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El Gato Negro


Enviado por   •  13 de Abril de 2014  •  828 Palabras (4 Páginas)  •  239 Visitas

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El gato negro

No espero ni pido que nadie crea el extravagante pero sencillo relato que me

dispongo a escribir. Loco estaría, de veras, si lo esperase, cuando mis sentidos

rechazan su propia evidencia. Sin embargo, no estoy loco, y ciertamente no sueño.

Pero mañana moriré, y hoy quiero aliviar mi alma. Mi propósito inmediato es presentar

al mundo, clara, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos.

Las consecuencias de estos episodios me han aterrorizado, me han torturado, me han

destruido. Sin embargo, no trataré de interpretarlos. Para mí han significado poco,

salvo el horror, a muchos les parecerán más barrocos que terribles. En el futuro, tal

vez aparezca alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes, una

inteligencia más tranquila, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de

ver en las circunstancias, que detallo con temor, sólo una sucesión ordinaria de causas

y efectos muy naturales.

Desde la infancia me distinguía por la docilidad y humanidad de mi carácter. La

ternura de mi corazón era incluso tan evidente, que me convertía en objeto de burla

para mis compañeros. Sobre todo, sentía un gran afecto por los animales, y mis

padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba la mayor parte de mi tiempo con

ellos y nunca me sentía tan feliz como cuando les daba de comer y los acariciaba. Este

rasgo de mi carácter crecía conmigo y, cuando ya era hombre, me proporcionaba una

de mis principales fuentes de placer. Aquellos que han sentido afecto por un perro fiel

y sagaz no necesitan que me moleste en explicarles la naturaleza ni la intensidad de la

satisfacción así recibida. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que

llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la mezquina

amistad y frágil fidelidad del hombre.

Me casé joven y tuve la alegría de descubrir que mi mujer tenía un carácter no

incompatible con el mío. Al observar mi preferencia por los animales domésticos, ella

no perdía oportunidad de conseguir los más agradables de entre ellos. Teníamos

pajaritos, peces de colores, un hermoso pero, conejos, un mono pequeño y un gato.

Este último era un hermoso animal, notablemente grande, completamente negro y de

una sagacidad asombrosa. Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era

un poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular de que todos

los gatos negros eran brujas

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