El filme

Haciendo eco de lo anterior, Entre los Muros opta por hacer un retrato cotidiano del micro cosmos de esta nueva escuela pública francesa, llevando al espectador a más de dos horas de un relato que se abre el primer día de un año escolar y se cierra el último, antes de las vacaciones de verano, y que busca reflexionar sobre esta nueva condición docente. Los escritos sobre esto abundan y es que junto a la masificación de la escolarización y la entrada al sistema escolar de grupos sociales antes excluidos de él –como los que se ven en la película-, el espacio escolar se ha reconfigurado y los docentes, ahora, se enfrentan a alumnos distintos y crecientemente heterogéneos, con las dificultades que lo anterior acarrea para quienes estaban (son) formados y preparados para educar a grupos-curso de otra naturaleza (Tenti, E.).

El filme es un recorrido, así, por dificultades de aula frecuentes: desde comenzar la clase en medio de conversaciones y risas, hasta faltas de respeto y conductuales más severas, frente a las cuales pocos pueden lidiar. Y si no, basta ver el episodio del profesor que explota en la mitad de la película, frente a la mirada impávida de sus colegas en la sala de profesores. Los primeros planos de aula con alumnos en las nubes, somnolientos, distraídos, y la mirada recurrentemente en picada a través de las ventanas del edificio del colegio hacia el patio, donde los alumnos se distienden, juegan, y son tal cual son, no hace más que dar cuenta de la distancia que separa a los docentes de los jóvenes de hoy, con su diversidad y sus intereses, y que se alejan cada vez más generacionalmente de los de quienes lo educan. Las dificultades de éstos últimos se agudizan con la relación particularmente compleja que, en la mirada de la película, tiene la relación familia-escuela, con apoderados a veces con inmensurables aspiraciones sobre el futuro educativo de sus hijos, otras renegando y desconfiando de la función de los profesores y de la escuela por proveer entornos educativos propicios y otorgar un trato adecuado a sus hijos, u otras veces con dificultades de comunicación producto de su diversidad lingüística.

Frente a este escenario, hay dos alternativas: establecer métodos de disciplina altamente punitivos, a los que adhiere un grupo de profesores de la película, que buscan moldear a los estudiantes bajo lógicas tradicionales, y que desembocan –previa mediación de un comité de disciplina- en la expulsión y la reubicación de los estudiantes en escuelas similares cercanas, donde se verán enfrentados posiblemente a medidas similares, y re-ubicaciones sucesivas. La otra, sin embargo, es la que encarna el sr. Marin, buscando soluciones menos drásticas, más didácticas, mostrando una preocupación profundamente vocacional y socio afectiva, hacia las condiciones sociales y familiares de los alumnos que educa (aún así no escapan tampoco los momentos de agotamiento y cansancio que ello implica), y por sobre todo, diseñando y explorando técnicas y metodologías de enseñanza atractivos que respondan a la diversidad creciente del alumnado, a sus intereses –que no coinciden con los habituales y formales-, y en definitiva, a la cultura adolescente-juvenil con la que se encuentra día a día, cuyo ejemplo es la tarea de construir auto-retratos que encomienda al curso y que, según se muestra luego, permiten conducir hacia un proceso de acercamiento entre ambos, que le permite entrar en la vida familiar, cotidianeidad, intereses y gustos de sus alumnos …y, con ello, sorprenderse y re-conocerse.

Parece no haber momento más crucial que el actual para ver Entre los Muros. En medio de la discusión política sobre la formación y carrera docente, la alta responsabilización hacia los profesores sobre la calidad educativa del país, la pérdida del status social y económico del que gozaban antaño,

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