su presencia animosa o el calor de su desprendimiento. Por ello, como respuesta a un sentir verdadero Bolívar se autoproclama “tu amante”, al escribirle a poco desde la sensual Lima, y todavía cuando piensa volver de visita a la ciudad tranquila de La Paz. Y continúa empeñoso: “espérame a todo trance…si no eres una ingrata, pérfida…”; y ella, a pesar de los problemas familiares que a diario le arrebataban el sentimiento, supo responder al llamado del corazón y guardar la llama de la esperanza, mientras pendió de las palabras y los suspiros el imposible regreso del héroe aclamado.

MARÍA JOAQUINA COSTAS:

El 5 de octubre de 1825 llega Bolívar a Potosí y una dama le susurra al oído: "Cuidado, quieren asesinarlo". La dama se llama María Joaquina Costas y es la esposa del general boliviano Hilarión de la Quintana. Esa noche mientras los asesinos desesperan al no encontrar a Bolívar, éste recibe amor y cobijo en los brazos enamorados de María Joaquina, que en el ínterin le revela toda la conspiración que incluye a su pariente León Gandiarias.

JEANETTE HART:

Jeannette Hart se llama la novia estadounidense que conoció en 1825 en el puerto de El Callao, Perú, durante una recepción a bordo de la goleta insignia "United States", y por la que estuvo a punto de batirse a duelo con un gringo celoso, Jack Percival, asistente del Comodoro Hull, cuñado de la joven que consentía la relación y la estimulaba. Jeannette murió soltera, en 1861, en Nueva York. Se cuenta que cuando se enteró de la enfermedad de Bolívar partió rumbo a Colombia, pero informada de su deceso suspendió el viaje.

Y "casi una niña", el escándalo oculto:

Y en la primera semana de enero de 1830 viniendo de Cartago por el camino del Quindío, el libertador de tres repúblicas y supremo presidente de Colombia, con parte de su estado mayor y al mando de 282 hombres a caballo y 644 a pie, se encontraba a las puertas de la ciudad de Ibagué, donde con las primeras oscuridades una jovencísima doncella se desliza en su habitación con un núbil temblor, "casi una niña" dirán las murmuradoras, que acompañan al padre ultrajado a la mañana siguiente a casa del juez a consignar la denuncia de su honor mancillado en su hija seducida por aquel asombroso portento. Ya Bolívar había marchado al alba en pos de su destino, pero el implacable juez lo persiguió hasta darle alcance y luego de vencer el obstáculo del estado mayor, le informa: - "General Bolívar debe usted regresar a enfrentar un juicio por seducción de menor que se ha introducido en mi tribunal". -¡Vaya usted al carajo!, fue la abofeteante respuesta que dejó clavado en la llanura, ante la burla de la soldadesca, la dolorida figura de la justicia. Pero el documento con la denuncia quedó para posteridad asentado en el libro diario del juzgado.

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