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Aquella Tarde


Enviado por   •  28 de Enero de 2013  •  2.665 Palabras (11 Páginas)  •  285 Visitas

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“Un café es a veces la más cercana versión líquida del amor”

Estoy sentada frente a mi ventana con una taza de café caliente en mis manos, observando el vaivén agitado de la ciudad, tengo un bolígrafo y unas hojas en blanco en mis piernas además de una falta de inspiración en mi mente para comenzar a relatar esta historia, no sé cómo hacerlo pero creo que lo haré así:

No recuerdo el año en el que sucedió, pero el día y el mes se quedaron grabados eternamente en mi memoria, era un diez de octubre por la tarde, el sol regalaba el más bello atardecer que hubiera visto hasta ese día, me encantó tanto que me detuve un minuto a observarlo, interrumpiendo el ritmo de mi tan ajetreada vida, pero consideré que después de un día difícil de trabajo valía la pena observar tal majestuosidad, sentí unas inmensas ganas de ver completamente aquél atardecer, así que me dirigí a la cafetería más cercana que tenía para poder observarlo y disfrutarlo con un buen cappuccino, llegué a la cafetería, me senté y pedí mi café, obviamente sin dejar de ver el atardecer que me había llevado ahí.

Mientras esperaba mi cappuccino y observaba el bello atardecer, mi mente comenzó a divagar entre aquéllas nubes doradas imaginándose historias, me preguntaba ¿por qué la Luna y el Sol no están juntos? ¿Por qué la Luna va tras el Sol algunos días pero el Sol no va en busca de ella por las noches? ¿Por qué él se oculta cuando ella sale? Traté de dar respuesta a estas cuestiones con esto: “Dios no quiso que ellos estuvieran juntos por que el Sol es un loco aventurero y la Luna es muy decente y conservadora, si estuvieran juntos se destruirían y si esto pasara no habría noches ni días y mucho menos atardeceres como el que ahora mismo contemplaba, pero aquel “amor” que había entre estos astros celestiales era tan grande que conmovió al mismo Dios y Éste les regaló a las nubes, para que fueran sus mensajeras, y por medio de ellas se mandaran besos y caricias; y si mi metáfora era correcta, entonces hoy con este atardecer la Luna y el Sol estaban demasiado románticos y amorosos.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando una señorita de delantal cerúleo con un eslogan con el nombre de la cafetería “Cielo Azul” en el centro me dijo:

-Su café.

Lo puso sobre la mesa, observé de nuevo su delantal y vi que tenía su nombre grabado en letras muy pequeñas en el lado superior derecho, era Rocío.

-Gracias…Rocío- dije, con una sonrisa solo de amabilidad.

-A usted - concluyó y se fue.

Mientras yo continué con mis ideas y daba pequeños sorbos al cappuccino. Habían pasado apenas diez minutos y al Sol le faltaban otros diez o quince para ocultarse totalmente.

De pronto llegó un joven y con tan solo un vistazo observé todo de él, tenía el cabello ondulado y castaño, unos labios rosados y carnosos, su figura para mi gusto era escultural que si Rafael la hubiera visto en sus tiempos habría adorado ese perfecto cuerpo. Levaba unos jeans y una playera color vino que se amoldaba a su perfecto torso, tenía unos ojos hermosos color miel pero se veían opacados por una mirada triste y desolada que hacía juego con su pálida piel, me parecía el hombre más guapo del mundo al mismo tiempo que era un triste fantasma del olvido.

Se sentó en una mesa que estaba al frente mío; obstruyendo mi visión del atardecer y concentrando mi vista y mis pensamientos en él; me empaticé tanto con su estado de ánimo que sentí un no sé qué, que qué sé yo, que me hizo vencer mi enorme timidez, pararme y dirigirme con las piernas temblando y el corazón latiendo a mil por hora como si acabara de correr un maratón de diez kilómetros hacia él, llegué y me senté a su lado, naturalmente él se mostró muy extrañado con lo que hice y cuando iba a preguntar por qué hacía eso lo interrumpí y pregunté primero:

-¿Qué le pasa?

