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Extrañando A Dina

caye18 de Octubre de 2012

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Título del trabajo:

Extrañando a Dina Categoría: Novela Autor: Mario alonso Madrigal Resumen:

Extrañando a Dina es una novela basada en una historia real, la cual trata sobre el dolor que sufre un joven cuando pierde a la mujer que ama. No es la historia de la pareja, sino la de él después de haber terminado con ella; el pesar en la cual se ve envuelto a causa de lo ocurrido, y lo que debe ir aprendiendo para poder superar el intenso sufrimiento que experimenta, sin perder la esperanza de que sus heridas en algún momento llegarán a sanar.

El fin de esta novela está mucho más allá del simple hecho de dar entretenimiento.

Esta obra es una historia que conforme se va desarrollando, brinda valiosas enseñanzas y profundas reflexiones sobre las relaciones de pareja, las separaciones y el modo de enfrentarlas, el manejo de la soledad, el amor, el apego, el placer, los celos, la dependencia emocional, la tristeza y otras situaciones de igual importancia, que todos los seres humanos deberían considerar cuidadosamente, para formar relaciones humanas de mayor calidad.

No posee Bibliografía porque es una novela original

Biografía del autor:

El autor de este libro nació el 17 de noviembre de 1979, en San José, Costa Rica, donde vive actualmente. Es profesional en psicología y trabaja tanto en el área laboral como clínica.

Su objetivo al escribir el libro, fue el de compartir con los demás sus conocimientos y su filosofía sobre el amor, las relaciones de pareja, los celos, el apego, la dependencia, con el fin de que los lectores se entretengan y al mismo tiempo obtengan para su vida personal, el máximo provecho de ello.

Introducción

Extrañando a Dina es un libro basado en una historia real. Específicamente, inspirado en una relación de pareja que tuve con una joven llamada Dina. Pero no es precisamente la historia de ambos, sino la mía después de haber terminado con ella. Aunque sí hago ciertas referencias a lo que vivimos, es más una descripción de lo que sentí, al separarnos. Cuando nuestra relación acabó, yo sufrí de forma muy intensa, lo cual dio lugar a que tuviera largos ratos de meditación acerca de la soledad, el miedo, la tristeza, el dolor, la sexualidad, el placer, el amor -no sólo de pareja sino en general-, y otras cosas. Estas páginas contienen lo que aprendí acerca de ello durante ese tiempo.

Mi intención al crear esta novela no es sólo proporcionar entretenimiento, también es hacer un aporte a las demás personas. Como en cierto momento pensé que tal vez a alguien, le podría ayudar en algo el leer mis reflexiones, decidí compartirlas de manera escrita. Con eso no quiero decir que este libro sea una obra mágica e incuestionable, portadora de verdades a seguir para poder alcanzar la felicidad, ni nada por el estilo. Lo narrado aquí es mi verdad, en la cual creo, pero no tiene por qué ser la verdad de otros. Si de alguna manera mis relatos le ayudan al lector, pues me alegro mucho. Pero si no es así, ni modo, no escribí con el afán de convencer a nadie, lo hice simplemente para compartir.

Me encantaría que quien lea mi experiencia, al hacerlo trate de sentirse no sólo espectador, sino también protagonista. Con esto, me refiero al hecho de leer procurando sentir todo lo vivido por mí, en este recorrido de soledad; el dolor, la angustia, el miedo, la frustración, la duda, el desesperado afán de encontrar respuestas, la esperanza de volver con Dina, y cualquier otra emoción o sentimiento que se presente. A mi parecer, si el libro se lee de esa manera, tal vez se pueda entender mejor lo que sentí y quizás las palabras no me resultaron suficientes para explicar.

Capítulo 1

Cuando Dina y yo terminamos llevábamos pocos meses de ser novios, pero a diferencia de otros noviazgos nuestra relación fue muy intensa, o por lo menos así lo sentí yo. Éramos compañeros en la universidad, nos veíamos casi a diario durante bastante rato, en muchas ocasiones ella dormía en mi casa, y a veces yo, en el apartamento de ella. Dina había dejado su trabajo debido a que el horario no le permitía asistir a la universidad. Esperaba pronto hallar otro, con una jornada más conveniente para ella. Los días fueron pasando y no encontraba empleo, lo cual la hacía sentirse muy agobiada. Mientras tanto se sostenía con lo poco que ganaba los fines de semana; los sábados en una labor de medio tiempo que un amigo mío le había conseguido, y los domingos colaborando en una tienda de ropa con su hermano.

Yo le ayudaba con la alimentación.

En esa situación -muy angustiante para ella-, pasó un tiempo, hasta que llegó un momento en el cual estaba completamente desesperada por su falta de empleo.

Debía pagar el alquiler del apartamento donde vivía y como no tenía dinero, comenzamos a pensar en la posibilidad de que residiera conmigo mientras encontraba una labor de tiempo completo.

