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ELIXIR

nahomi1Ensayo9 de Junio de 2014

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ELIXIR

A continuación te daré la historia más repugnante que tus oídos puedan escuchar, no necesito carta de presentación, has escuchado acerca de mis fechorías, mis asesinatos, violaciones, oh Mademoiselle Savignac, aún tengo el suave perfume de su piel, impregnado en mi virilidad, sus grandes y redondas tetas, como dos montes apuntando hacia el horizonte, lástima y desdicha la mía, una sola vez la pude poseer, pero esa única vez me bastó para rendirle pleitesía al alabastro con el que se esculpió su cuerpo.

Si bien no encontré nuevamente el dulce amor que brotaba de la entrepierna de Savignac, pude gozar de cientos de putas baratas que rondaban las calles de París, ofreciéndome un momento de gozo y descarga, cual pañuelos desechables que se tiran a la basura. Una noche mientras apreciaba la avenida de los campos elíseos, esperando concretar un atraco que me sirviera para alimentarme y poder acudir con alguna refinada dama necesitada de dinero, pude observar dos hermosas y esbeltas gemelas salir de la Plaza de la Concordia, deben saber que mi ojo clínico y refinado gusto solo desea lo más selecto de las mujeres en París, y valla que el sinuoso movimiento de sus caderas, dejaba entrever mi enorme bulto que se erigía imponente en dirección de las curvilíneas nalgas que a lo lejos observaba.

Las seguí, cual águila esperando devorar a su presa, oh amigos míos, deben saber que en este punto mi excitación era tal, que el ruido de mis entrañas ya no importaba. Tomaron la avenida Marceau y doblaron a la izquierda, entrando en un hostal de mala monta para el bien parecer de estos ángeles. Me escabullí sin causar la menor sospecha. La puerta estaba entreabierta, como si me estuvieran esperando, sin más acudí a su encuentro. Lo que mis ojos vieron, no lo vería ni el más acaudalado aristócrata, ni el más indigno repugnante ser, otra vez yo, Nicolas-Jacques Pelletier, me endulzaba con la miel que brotaba a manera de perfume de la habitación. Recostadas, desnudas, pasando sus dedos por la obertura del paraíso, me llamaron por mi nombre. Sus cuerpos como labrados con gubia, sudaban de placer. Un inmenso júbilo me llenaba. Me quitaron los pantalones con un ansia descomunal, buscando la rígida piel que tanto regodeo les causaría. Succionaron fuertemente el pináculo de mi estaca y sus lenguas, a manera de serpientes deletrearon su nombre en mi verga, Babette y Colette, una oda al sexo oral.

Oh mis amigos, espero estén imaginando minuciosamente el glorioso trío sexual, y gocen tanto como yo gocé, hasta ese momento. Las rameruelas, cantoneras, esquífadas continuaban su labor, hasta que fortuitamente me tumbaron sobre la cama, amarraron mis muñecas con vehemencia y una fuerza excesiva, ¿sadismo?, no, era algo mucho peor. Las uñas del par de putas abrieron mi pecho, dejando brotar sangre que lamían gustosas. Por detrás de los barrotes de la cama, surgieron dos brazos amorfos, con piel de reptil, acercando sus dedos a mi nariz, soltó algún tipo de somnífero, intentando drogarme, sin conseguirlo. La horrenda criatura se mostró ante mis ojos, el pánico llenaba mi cuerpo, había visto las peores atrocidades de la sociedad, pero este animal, era el excremento del mismísimo Satanás. Sentí un resquemor, mi virilidad se convertía en un gusano, blando, retorcido, sin vida propia. El monstruo acercó su asqueroso hocico, asomando los puntiagudos dientes, emprendiendo el camino hacia mi pelvis. La absorción había comenzado, Babette y Colette introducían nuevamente sus dedos en el resquicio humedecido de sus cuerpos, sus lenguas se encontraban, jugueteaban en un constante jadeo, excitadas al verme sodomizado. Oh mis queridos amigos, la vergüenza del acto, hace que mi voz se entrecorte, al recordar tan espeluznante suceso, peor que el visto en la casona de Madame Cochin. Pero aguarden, mi experiencia no acaba ahí, el incesto de dos hermanas, conjugado con

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