Me miró igual de extrañado y con enojo por mi atrevimiento respondió:

-¡Qué le importa!

Después miró hacia otro lado evadiéndome quizá para ver si me iba y dejaba de molestarlo, pero por gracia o desgracia de Dios, yo soy muy insistente, no me moví de ahí y volví a preguntar – ¿Qué le pasa?

Siguió ignorándome y llamó a una de las meseras del café, por un momento pensé que le diría que lo estaba acosando y me sacarían de la cafetería sin terminar de ver mi atardecer y sin saber qué le ocurrí a esta chico que por alguna manera en mi interior me preocupaba demasiado provocando una escena muy incómoda para ambos, pero no fue así; cuando la mesera llegó él de manera más que amable pidió un café expresso, en ese momento recordé una frase que muchas amas de casa le dicen a sus maridos cuando se obsesionan con el tocino “eres lo que comes” solo que yo la arreglé con “tus emociones son como lo que tomas” así que me atreví de nuevo a dirigir la palabra a aquel joven que desconocía por completo, solo que ahora no pregunté el “qué le pasa” sino decidí hablar por lo que había ordenado.

-¡oh! Un expresso- dije en tono un poco burlesco,- ¿será que así han sido sus amores y por eso está así?-me miró fríamente a los ojos y estuvo a punto de gritarme, pues su boca se entreabrió y al mismo instante se cerró guardando una furia acompañada de una rabia que pude percibir aunque no hubiera dicho nada, pero no había nada que decir con un parpadeo me dio una respuesta afirmativa seguida de unas lágrimas que me apresuré a secar con una servilleta que estaba en la mesa.

-Perdón- dije- soy una tonta mi intención no era hacerlo llorar sino ayudarlo-

Me levanté de la silla para irme pero él se dirigió a mí sollozando:

-Espere, espere; no se valla, usted no ha hecho nada malo, solo trató de ser amable y yo, yo no sé que hacer, como estoy lo mismo me da un sentimiento de preocupación por mi que una mentada de madre.

Giré de nuevo hacia él y me volví a sentar, me sentí alegre pues al fin había cruzado una muralla que me impedía conocerlo, tome sus manos sobre la mesa (que por cierto eran muy suaves) y dije: -¿Ahora si me va a decir qué le pasa?

-verá he tenido un mal día, bueno no un mal día sino una mala vida-

-No, la vida no es mala, la vemos de mala forma que es diferente- dije; él prosiguió, -Es que lo que acabo de vivir hace unos momentos me cambió totalmente la forma de ver la vida, bueno no la vida en si, solamente la mía, ¿entiende?

-No- respondí-¿podría explicarse mejor?

-Hace dos años me enamoré de la mujer que para mi sería el ser perfecto, era simpática, divertida, amable, tierna y le caía muy bien a mis padres y a todos mis amigos, estaba totalmente enamorado, inclusive hace un mes nos comprometimos y nos casaríamos el veinticinco de enero del próximo año, pero hoy…- dejó de hablar para cerrarse en un llanto amargo, yo ya sabía a lo que iba.

-Tranquila- repliqué-

-Pero hoy lo visité a su casa y encontré la puerta abierta, entre y vi ropa tirada por la pequeña sala del apartamento y seguí hasta llegar a su cuarto y la vi, la vi a ella, a Renata revolcándose con Manuel, mi mejor amigo, comenzamos a discutir y descubrí que me engañaban desde hace ya 6 meses fue un gran golpe en mi, justo cuando pensaba que al fin sería feliz el destino me puso esto y yo ya no sé que hacer, quiero suicidarme y acabar con todo esto pero no puedo, no puedo.- Terminó de hablar con el rostro lleno de lágrimas, la historia que me acaba de contar era digna de novela dramática mexicana, sin más ni más me paré y fui junto a él y le di un gran abrazo, que él correspondió como si fuera agua después de estar días en el desierto.