En ocasiones anteriores habíamos conversado sobre el hecho de irnos a vivir a una misma casa, pero yo no lo tomaba en serio porque no sentía estar preparado para dar ese paso. En algún momento me dijo que si yo realmente la quería, debía tomar en cuenta la mala situación económica en la cual se encontraba y llevármela a vivir conmigo. Aunque yo consideraba esas palabras como una especie de chantaje sentimental, sólo le respondía que para mí, unión libre es igual a matrimonio, lo cual no me parecía apropiado, que mejor dejara eso como última opción y esperara a ver si pronto conseguía empleo.

Yo no tomé esa actitud por egoísmo, sino porque consideraba necesario esperar más tiempo antes de adquirir un compromiso tan serio para mí, como juntarnos.

Ella me decía que prácticamente vivíamos juntos, porque todos los días nos veíamos y dormíamos en la misma cama. Yo le decía que para mí sí había algunas diferencias significativas en comparación con una pareja que habita bajo el mismo techo, por ejemplo; ella aún no poseía llave de mi casa, seguía teniendo la mayoría de sus cosas en su apartamento, pasábamos uno que otro día sin vernos, yo me sentía inseguro y además, mi hermano vivía conmigo, por lo cual, no podíamos disponer solamente nosotros dos, la opinión de él también contaba.

Pero como se aproximaba el momento de pagar el alquiler y ella no tenía dinero, era necesario tomar una decisión.

_Yo no puedo seguir pagando el alquiler -me dijo un día-, primero, por la falta de plata, y segundo, porque ya casi no utilizo mi apartamento para nada; diariamente me quedo a dormir donde tú vives y tengo mucha ropa ahí. Mejor me llevo a tu casa la ropa que aún tengo en mi apartamento, y me quedo contigo mientras encuentro algún empleo.

Accedí a la idea con un poco de nerviosismo y le dije que dejara sus muebles en casa de su madrastra.

Dina también tenía oportunidad de irse a vivir con ella, pero no lo hacía debido a ciertos problemas que tuvieron algún tiempo atrás. Esa señora la había agredido mucho, tanto física como verbal y emocionalmente, desde niña y durante toda su adolescencia. Dina decía seguir hablándole debido a que le ayudaba con dinero y porque allí vivían sus dos hermanos menores, a quienes quería mucho. Pero una de sus metas era ser solvente económicamente y esperar a que sus hermanos vivieran en otro lado para no volver a dirigirle la palabra nunca.

Comentaba que aunque su madrastra se comportara gentil en ese momento, ofreciéndole un cuarto, era pura hipocresía. Que actuaba así solo porque no vivían en la misma casa, y si así fuera, nuevamente volvería a comportarse de forma violenta, y comenzarían los problemas otra vez.

Mientras nos poníamos de acuerdo respecto a lo que íbamos a hacer le dije:

_Escúchame, quiero dejar algo claro; tú y yo no nos estamos casando ni decidiéndonos a vivir en unión libre, que no es lo mismo pero es igual. Por eso te pedí que dejaras tus muebles en otro lado, porque de lo contrario sería igual que juntarnos. Si traes todo para acá, cuando encuentres trabajo no te vas a ir ni yo voy a dejarte marchar; porque ya estaremos acostumbrados a vivir juntos y no

vamos a querer separarnos. Y no me parece correcto el aferrarnos tanto, uno al otro, de forma tan rápida.

A juzgar por su expresión, pude notar que ese comentario le molestó, pero no respondió nada hasta el día siguiente por la noche. Veníamos saliendo de clases, cuando me dijo:

_Estuve pensando en lo que me dijiste ayer y he cambiado de parecer, mejor no voy a vivir contigo, pero para sentir que vale la pena el dinero pagado por el alquiler de mi apartamento, pasaré más tiempo ahí, de hoy en adelante dormiré en tu casa sólo los fines de semana. Antes de venirme a la universidad le vendí la refrigeradora a mi madrastra, con ese dinero pagaré el alquiler durante los

próximos dos meses, tal vez en ese tiempo consiga trabajo.

_ ¿Pero por qué así? -respondí-, ¿no te parece que estás reduciendo demasiado nuestro tiempo?, además, sí estás utilizando tu apartamento, ahí tienes muchas cosas y el dormir en mi casa no implica el dejar de ir a tu apartamento cuando quieras, como a menudo lo haces.

A mí me parecía que ella buscaba mediante esa actitud, terminar parcialmente con nuestra relación, pero por más que intenté hacerla cambiar de parecer respecto a esa decisión de vernos menos, siguió firme en su determinación.

_Por más que insistas no cambiaré de opinión -me decía-, y si tanto te molesta eso, entonces terminemos de una vez por todas.

_ ¡Ah!, así que ahí querías llegar -le dije-, estás buscando un pretexto para pelear y terminar la relación, sólo porque no accedí a que nos juntáramos.

Le dije

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