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Economía Social

racr12 de Julio de 2015

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EMPRENDIMIENTOS ECONÓMICOS SOLIDARIOS

LUIZ INÁCIO GAIGER

1. Definición

Los emprendimientos económicos solidarios abarcan diversas

modalidades de organización económica, originadas en la libre asociación

de los trabajadores, con base en principios de autogestión,

cooperación, eficiencia y viabilidad. Aglutinando a los individuos

excluidos del mercado de trabajo, o motivados por la fuerza de sus

convicciones, y en búsqueda de alternativas colectivas de supervivencia,

los emprendimientos económicos solidarios llevan a cabo

actividades en los sectores de la producción o de la oferta de servicios,

de la comercialización y del crédito. Se presentan en forma de

grupos de producción, asociaciones, cooperativas y empresas de autogestión

y combinan sus actividades económicas con acciones de

índole educativa y cultural, valorando el sentido de la comunidad de

trabajo y el compromiso con la colectividad social en la cual se insertan.

Las prácticas específicas de dichas empresas se inscriben en una

nueva racionalidad productiva, en la cual la solidaridad se convierte

en un sostén de las iniciativas, ya que generan resultados materiales

efectivos y ganancias extra-económicas. El trabajo en consorcio actúa

en pro de los propios productores y otorga una connotación bastante

más amplia a la noción de eficiencia, referida igualmente a la

calidad de vida de los trabajadores y a la satisfacción de objetivos

culturales y ético-morales. Ese espíritu se diferencia de la racionalidad

capitalista –que no es ni solidaria ni tampoco inclusiva– y de la

solidaridad popular comunitaria –desprovista de los instrumentos

adecuados a un desempeño social y económico que no sea circunscrito

y marginal–. Además de ello, dado el papel decisivo de un conjunto

creciente de organizaciones y agentes mediadores, los

emprendimientos solidarios suelen buscar o crear mecanismos e ins-

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LA OTRA ECONOMÍA

tituciones de articulación, representación e intercambio, tanto en el

ámbito económico como en el político. Constituyen así la célula

propulsora básica, con sus vinculaciones y extensiones, de la economía

solidaria.

Desde el siglo XIX, se registran intentos de instituir formas comunitarias

y democráticas de organizar la producción y el consumo, en

respuesta a las aspiraciones de igualdad económica y a la necesidad

de garantizar medios de subsistencia para la masa de trabajadores

despreciada por las empresas capitalistas. Según la reflexión teórica

que esa realidad emergente plantea, las empresas solidarias expresan

una proliferación de formas de economía alternativa, distintas a la

lógica mercantil capitalista, y de alternativas económicas, por tratarse

de establecimientos viables, capaces de asegurar su reproducción

social. Ellos incrementan, de manera posiblemente duradera, la gama

de modos de producción no-capitalistas (Santos, 2002). No obstante,

esas virtudes no están determinadas, sino que constituyen tendencias

y posibilidades que se materializan con mayor o menor intensidad,

de acuerdo con las condiciones objetivas y subjetivas en las que

cada experiencia se desarrolla. Su éxito depende, además, no sólo

del escenario en el que actualmente se encuentran, sino de la inversión

que se hace en ellas. Así, al señalar los aspectos nuevos y prometedores

que las experiencias de la economía solidaria están

demostrando, el concepto debe ser entendido principalmente como

un instrumento para la verificación de casos concretos, según las

cuestiones y los ángulos de análisis que propone, al mismo tiempo

que evoca un direccionamiento histórico posible, bajo el prisma de la

actuación en la sociedad.

2. Génesis y desarrollo histórico

El término emprendimiento económico solidario usualmente ha

servido para referirse a los más variados tipos de experiencias de la

economía solidaria. A grandes rasgos, abarca modalidades de trabajo

a las cuales recurren los individuos que viven ordinariamente del

empleo de su fuerza de trabajo y en las cuales encuentran refugio

categorías sociales puestas al margen de los sistemas convencionales

de ocupación y de distribución de la riqueza, dependientes del sector

privado y del Estado. Adoptan, en proporción variable, arreglos co-

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EMPRENDIMIENTOS ECONÓMICOS SOLIDARIOS

lectivos en la posesión de los medios de producción, en el proceso de

trabajo y en la gestión del emprendimiento, minimizando la presencia

de relaciones asalariadas. Dichas prácticas están ancladas en la

economía de los sectores populares, de la cual son una extensión y

donde encuentran primariamente su sustrato y su funcionalidad.

