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CIENCIA FICCIÓN EN LA LITERATURA ARGENTINA


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2013  •  4.088 Palabras (17 Páginas)  •  549 Visitas

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LA CIENCIA FICCIÓN EN LA LITERATURA ARGENTINA

Se ha escrito ciencia ficción en la Argentina en forma más o menos regular desde hace 125 años, pero es un empeño destinado al fracaso el intentar descubrir un hilo conductor que enlace estas obras de generación en generación. La ciencia ficción argentina es muchas veces un producto casual, nada autoconsciente hasta hace escasas décadas. Y siempre, a pesar de contar en sus filas con autores consagrados, se movió en las orillas de la gran literatura pero sin alcanzar a conformar un espacio propio. Pero esta ausencia casi total de continuidad tuvo un inesperado efecto positivo: eludió lo que Bradbury ha llamado la ‘actitud incestuosa’ de los escritores de ciencia ficción, que sólo se leen entre ellos y terminan limitando sus variaciones genéticas. La ciencia ficción argentina es escasa, pero al menos es variada..

Para remontarnos a los orígenes de la ciencia ficción podemos llegar bastante lejos, al menos si nos referimos a la historia literaria en el Nuevo Mundo. En rigor, el primer antecedente para la ciencia ficción argentina se produce el 11 de junio de 1816, días antes de la declaración oficial de la independencia de la corona española, que se llevaría a cabo el 9 del mes siguiente. En un pequeño periódico de Buenos Aires aparece “Delirio”, una voltariana crítica de costumbres ambientada en 1880, más de medio siglo en el futuro, donde un poderoso gigante recorre las calles de la aldea enfurecido por las costumbres y hábitos alejados de la modernidad europea. Publicado anónimamente, es altamente probable, según las prácticas de la época, que el autor fuera el periodista español Antonio José Valdés. Escrito poco tiempo antes que el Frankenstein de Mary Shelley, “Delirio” es un curioso ejemplo de proto ciencia ficción.

Hay otros antecedentes que todavía no alcanzan a configurar ciencia ficción en el sentido que hoy conocemos. Argirópolis (1850), de Domingo F. Sarmiento (1811-1888), es una utopía política donde su autor, posteriormente presidente y uno de los protagonistas de la historia argentina, plasma sus ideales liberales. El primer relato de ciencia ficción que especula sobre un desarrollo científico es “Quien escucha, su mal oye” (1865), de Juana Manuela Gorriti (1818-1892), que gira en torno al mesmerismo (una de las tantas ‘ciencias’ que no fueron validadas posteriormente) en una tragedia de infidelidades. Fuertemente influenciada por el romanticismo, Gorriti se movió con soltura en los climas fantásticos. Con los dos volúmenes que integran Sueños y realidades (1865) dio inicio a la tradición fantástica en la literatura argentina, forma que florecería durante el siglo XX.

En los diez años posteriores a la aparición de los cuentos de Gorriti el clima político y cultural cambió por completo. Se consolidó el proceso de integración territorial bajo una política liberal progresista dirigida por la oligarquía ganadera, afectando al mundo cultural que vio aparecer un positivismo iracundo mientras se desvanecían los últimos trazos del Romanticismo. Se instaló la idea de progreso, constructo fundamental para el desarrollo de la ciencia ficción.

En este medio surge lo que se conoce en la literatura argentina como ‘Generación del ‘80’, un conjunto de jóvenes literatos que consagran, en el campo de la literatura, una suerte de legalización de las políticas liberales. Entre ellos figura un personaje singular, Eduardo Ladislao Holmberg (1852-1937), médico de profesión y más tarde uno de los mayores naturalistas argentinos. Con poco más de veinte años publicó su primera novela, Dos partidos en lucha: fantasía científica (1875), una enconada defensa del darwinismo en tono de parodia. Durante el mismo año aparece en forma seriada Viaje maravilloso del señor Nic-Nac, que relata la visita del protagonista al planeta Marte, luego de una transmigración espiritual. Holmberg utiliza un recurso característico de la ciencia ficción de índole social: extrapolar a una sociedad extraña las costumbres y hábitos de sus contemporáneos para lograr un mayor contraste. Las estrategias y el tono general de la historia tienen algunos puntos de contacto con la trilogía 'Perelandra', de C. S. Lewis. Señalemos, como curiosidad, que Holmberg adelanta uno de los artificios clásicos del género al presentar un arma como “un rayo de luz condensado”.

Su obra más madura y mejor estructurada es el cuento “Horacio Kalibang o los autómatas” (1879), donde se evidencia la influencia de Hoffman y sus hombres de arena. Planeada como una burla hacia sus adversarios ideológicos, puede leerse como un relato francamente moderno de ciencia ficción, con robots y leves distorsiones de la realidad, en un tono ligero. Holmberg escribió un puñado de cuentos de ciencia ficción además de lo mencionado, culminando con una curiosa utopía política, Olimpio Pitango de Monalia, inédita hasta una fecha tan reciente como 1994. Junto a Holmberg hubo otros autores que, influenciados por el positivismo, escribieron relatos de ciencia ficción durante este efervescente período, pero para un mayor conocimiento remitimos a las investigaciones de Horacio Moreno sobre el tema.

Una vez diluidos los últimos vínculos entre la ciencia ficción y la generación del '80, debemos esperar hasta entrado el siglo XX para encontrar la primera obra de cierta significación, sin contar un par de utopías políticas (una socialista, la otra anarquista): Las fuerzas extrañas (1906), colección de cuentos de Leopoldo Lugones (1874-1938). En estos cuentos, el 'gran poeta nacional', como supo conocérselo, se asoma al mundo de las 'nuevas ciencias' (ocultismo, teosofía, parapsicología, magnetismo) en una amalgama desordenada y exuberante entremezclada con las 'ciencias verdaderas'. Las ideas expulsan a un segundo plano a los personajes y las tramas, tenues dibujos enmascarados en una prosa desbordante. Durante el mismo período, el uruguayo-argentino Horacio Quiroga (1878-1937) incursiona en varias oportunidades en la ciencia ficción, y muchas veces en lo fantástico. Fuertemente marcado por Poe primero y Maupassant después, los cuentos de Quiroga respetan a rajatabla la concepción clásica de la narrativa en formato corto. Sus folletines “El hombre artificial” (1910), un pastiche en torno a Frankenstein, y “El mono que asesinó” (1909), sobre un viaje metempsíquico de miles de años, son buenos ejemplos de la literatura popular que por entonces también se extendía por el mundo anglosajón.

Las dos décadas que siguen a las obras de Lugones y Quiroga presentan algunas, escasas, muestras de ciencia ficción, ninguna de ellas de relevancia. Apenas merecen una mención Abdicación de Jehová y otras patrañas (1929), un conjunto

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