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EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS


Enviado por   •  24 de Noviembre de 2012  •  3.008 Palabras (13 Páginas)  •  298 Visitas

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“El zorro de arriba y el zorro de abajo” de José María Arguedas: el discurso de la muerte

María Gladys Marquisio

1

Andreína Martínez Chenlo

2

“La palabra, pues, tiene que desmenuzar el mundo”

(El zorro de abajo, Cap. I, Primera Parte de El zorro de arriba y el zorro de abajo)

José María Arguedas

Una obra límite dentro de la literatura americana es “El zorro de arriba y el zorro de abajo”,

de José María Arguedas, su última novela publicada póstumamente (1971) donde “un hombre

relata la agonía que precede a su suicidio, que coincide y a veces se intercambia con la agonía de

todo un pueblo, hasta el momento en que la palabra desaparece (¿inútil?) y sólo queda la

impenetrable realidad de una atroz muerte” (Cornejo Polar, 1973).

La lectura de ésta, su última novela, deja perplejos a los lectores: la experiencia es la de

haber estado ante una instancia límite, asfixiante, desintegradora, zozobrante. El lector siente la

inminencia de la revelación, un disparo, a través de una urdimbre de palabras y de hechos también

desintegrados, puestos a prueba, desmenuzados. Es la caída del hombre y de todo un pueblo que,

debido a un proceso destructor (personal y social), retrocede a un estado de desintegración. Aunque

en el final haya una sensación de posible comienzo: “Despidan en mí a un tiempo del Perú, cuyas

raíces estarán siempre chupando jugo de la tierra para alimentar a los que viven en nuestra

patria, en la que cualquier hombre no engrilletado y embrutecido por el egoísmo puede vivir, feliz,

todas las patrias” (Arguedas, 1971: 287). Esa desintegración (vital y lingüística) engendrará un

disparo (real y metafórico).

Arguedas nació en 1911 en la sierra del Perú (Andahuaylas), su orfandad (su madre murió

cuando tenía cerca de 3 años) permitió que fuera criado por los sirvientes indígenas: “Voy a

hacerles una curiosa confesión: yo soy hechura de mi madrastra. (...) (Ella) tenía el tradicional

menosprecio e ignorancia de lo que era un indio y como a mí me tenía tanto desprecio y tanto

rencor como a los indios, decidió que yo había de vivir con ellos (...) Los indios vieron en mí como

si fuera uno de ellos, con la diferencia de que por ser blanco acaso necesitaba más consuelo que

ellos.” (Arguedas, 1965). Este hecho lo transporta a una doble marginalidad: se aparta de su

extracción social (blanco dominante) y no consigue ingresar cabalmente al mundo indígena, queda

así vencido para siempre.

1

Profesora de Idioma Español, egresada del IPA, Cerro Largo 1850/3, gladysmarquisio@adinet.com

2

Profesora de Literatura, egresada del IPA, Lanus 6027, tel. 3201221, andretxenlo@adinet.com

1

Su suicidio fue elaborado minuciosamente en avisos previos, diarios, cartas y finalmente se

produjo el 28 de noviembre de 1969, aunque su agonía se extendió hasta el 2 de diciembre, casi un

año después de haber iniciado la novela, donde anticipaba desgarradoramente en sus primeras

páginas: “En abril de 1966, hace ya algo más de dos años, intenté suicidarme. En mayo de 1944,

hizo crisis una dolencia psíquica contraída en la infancia y estuve casi cinco años neutralizado

para escribir (...) En tantos años he leído sólo unos cuantos libros. Y ahora estoy otra vez a las

puertas del suicidio. Porque, nuevamente, me siento incapaz de luchar bien, de trabajar bien. Y no

deseo, como en abril del 66, convertirme en un enfermo inepto, en un testigo lamentable de los

acontecimientos” (Arguedas, 1971: 11) . Puso fin a su vida de un disparo en la sien, en el claustro

de la Universidad de San Marcos de Lima, de la que era catedrático de Antropología.

El libro consta de tres diarios y de un “¿último diario?” en el cual el autor hace el balance

final y decide su muerte. La relación entre diarios y novela es más interna que ficcional: el autor

escribe los diarios cuando la depresión o la angustia profunda que padece le impiden continuar la

novela. El primer diario comienza con la decisión de matarse. Ya en el segundo diario el autor ha

aplazado el suicidio porque tiene una novela entre las manos. En el tercer diario declara que la

asfixia detiene a la ficción. En el ¿último diario? da por concluido el proceso.

Los zorros del título son personajes míticos de leyendas indígenas (de arriba, huanan, sierra

y de abajo, urin, de la costa). Arguedas los ingresa a la narración de dos formas: por “La

interpolación de diálogos explícitos entre los dos y la transformación de ciertos personajes que,

sin dejar de ser personajes en el sentido tradicional del término, asumen la condición de zorros en

determinadas escenas. Los zorros poseen a estos personajes, los transforman, variando a veces

hasta sus cuerpos, en una suerte de

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