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Anibal Quijano

susi78224 de Noviembre de 2014

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Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina 1

Aníbal Quijano 2

a globalización en curso es, en primer término, la culminación de un proce- so que comenzó con la constitución de América y la del capitalismo colo- nial/moderno y eurocentrado como un nuevo patrón de poder mundial. Uno de los ejes fundamentales de ese patrón de poder es la clasificación social de la po- blación mundial sobre la idea de raza, una construcción mental que expresa la ex- periencia básica de la dominación colonial y que desde entonces permea las di- mensiones más importantes del poder mundial, incluyendo su racionalidad espe- cífica, el eurocentrismo. Dicho eje tiene, pues, origen y carácter colonial, pero ha probado ser más duradero y estable que el colonialismo en cuya matriz fue esta- blecido. Implica, en consecuencia, un elemento de colonialidad en el patrón de poder hoy mundialmente hegemónico. En lo que sigue, el propósito principal es abrir algunas de las cuestiones teóricamente necesarias acerca de las implicancias

de esa colonialidad del poder respecto de la historia de América Latina3.

Aníbal Quijano

I. América y el nuevo patrón de poder mundial

América se constituyó como el primer espacio/tiempo de un nuevo patrón de poder de vocación mundial y, de ese modo y por eso, como la primera id-entidad de la modernidad. Dos procesos históricos convergieron y se asociaron en la pro- ducción de dicho espacio/tiempo y se establecieron como los dos ejes fundamen- tales del nuevo patrón de poder. De una parte, la codificación de las diferencias entre conquistadores y conquistados en la idea de raza, es decir, una supuesta di- ferente estructura biológica que ubicaba a los unos en situación natural de infe- rioridad respecto de los otros. Esa idea fue asumida por los conquistadores como el principal elemento constitutivo, fundante, de las relaciones de dominación que la conquista imponía. Sobre esa base, en consecuencia, fue clasificada la pobla- ción de América, y del mundo después, en dicho nuevo patrón de poder”. De otra parte, la articulación de todas las formas históricas de control del trabajo, de sus recursos y de sus productos, en torno del capital y del mercado mundial4.

Raza, una categoría mental de la modernidad

La idea de raza, en su sentido moderno, no tiene historia conocida antes de América5. Quizás se originó como referencia a las diferencias fenotípicas entre conquistadores y conquistados, pero lo que importa es que muy pronto fue cons- truida como referencia a supuestas estructuras biológicas diferenciales entre esos grupos.

La formación de relaciones sociales fundadas en dicha idea, produjo en Amé- rica identidades sociales históricamente nuevas: indios, negros y mestizos y rede- finió otras. Así términos como español y portugués, más tarde europeo, que has- ta entonces indicaban solamente procedencia geográfica o país de origen, desde entonces cobraron también, en referencia a las nuevas identidades, una connota- ción racial. Y en la medida en que las relaciones sociales que estaban configurán- dose eran relaciones de dominación, tales identidades fueron asociadas a las je- rarquías, lugares y roles sociales correspondientes, como constitutivas de ellas y, en consecuencia, al patrón de dominación colonial que se imponía. En otros tér- minos, raza e identidad racial fueron establecidas como instrumentos de clasifi- cación social básica de la población.

Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina

Con el tiempo, los colonizadores codificaron como color los rasgos fenotípi - cos de los colonizados y lo asumieron como la característica emblemática de la categoría racial. Esa codificación fue inicialmente establecida, probablemente, en el área britano-americana. Los negros eran allí no solamente los explotados más importantes, pues la parte principal de la economía reposaba en su trabajo. Eran, sobre todo, la raza colonizada más importante, ya que los indios no formaban par- te de esa sociedad colonial. En consecuencia, los dominantes se llamaron a sí mismos blancos6.

