Derecho.
luises791Informe16 de Octubre de 2013
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Cosa cotidiana: suena el teléfono en una casa y alguien contesta; pero del otro lado en vez de encontrarse con una voz amable, encuentra una voz desconocida, que en breve, se convertirá en una verdadera pesadilla: “Si no nos deposita la cantidad de….se lo lleva la chingada a usted y su familia” Entonces el terror inicia, se vuelve presente, aplastante hora tras hora; se teme que la amenaza finalmente se cumpla, y quien habla, lleve a cabo su plan, a menos que haga lo que me pide.
A pesar de no conocerse a quien habla, se cree casi infaliblemente en su palabra, “seguramente si no hago lo que me dice, sucederá lo peor, cumplirá su amenaza” -se piensa. Por otro lado, hay quien de inmediato cuelga la llamada, otros se desafectan identificando la procedencia de dicho número: “Esa llamada viene de algún penal del DF, en realidad no me conocen” Mientras que otros tienen algunas buenas ocurrencias bastante agudas que –cosa curiosa- desbaratan revertiendo los efectos aplastantes de esas voces de quien busca extorsionar, y con un plus, produciendo risas cuando no carcajadas una vez que se platican a familiares y amigos. Pues no hay que perder de vista, o más bien de escucha, que dicha situación de la extorsión se produce en el contexto de la palabra y es a ese nivel donde se puede operar a fin de lidiar con ellas, desafectándose, haciendo que sus efectos no sean tan aplastantes.
La extorsión es un diálogo con ciertas características que a continuación revisaremos: a) quién habla para extorsionar toma control total de la conversación, es un verdadero maestro perverso quien desea controlar y humillar a su interlocutor, para la cual si discurso es de una sola vez, cerrado, sin cortes. Es la misma lógica de un comediante, quien para poder generar risas en su público, no debe de ser interrumpido. Ambos discursos, el del extorsionador y el del comediante son discursos que no deben de ser interrumpidos, pues pierden aquello que desean suscitar en quienes escuchan. Pensemos en un extorsionador que se equivoca de número y llama a otro lugar y lo recibe un conmutador con una larga ristra de números, verdadera burocracia digital, o que llame a una casa en donde quien contesta tiene problemas para oír y entonces le pide que el extorsionador le repita varias veces lo mismo y lo mismo… Lo mismo cuando un comediante se enfrenta con un miembro del público que lo interrumpe haciéndole preguntas concretas sobre partes del relato del chiste, el primero seguramente terminará por desesperarse y al final el chiste ya no tendrá chiste, pues no hay algo peor que un chiste explicado.
Antecedentes.
Algunos delincuentes explotan la inseguridad subjetiva existente en la población, es decir el miedo a ser víctima de un delito, en este caso específicamente de secuestro; amenazando con efectuarlo sobre una persona familiar de la verdadera víctima, pero de extorsión o estafa, como medio para obtener cantidades de dinero no muy altas, pero en forma rápida y de tal manera que resulta casi imposible acusar a nadie.
La extorsión vía telefónica es una reciente modalidad delictiva que ha venido a tomar auge en gran parte de la República Mexicana, favorecida por el avance tecnológico y por la ingenuidad de las víctimas, además del factor preponderante: no saber y no verificar cómo y dónde se encuentra algún familiar ausente del domicilio, por periodos ya sea de algunas horas o bien de días, semanas e incluso meses.
El dinero es exigido a cambio de que, en algunos casos, no se despliegue una conducta delictiva como secuestro, lesiones u homicidio en contra de algún miembro de la familia; o bien de que el familiar ausente no sufra las consecuencias legales de haber participado en un supuesto incidente, generalmente un hecho de tránsito como un choque o atropellamiento.
Los delincuentes
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