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BASES PRELIMINARES PARA UNA POLÍTICA DE SEGURIDAD EN MENDOZA

arsalomon11 de Febrero de 2014

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BASES PRELIMINARES PARA UNA

POLÍTICA DE SEGURIDAD EN MENDOZA

Introducción

A pesar de ser el problema de la inseguridad uno de los temas de mayor preocupación social, tanto el Gobierno Nacional como el Provincial carecen de Política de Seguridad ; y las Políticas de Estado que se intentaron a partir del año 1998, poco a poco han ido abandonando los principios generales que en su momento se acordaron, y hoy es muy poco lo que queda de ella. Y peor aún, se confunde Política de Seguridad con planes operativos policiales, que por supuesto se dejan en mano de la policía

Ante esto, venimos a proponer a la comunidad mendocina lo que creemos son las bases en las que debe asentarse una solida Política de Seguridad de la Provincia. Algunas de estas acciones ya han sido anticipadas en otras ocasiones, a veces a través de diferentes documentos que hemos puesto a consideración de la ciudadanía, en otras ocasiones con trabajos entregados al propio gobierno provincial.

Entendemos que la “Política de Seguridad es la política pública responsable de organizar los instrumentos del Estado contra el fenómeno de la criminalidad”. Y si bien sabemos y reconocemos que existen múltiples causas que generan el fenómeno, causas de las cuales tenemos que ocuparnos, no podemos adoptar ni admitir en este tema una actitud de resignación a la espera de que los problemas de fondo se resuelvan algún día. No podemos seguir remitiéndonos eternamente a las causas, porque solucionar algunas de ellas llevara años de trabajo, si es que la clase política decide iniciar y continuar esta tarea.

Tampoco venimos a prometer soluciones mágicas. Descreemos de aquellas bravuconadas que plantean que es solo cuestión de decisión política y bravura. Peca de ignorante o mentiroso quienes detrás de un discurso populistas sostienen que el problema se soluciona aumentando la pena, o aplicando mano dura. Hay ejemplos en el mundo que indican lo contrario.

Entendemos que una sólida Política de Seguridad debe trabajar sobre las causas del delito en forma integral, con un Estado con capacidad de articular las diferentes áreas de gobierno, y los distintos Gobiernos Municipales. Pero esto es sólo una parte, quizás la más importante, pero de resultados a mediano y largo plazo. Por eso, cuando hablamos de Política de Seguridad, también nos referimos a organizar los instrumentos del Estado responsables de la lucha contra el crimen. Para ello el Estado cuenta con el legítimo monopolio de la fuerza a través de tres instituciones: La Policía Provincial; La Justicia Penal; y el Sistema Penitenciario.

Sobre las causas del delito y las formas de prevenirlo

Cada vez oímos con mayor frecuencia la palabra multicausalidad para hacer referencia a las situaciones que condicionan la aparición de un hecho delictivo ó para explicar los motivos por los que vivimos con la violencia social que vivimos

Lo cierto que la idea de multicausalidad se ha transformado en un concepto tan vago y poco explicativo, que pareciera servir mas como apelación a causas indeterminadas o indefinidas, por lo que excede a la toma de cualquier medida, que como una idea que identifique las condiciones estructurales o la relación causal de ciertos fenómenos sociales.

Con la idea de multicausalidad, como se la utiliza en la actualidad, pareciera que absolutamente todo puede ser causa de la conducta delictiva o violenta. Aumentó el desempleo; aumentó la inflación; los chicos pasan horas jugando en la play stacion; la escuela no da contenidos relacionados con el mundo del trabajo ni las normas de convivencia; los medios de comunicación solo emiten entretenimientos y chabacanería y ya no forman o transmiten cultura; las películas de hoy son mucho más violentas que las de antes; los jóvenes ya no se integran a actividades sociales como antes, son más sedentarios y tienen sus propios códigos y valores; la crisis de la familia, etc. La lista podría ser interminable y desde cualquier perspectiva ideológica.

Toda situación social, económica, cultural, etc., puede ser incluida bajo la definición de la multicausalidad.

Cuando un concepto puede ser utilizado para definir tantas situaciones es que ha perdido su poder explicativo. Ó, en todo caso, es utilizado mas como encubridor de la realidad que como esclarecedor.

Las consecuencias derivadas de esto no son más que la impotencia intelectual y el voluntarismo en las decisiones. Pues cada cosa que se haga, por inverosímil que parezca, puede explicarse como destinado a algún aspecto de la prevención o que apunta a las “causas estructurales del delito”. Y en el caso de fracaso, la multicausalidad nuevamente es el motivo, que asesta con su indefinición, una vez más un golpe de realidad a la improvisación y al voluntarismo.