En América, la idea de raza fue un modo de otorgar legitimidad a las relacio- nes de dominación impuestas por la conquista. La posterior constitución de Eu- ropa como nueva id-entidad después de América y la expansión del colonialismo europeo sobre el resto del mundo, llevaron a la elaboración de la perspectiva eu- rocéntrica de conocimiento y con ella a la elaboración teórica de la idea de raza como naturalización de esas relaciones coloniales de dominación entre europeos y no-europeos. Históricamente, eso significó una nueva manera de legitimar las ya antiguas ideas y prácticas de relaciones de superioridad/inferioridad entre do- minados y dominantes. Desde entonces ha demostrado ser el más eficaz y perdu - rable instrumento de dominación social universal, pues de él pasó a depender in- clusive otro igualmente universal, pero más antiguo, el inter-sexual o de género: los pueblos conquistados y dominados fueron situados en una posición natural de inferioridad y, en consecuencia, también sus rasgos fenotípicos, así como sus des- cubrimientos mentales y culturales 7. De ese modo, raza se convirtió en el primer criterio fundamental para la distribución de la población mundial en los rangos, lugares y roles en la estructura de poder de la nueva sociedad. En otros términos, en el modo básico de clasificación social universal de la población mundial.

El Capitalismo: la nueva estructura de control del trabajo

De otro lado, en el proceso de constitución histórica de América, todas las formas de control y de explotación del trabajo y de control de la producción-apro- piación-distribución de productos, fueron articuladas alrededor de la relación ca- pital-salario (en adelante capital) y del mercado mundial. Quedaron incluidas la esclavitud, la servidumbre, la pequeña producción mercantil, la reciprocidad y el salario. En tal ensamblaje, cada una de dichas formas de control del trabajo no era una mera extensión de sus antecedentes históricos. Todas eran histórica y socio- lógicamente nuevas. En primer lugar, porque fueron deliberadamente estableci- das y organizadas para producir mercaderías para el mercado mundial. En segun- do lugar, porque no existían sólo de manera simultánea en el mismo espacio/tiem- po, sino todas y cada una articuladas al capital y a su mercado, y por ese medio entre sí. Configuraron así un nuevo patrón global de control del trabajo, a su vez un elemento fundamental de un nuevo patrón de poder, del cual eran conjunta e individualmente dependientes histórico-estructuralmente. Esto es, no sólo por su lugar y función como partes subordinadas de una totalidad, sino porque sin per- der sus respectivas características específicas y sin perjuicio de las discontinuida- des de sus relaciones con el orden conjunto y entre ellas mismas, su movimiento histórico dependía en adelante de su pertenencia al patrón global de poder. En ter- cer lugar, y como consecuencia, para colmar las nuevas funciones cada una de ellas desarrolló nuevos rasgos y nuevas configuraciones histórico-estructurales.

En la medida en que aquella estructura de control del trabajo, de recursos y de productos, consistía en la articulación conjunta de todas las respectivas formas históricamente conocidas, se establecía, por primera vez en la historia conocida, un patrón global de control del trabajo, de sus recursos y de sus productos. Y en tanto que se constituía en torno a y en función del capital, su carácter de conjun- to se establecía también con carácter capitalista. De ese modo se establecía una nueva, original y singular estructura de relaciones de producción en la experien- cia histórica del mundo: el capitalismo mundial.

Colonialidad del poder y capitalismo mundial

Las nuevas identidades históricas producidas sobre la base de la idea de raza, fueron asociadas a la naturaleza de los roles y lugares en la nueva estructura global de control del trabajo. Así, ambos elementos, raza y división del trabajo, quedaron estructuralmente asociados y reforzándose mutuamente, a pesar de que ninguno de los dos era necesariamente dependiente el uno del otro para existir o para cambiar.

De ese modo se impuso una sistemática división racial del trabajo. En el área hispana, la Corona de Castilla decidió temprano el cese de la esclavitud de los in- dios, para prevenir su total exterminio. Entonces fueron confinados a la servi- dumbre. A los que vivían en sus comunidades, les fue permitida la práctica de su antigua reciprocidad -i.e. el intercambio de fuerza de trabajo y de trabajo sin mer- cado- como una manera de reproducir su fuerza de trabajo en tanto siervos. En al- gunos casos, la nobleza india, una reducida minoría, fue eximida de la servidum - bre y recibió un trato especial, debido a sus roles como intermediaria con la raza dominante y le fue también permitido participar en algunos de los oficios en los cuales eran empleados los españoles que no pertenecían a la nobleza. En cambio, los negros fueron reducidos a la esclavitud. Los españoles y los portugueses, co- mo raza dominante, podían recibir salario, ser comerciantes independientes, arte- sanos independientes o agricultores independientes, en suma, productores inde- pendientes de mercancías. No obstante, sólo los nobles podían participar en los puestos altos y medios de la administración colonial, civil y militar.

Desde el siglo XVIII,

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