-Pero la vida no es siempre así-le susurraba al oído mientras lo abrazaba –a veces te pone trabas para que las superes y ya, tal vez ella no era para ti y el destino te tiene preparado a alguien más-.

Terminamos de abrazarnos y yo volví a mi silla, el atardecer ya casi estaba desapareciendo le quedaban apenas cuatro o cinco minutos.

-Disculpe hemos hablado de mi vida todo este momento pero no nos hemos presentado, jajajajaja- dijo y sonrió, era la primera vez que lo vi sonreír, quizá fue una mueca fingida pero para mi eso era suficiente para saber que se había desahogado un poco.

-Es cierto, mi nombre es Danna soy de esta ciudad y pasé a tomar un café y contemplar el atardecer y me encontré con usted- dije

-Yo soy Emiliano, también vivo por aquí y bueno usted ya sabe por qué estoy aquí.

-Un placer conocerlo-

-Sabe nunca había sentido necesidad de una amistad como ahora, claro si usted gusta.

-Claro que sí, desde hoy considérese con una amiga más- dije con una sonrisa.

-Y qué observaba del atardecer-dijo él, quizá para evadir el tema y no siguiera sufriendo, así que para no ponerle más sal a la herida decidí responder y contarle todos los pensamientos locos que pasaban por mi mente sobre la Luna y el Sol, él rio y me dijo

-Eres como una niña con una imaginación muy divertida- dijo con una sonrisa en su rostro y esta vez sabía que era real.

Continuamos hablando sobre nuestra vida, le conté qué trabajaba en una compañía y que era la encargada de la publicidad, cómo es que estaba ahí y todo lo superficial que podíamos contarnos, él dijo que era un vendedor de seguros de vida que apenas había iniciado pero que le iba muy bien. Platicamos tanto que no nos dimos cuenta cuando acabó el atardecer y comenzó la noche, entre risas y pláticas de diversos temas se nos agotó el tiempo, nos despedimos y nos citamos a la misma hora el siguiente día en “Cielo Azul”. Cuando llegamos ordenamos dos frappes de chocolate, continuamos con la charla del día anterior solo que esta vez no nos limitamos a la cafetería y después de terminarnos los frappes fuimos al parque; fue una tarde-noche mágica y divertida. Así pasaron las siguientes tardes del mes, cada tarde y con cada taza de café o salida al parque se consolidaba más y más nuestra amistad, me hice su amigo hasta llegar a ser no simplemente un amigo más sino su mejor amigo, pero lo único malo de la amistad es que procura el enamoramiento, yo por buena o mala suerte me adelanté a la amistad y me enamoré completamente de él, me enamoré de su sonrisa, sus ojos, su cabello ondulado, sus suaves manos, y sus tan interesantes pláticas, en fin me enamoré de todo lo que formaba parte de él.

Pero la amistad que nos unía y mi gran y odiada timidez me impedían decirle mis sentimientos verdaderos, no quería destruir aquella bella amistad, pasaron los meses y cuando llegó enero, el veinticinco para ser exactos en una de nuestras reuniones de café interrumpí la plática que teníamos sobre el futuro de nuestras carreras y si logramos nuestros objetivos para decirle con una sonrisa en los labios.

-¿Recuerdas que en este día estarías casándote?

Cerró los ojos y contestó:

-Sí, lo recuerdo, gracias a Dios que no me casé con ella.

-¿Por qué? Pregunté intrigada.

-Porque si no lo hubiera encontrado con Renata, y no hubiera venido a llorar a está cafetería no te habría conocido.

Debo admitir que aquello me sonrojó y me hizo sentir una enorme explosión de sentimientos que se manifestaron con unas incómodas mariposas en la boca del estómago, sabía lo que sucedería a continuación, tendría que confesarle lo que sentía por él, al oírlo decir eso me importó un carajo nuestra amistad.

