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Como Aprender Hablar Ingles En 5 Minutos


Enviado por   •  7 de Mayo de 2015  •  1.324 Palabras (6 Páginas)  •  211 Visitas

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Cristóbal Miguel García Jaimes estudia el primer año de Física en la UNAM, es capaz de leer un libro de 350 páginas en un día, ha ganado los principales concursos de ciencia en su natal Guerrero y del país, y a sus 19 años puede presumir que creó el acelerador de partículas más barato del mundo. Sin embargo, a pesar de sus logros, niega ser un genio. El secreto de este joven al que le gusta la música regional mexicana, y que sonríe cuando ve Los Pingüinos de Madagascar, es, en su propia voz, ser “un fruto de la cultura del esfuerzo”.

Es originario de San Miguel Totolapan, uno de los municipios con mayor carencia en el estado y al que la violencia expulsó 250 habitantes en 2014, según cifras del gobierno. Su vida ha sido una batalla contra la discriminación y por la supervivencia, en la que la curiosidad y el interés han sido los principales aliados para alcanzar sus objetivos.

“Yo no me considero un superdotado, considero que he tenido muchas piedras en mi camino, como para utilizarlas y construir algo nuevo. El esfuerzo es la clave de que cualquiera lo puede hacer, y quienes no lo creen, dejen de estar de flojos y hagan las cosas”, dice en entrevista con AltoNivel.com.mx.

“La física siempre fue lo mío”

Cristóbal aprendió matemáticas antes que empezar a leer. Asegura que descubrió la sucesión de Fibonacci a los seis años, mientras observaba fascinado cómo las plantas crecían y la relación de distancia que existía entre sus hojas.

“Cuando entré al kínder ya sabía multiplicar, dividir y restar. Aprendí el lenguaje de las matemáticas, pero se me dificultaba mucho hablar. Mi acercamiento a la ciencia fue porque siempre quería ver qué había detrás de las cosas: desarmaba planchas, DVD's y todo lo que encontrara y no sirviera”, señala.

A los once años descubrió en su casa un libro del físico Paul Tippens:

“LO LEÍ TANTAS VECES QUE CUANDO LLEGUÉ A LA SECUNDARIA, LA FÍSICA YA ERA LO MÍO”.

Para realizar sus experimentos, apostaba cinco pesos con sus amigos y primos a que una piedra y un tabique caían igual. “No me creían, pero yo confiaba en Galileo Galilei, ganaba y me daban ganas de continuar estudiando”.

Mientras su gusto por la Física crecía, su padre lo abandonó cuando se enteró que su mamá tenía una enfermedad en el riñón. Estudiar resultó entonces más complicado y comenzó a pedir trabajos: de albañil como "media cuchara", de campesino y lo que le diera la oportunidad de ayudar a su madre y seguir estudiando.

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Durante la secundaria, entró a concursos de todas las materias, que ganó tres veces, hasta ser un “campeón de campeones”, un mérito que obtuvo en una competencia ante La Salle de Acapulco. "Mientras ellos llegaron en una camioneta, recuerdo que mi profesor y yo llegamos pidiendo aventón porque no nos alcanzaba para el pasaje".

“Terminé la secundaria y mis profesores me dijeron que no podía seguir creciendo en mi estado, y entonces me fui a la Ciudad de México”.

Un velador sobredotado

Con 15 años, Cristóbal viajó a la capital del país para estudiar en la preparatoria 6, incorporada a la UNAM. Su pasión por la Física siguió en aumento, así como la lista de oficios que el estudiante aprendió para sobrevivir: carpintero, resanador, lavacoches y velador.

Y también crecieron las discriminaciones. Recuerda que cuando salió de San Miguel Totolapan, una paisana le dijo que su hija estudiaba en la misma preparatoria, por lo que le hizo una petición: “No le hables a mi hija, porque tu vienes muy indiado”. Después de cuatro años en la capital del país y una enorme lista de méritos académicos encima, asegura que aún no le habla a la chica.

Cristóbal se inscribió al programa "Jóvenes hacia la investigación" del Instituto de Física de la UNAM. Su primer proyecto fue un estudio sobre las propiedades curativas del zacate para las enfermedades cutáneas. Después de las cuatro semanas que duraba la estancia, el académico Efraín Chávez Lomelí le sugirió continuar en el instituto y el joven aceptó.

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“Cuando llegué al Instituto de Física mi ídolo era Albert Einstein, porque al igual que él me creían retrasado en la primaria, pero una vez llegando ahí conocí

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