¿Es posible darle un poco de certeza a la multicausalidad?. ¿Podremos darle sentido y direccionarla a la explicación de situaciones puntuales? ¿Podremos derivar consecuencias concretas?, ¿Cuándo decimos de las causas, a que nos estamos refiriendo?.

Por ejemplo, desde el punto de vista criminológico no está tan clara la relación entre pobreza y delito, o la hipótesis de que el desarrollo económico trae aparejado la disminución de los delitos.

En contra del sentido común, hay experiencias de sociedades relativamente pobres que muestran índices delictivos inferiores que otras más ricas. También sociedades que tienen periodos de crecimiento económico prolongado con aumento de la tasa de criminalidad.

Lo que pareciera tener una mayor función predictiva en la relación economía-criminalidad, son los índices de inequidad. Al parecer las sociedades con mayor desigualdad social son las que sufren más la violencia y el delito.

Como es sabido, delitos han existido en todas las sociedades y en todos los tiempos. También es de esperarse que en el futuro sigan existiendo, salvo en algún proyecto utópico. Lo cierto es que cuando en la actualidad nos referimos a buscar las causas del delito, estamos pensando en la utilización de las herramientas que las ciencias nos proveen para identificar aquellos elementos, factores, etc., que anteceden y explican una conducta determinada, en este caso una conducta que ha sido definida como delictiva.

La Criminología, en su experiencia, nos provee de tres grandes modelos explicativos del comportamiento social de las personas. Uno es el “Modelo Biologista”, otro es el “Psicológico o del aprendizaje social” y el tercero es el “Sociológico”.

Cada uno parte de premisas teóricas diferentes y por lo tanto sus recetas son distintas, aunque a veces complementarias. También han sido utilizados para posicionamientos políticos importantes en la historia del siglo pasado.

Así, el modelo biologista, el más antiguo y el que mayores consecuencias dramáticas aportó por su génesis racista, supone que todo comportamiento social puede ser explicado por el funcionamiento de algún componente biológico del humano en su interacción con el medio ambiente. Sus hipótesis se transforman en Programas que desde el punto de vista médico o siquiátrico, buscan condicionar la conducta agresiva, tratar adicciones ó, como se está experimentando en la actualidad en la provincia, inhibir la segregación de testosterona para prevenir violaciones.

Está claro para esta perspectiva, quien comete un delito sufre una patología y debe ser tratado, como un tratamiento clínico se trata. En el límite, la función de la Pena es la cura de la patología.

Otro modelo explicativo es el que encuentra las causas del comportamiento en el desarrollo psíquico y sobre todo cognitivo. Sus premisas apuntan al modo a que los sujetos aprendemos el comportamiento social. Por ello sus objetivos estarán destinados a la búsqueda de modelos de aprendizajes, de imitación de comportamientos y a proveer de herramientas cognitivas, habilidades y competencias para modificar la conducta delictiva o fortalecer la convencional. Cualquier programa de la D.G.E. que se tome va a partir de esas premisas.

El tercer gran modelo explicativo supone la influencia de lo social en la explicación del comportamiento. Concretamente supone que hay una determinación de lo social que condiciona seriamente las formas de actuar y de pensar. Las causas hay que buscarlas en las formas en que se distribuyen los recursos materiales y simbólicos como también en las formas en que las personas se integran en la sociedad.

Se analizan las instituciones que intermedian al sujeto con la sociedad y su poder socializador o transmisor de normas. Muchos programas proveen mejoras sociales en diversos aspectos, viviendas, urbanismo, recreación capacitación, empleo, etc, etc.

De esta forma, por ejemplo, la construcción de viviendas no es un programa de prevención en sí mismo, pero el hacinamiento si es un factor explicativo del comportamiento agresivo. La retención escolar puede ser un objetivo pedagógico importante pero si la escuela ha perdido poder socializador o transmisor de habilidades, la retención poco impactará en la conducta delictiva.

Con todo lo dicho, se puede avanzar en la elaboración de un Plan de Prevención del Delito y la Violencia Social que atienda a las causas, a los emergentes y sobre todo que defina prioridades de intervención.

En ese sentido se ha elaborado una propuesta que tiene tres ejes fundamentales: 1)- una política de prevención basada en la integración social, 2)- una política de prevención basada en el enfrentamiento estratégico con dos factores asociados al delito como es la droga y las armas, y 3)- una política de prevención basada en atenuar el impacto excluyente que genera,

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