-Sabes me alegra que digas eso, en todos estos meses me has cambiado la vida, y no solo la vida sino que también mis sentimientos, tengo que confesarte que yo…

Me interrumpió para terminar él mi frase, y con una cara sorprendida dijo:

-¿Me amas?

Apenada contesté

-Si, te amo y ya no puedo seguir fingiendo ser la mejor amiga cuando quiero ser algo más, no quiero ser la sombra que te siga sino la persona que te acompañe, sé que pasaste por muchas complicaciones y desilusiones amorosas pero, si tu me lo permites yo quiero reparar esas heridas, pero tú tienes la última palabra, no importa la respuesta a la pregunta que seguramente ya sabes voy a hacerte, pero lo que me importa es que me dejes seguir a tu lado, qué dices, ¿Quieres que intentemos algo?

Aquél silencio de apenas veinte segundos me pareció una eternidad.

-Sí- Respondió-La verdad yo también me he enamorado de ti, ahora nada me haría más feliz que estar contigo-. Aquella respuesta me llenó de una felicidad inexplicable, lo único que pude hacer fue abrazarle y darle un beso, al fin probaba aquellos bellos labios y aún continuaban con el sabor del café que estaba tomando, fue algo simplemente hermoso, nos seguimos besando, y decidimos irnos de la cafetería, llegamos a mi apartamento y la luna sería testigo aquella noche de nuestro amor, nos entregamos él uno al otro, no hubo parte de nuestro cuerpo que nuestras manos y labios no recorrieran, aquella noche fue mágica, en ese momento supe que había encontrado a mi Luna, solo que él y yo si estaríamos juntos. Terminamos agotados después de nuestra demostración de amor.

Cuando amaneció despertamos juntos, le di un beso en los labios y me dijo.

-Te amo Danna.

-Yo también te amo Emiliano, te amo como no tienes idea.

Aquella mañana de aquél 26 de enero fue la mejor de mi vida, amanecí al lado del hombre que amaba y de la que sin duda sería el gran amor de mi vida, mi alma gemela.

Pasó el tiempo y cada día que pasaba nos amábamos más y más, ahora las tardes ya no eran nuestro momento favorito del día, ahora lo era la noche.

Cada día le llevaba una carta o un chocolate y él cada día me sorprendía con un beso o un abrazo, cada detalle, cada expresión, cada te amo, eran tan importantes que ocupaban un enorme lugar en mi corazón. Llevábamos un año, dos meses y cuatro días de novios cuando él llegó esa mañana y con lágrimas en los ojos me dijo:

-Me tengo que ir, me transfirieron de país en el trabajo y me voy a Italia, creo que lo mejor es que terminemos con nuestra relación.

Yo no supe qué hacer ni qué decir, estaba totalmente en shock, aquel castillo de ilusiones y esperanzas de estar siempre a su lado se derrumbaron en ese momento, y unas lágrimas brotaron de pronto de mis ojos, solo pude reaccionar con un abrazo y dije:

-No, por favor, no te vallas, te amo-

-Yo no quiero hacerlo, pero debo- dijo casi susurrando – ¿Recuerdas cuando me contaste aquella historia del Sol y la Luna cuando nos conocimos?, bien pues creo que yo soy la Luna y tú mi Sol, no podemos estar juntos pero nos amamos, si las nubes son mensajeras para ellos para nosotros lo serán las cartas, nos escribiremos, jamás te olvidaré, cada vez que yo beba un café o vea un atardecer tú estarás ahí, en cada sorbo te daré un beso y en cada parpadeo recordaré aquella noche del 25 de enero. Te amo nunca lo olvides.

Nos dimos un beso muy largo, yo tenía miedo de separarme de aquellos labios pero tuve que hacerlo.

-Adiós- dijo

Y se fue en un auto de su compañía de seguros, mientras yo me quedé viendo como desaparecía a lo lejos de la cuadra, con la cara llena de lágrimas, era la primera vez que lloraba por amor, y cuando el auto al fin desapareció susurré:

-Adiós amor.

...

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