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Economía social: rompecabezas para armar


Enviado por   •  28 de Septiembre de 2016  •  Ensayos  •  29.125 Palabras (117 Páginas)  •  197 Visitas

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Economía Social: rompecabezas para armar

Autor: Felipe Rodolfo Arella

        En las últimas dos décadas comenzó a ocupar el análisis político y económico el concepto de economía social que había estado olvidado porque en la puja entre los bloques socialista y capitalista de naciones todos los gobiernos, principalmente los liberales impulsaron políticas sociales tendientes a sustraer a sus proletariados de las influencias del comunismo, mientras que los países con gobiernos comunistas, principalmente los europeos por concepción doctrinaria y por imagen mejoraron las condiciones de vida de sus ciudadanos. Es decir que entre los años que van de 1920 hasta 1990, principalmente luego de la Segunda Guerra Mundial, la condición de los trabajadores se vio mejorada, tuvieron posibilidad para organizarse sindicalmente. Las mujeres tuvieron derechos civiles y políticos; se produjeron movimientos reivindicatorios como el feminismo y comenzaron a ocupar lugares prominentes en ámbitos del gobierno, las profesiones liberales y en la conducción de empresas. Hubo movilidad social y prácticamente pleno empleo. Se independizaron las colonias que aún tenían Francia, Gran Bretaña, Portugal, Italia, Alemania y otros países de Europa. Ello no evitó, sin embargo, que se produjeran hambrunas, persecuciones a los trabajadores, estudiantes, segregaciones y guerras civiles, principalmente en las nuevas naciones independientes.

        Se hablaba del estado de bienestar, justicia social  e igualdad de oportunidades, de democracia y libertad. Pero el 9 de noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín, símbolo de la separación de los dos bloques políticos como consecuencia de la crisis económica y tecnológica que venía afectando a los países del área comunista, crisis que previera Mijail Gorbachov, Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión de República Socialistas Soviética y presidente de esa federación.

        A partir de ese acontecimiento todo comenzó a cambiar. Se hablo del fin de las ideologías[1] porque, como decía Hobsbawm[2], el principal efecto de 1989 es que el capitalismo y la riqueza han dejado, por el momento, de tener miedo. Este pensamiento del historiador inglés puede encerrar la clave de la profundización de los problemas de subsistencia y equidad social que desde sus orígenes viven los hombres, principalmente la gran mayoría de desplazados.

        A mediados de julio de 2011 podemos leer en los diarios que en Somalía más de 780.000 niños están al borde de la muerte por falta de comida; que el cólera está haciendo estragos en la población haitiana, calculándose en cerca de 800.000 el número de afectados; que los jóvenes franceses reclaman por el acceso al primer empleo; que los estudiantes chilenos, tanto de nivel secundario como universitario, ganan la calle para pedir por mayor presupuesto educativo, boleto estudiantil y democratización del sistema de educación superior, entre otros asuntos. También en la Argentina la protesta de los cientos de miles de desocupados se viene escuchando desde hace más de diez años exigiendo subsidios que les permita subsistir.

Algunas piezas del problema

        El principal problema de la economía es el de la distribución de la riqueza. ¿Cuál es una distribución justa? ¿La que acrecienta el monto de los capitales? ¿Aquella que retribuye más a los trabajadores? ¿O la que se canaliza a través de subsidios para el consumo? ¿Tal vez la que prioriza los gastos para la salud, educación y vivienda social?

        En los últimos veinte años en todos los países se fue perdiendo el estado de bienestar debido a que se reavivó la idea liberal del individualismo que reniega de la solidaridad social porque la solidaridad es una vieja y pesada carga para el desarrollo del capitalismo porque este sistema se basa en el predominio del capital empresario sobre las necesidades de las personas en general y se ocupa de que haya un nivel de consumidores/trabajadores que compren los bienes y servicios que produce. Los que no acceden al trabajo no consumen y como el primer consumo de las personas es la comida y el abrigo, el que no come ni se abriga se muere. Ciento setenta años después del Manifiesto Comunista[3] en el cual se planteaba el problema de los proletariados, las sociedades de la mayoría de los países, industrializados o no, están debatiéndose en los mismos problemas que aquellos revolucionarios de 1848.

        La historia de la humanidad es un constante combate entre dos fuerzas o dicotomías, llámense ellas democracia-absolutismo; equidad-parcialidad; moral-inmoralidad; solidaridad-egoísmo; paz-guerra; igualdad-desequilibrio; libertad-opresión; oligarquía-trabajadores, y en todo su transcurso cada una de esas fuerzas tuvo su momento de predominio y de caída porque el hombre es un permanente experimentador desafiante que ataca sus propias construcciones sociales. Si el hombre desafió a los dioses, ¿por qué no ha desafiar a otros hombres y desobedecer sus leyes? [4] 

        Así como el hombre desarrolló y perfeccionó instrumentos para aumentar el rendimiento de su trabajo con un menor esfuerzo técnico, también desarrolló la idea de propiedad y marcó su territorio familiar, comunal y nacional a medida que se fueron haciendo más complejas las relaciones con otras familias y pueblos. El nacimiento del concepto de propiedad dio lugar al conocimiento del egoísmo y del acaparamiento, tanto de los bienes que producía como de su mujer, hijos y otros hombres más débiles que él. Se conformaron, entonces, las clases sociales.

        Cuando las injusticias fueron muchas y prolongadas se produjeron las revueltas populares y también de los miembros de la misma clase social del déspota, con lo cual se mejoraba en cierta medida la situación de las personas por un tiempo.

        Otro fenómeno social producto de la Ilustración y la Revolución Francesa es la aparición del pueblo como factor político. No tardaron en aparecer quienes usaron al pueblo para alcanzar sus metas personales desarrollando acciones que aparentemente favorecían al pueblo. A esta práctica se la denominó clientelismo.[5] Existe, en la literatura política otro término: populismo que está relacionado con el anterior pero que se refiere más específicamente a las prácticas de los gobiernos orientadas a dar satisfacción a los reclamos de las clases sociales más necesitadas. Acerca de este concepto Laclau[6] aporta interesantes ideas y señala que es necesario definir una unidad de análisis mínima y da dos opciones: la primera es concebir al populismo como la ideología o tipo de organización de un grupo previamente constituido; la segunda es pensar al populismo como una de las formas de constituir la propia unidad del grupo, lo que nos llevaría a aceptar sus implicaciones: «el pueblo» no constituye una expresión ideológica, sino una relación real entre agentes sociales. Señala este autor que el populismo desarrolla una dinámica identificatoria que comienza con la demanda social (que a veces tiene la forma de una simple petición a las autoridades) sobre asuntos tales como contaminación, asistencia médica, vivienda, seguridad. Según las respuestas que se reciban por parte de los gobiernos, se derivan las circunstancias siguientes:

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