Expresan, así, una inflexión de la economía popular de base doméstica

y familiar, o también, en algunos de sus segmentos, una

reconversión de la experiencia obrera del trabajo, a través de la socialización

de los medios de producción y de la democratización del

poder económico.

La actual expansión de esas iniciativas remite tanto a capítulos

anteriores de la historia de la lucha de los trabajadores como a corrientes

de pensamiento y acción política. Sus raíces más lejanas se

ubican en el siglo XIX europeo, cuando la proletarización del mundo

del trabajo provocó el surgimiento de un movimiento obrero asociativo

y de las primeras cooperativas autogestionadas de producción (Singer,

1999). Esa praxis estuvo íntimamente vinculada a la matriz intelectual

y política que, desde allí, evolucionó por caminos diversos: socialistas

utópicos (Saint-Simon, Fourier), anarquistas (Proudhon,

Kropotkin), cooperativistas (Owen, Gide), cristianos (Le Play,

Raiffeisen) y socialistas (Jaurés, Pannekoek). El enfrentamiento operado

entre esas vertientes, a medida que surgían experiencias de autogestión

en otros continentes y de episodios que marcan la historia

política del siglo XX, condujo a una abundancia de abordajes y a la

entrada en escena de nuevas referencias, particularmente en el área

del pensamiento cristiano (Teilhard de Chardin, teología de la liberación)

y del socialismo (Castoriadis, Mariátegui), hoy gradualmente

dirigidas hacia una confluencia.

El resurgimiento de prácticas económicas asociativas, en la última

década, responde a contextos tan diversos como los de Nicaragua

o de Québec. En el primero, hay una situación de baja penetración

del sector capitalista y de enorme fragilidad institucional, donde se

reactivan organizaciones comunitarias y movimientos sociales fortalecidos

durante la revolución sandinista (Nuñez, 1997); en el segundo,

la crisis del modelo tradicional del Estado de Bienestar y los

efectos de la reconversión del capitalismo tardío favorecen al surgimiento

de nuevas prácticas ancladas en la sociedad civil. La economía

solidaria, en ese escenario, aparece en la agenda de los

movimientos sociales, a través de un nuevo frente de militancia eco-

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LA OTRA ECONOMÍA

nómica, y del propio gobierno, que la asume en sus políticas y en su

papel de promover la integración entre los diversos actores

(Vaillancourt y Favreau, 2000).

De un modo general, el surgimiento de emprendimientos solidarios

parte de la conjunción de cinco circunstancias: (a) la presencia,

en los medios populares, de prácticas y tradición asociativa,

comunitaria o de clase, motivando un sentimiento de pertenencia a

un pasado común y de reconocimiento mutuo, particularmente una

identidad de trabajo; (b) la existencia de organizaciones populares

y de movilizaciones colectivas, dotadas de liderazgos populares legítimos

y activos; (c) la reducción de las modalidades convencionales

de subsistencia, tanto debido a la regresión o mayor

selectividad del mercado de trabajo, como a la ineficacia de las

políticas públicas destinadas a generar oportunidades económicas

o a compensar momentáneamente su insuficiencia; (d) la mediación

de organismos representativos o de apoyo, capaces de canalizar

la demanda social hacia alternativas asociativas. Principalmente,

cuando dotados de los instrumentos pedagógicos y materiales que

impulsen las experiencias populares para que pasen desde una ló-

gica de preservación y defensa de las condiciones de existencia

(presente en una valoración de la recomposición de las formas de

vida económica ya practicadas) hacia una lógica de crecimiento y

expansión, dictada por una estrategia de remodelación o aun de

ruptura gradual de aquellos niveles de subsistencia y de reproducción

simple (Gaiger, 1996); (e) la formación de un escenario político

e ideológico que reconozca como relevante esas demandas sociales

y las alternativas a las cuales apuntan, las cuales empiezan a penetrar

en amplias franjas de los movimientos sociales y en la

institucionalidad política.

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