Globalizacion
oscar_edu889 de Enero de 2013
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Actualmente, globalización implica la exclusión de millones de personas en el mundo entero por el desempleo masivo y la falta de acceso a servicios estatales de educación, salud y vivienda.
La tríada “globalización, jóvenes y desempleo” es un fenómeno de la crisis mundial a principios del Siglo XXI que tiene que ver con varias aristas. En particular en México es evidente la situación del desempleo juvenil como resultado de un proceso económico que parece ignorarlos cada vez más y de manera más rápida.
Globalización y crisis a principios del Siglo XXI
Vivimos en una economía en la que las ventajas relativas del pasado se están anulando y tienden a igualarse como resultado de la apertura comercial; es decir, los países han abierto sus fronteras, al tiempo que reducen sus aranceles de importación. Las economías de todas las naciones crecen de manera interdependiente, lo cual genera nuevos retos, pero requieren de cambios políticos drásticos con consecuencias sociales; esto es precisamente la crisis global que estamos viviendo a principios del siglo XXI.
El término globalización ha recibido múltiples acepciones que van desde lo cultural, lo ideológico, lo político y lo económico, siendo este último elemento lo que constituye el parámetro más visible y para muchos lo definitorio del concepto,
En nuestros días, la globalización constituye ya un proceso irreversible. Ha avanzado vertiginosamente a lo largo y ancho del planeta, en muchos casos parece no tener en cuenta las diferencias productivas y estructurales que enfrentan las distintas economías en el proceso de integración; lo que ha generado mayores desigualdades y más pobreza.
Coincidimos con Beck cuando destaca que atravesamos una nueva era en la que se diluyen las fronteras y las diferencias entre los Estados nacionales, escenario que exige una nueva mirada cosmopolita, para comprender la realidad en la que se vive y actúa.
América Latina entró al proceso globalizador con una cantidad de rezagos acumulados por varias décadas, y que hoy se convierten en las principales limitantes para su incorporación al crecimiento y desarrollo. Su irrupción en la globalización se dio al calor de la crisis internacional de la deuda, y de los subsecuentes programas de ajuste y cambio estructural característicos de la década de los ochenta; cuyos resultados desembocaron en dramáticos panoramas sociales, resumidos en un empobrecimiento masivo y una mayor concentración del ingreso y la riqueza que llevaron a cuestionar el aspecto de la calidad de vida de la población. Justamente fue en esta década cuando la pobreza extrema adquirió carta de naturalización en varios países de América Latina, como resultado del estancamiento productivo y la caída de la ocupación así como de las devaluaciones y el agravamiento de la inflación (Cordera, 2000).
La denominada globalización tiene en estos inicios del siglo una omnipresencia no exenta de tensiones, sino más bien al contrario. La internacionalización de la actividad económica, empresarial, financiera, configura uno de los rasgos característicos de cualquier descripción de nuestros tiempos, conformando la base de la globalización, cuyas causas, significado y sobre todo impacto – no sólo económico, sino social, político, cultural, medio ambiental – es objeto de debate (Tugores, 2002: 1).
El motor de la globalización es precisamente el comercio internacional; en este sentido es necesario estudiar en primer término cómo se desarrolla el comercio a nivel mundial, que a la postre nos permita identificar y evaluar sus consecuencias en la sociedad, ya sean buenas o malas. Pero, ¿por qué se da el comercio internacional? En principio parece razonable pensar que por razones análogas a las que explican los intercambios entre personas. Para tratar de obtener, consumir o disfrutar de un adecuado conjunto de bienes y servicios, las sociedades humanas conocen las ventajas de la especialización y el intercambio respecto de las opciones de autosuficiencia. Por tanto, es imprescindible comparar a nivel internacional las alternativas de especialización y libre comercio frente a la autarquía (autoabastecimiento).
Una primera razón para los intercambios internacionales radica en las diferencias en las capacidades o habilidades de los países. Se trata de sacar partido de estas diferencias induciendo a cada país a producir especializadamente aquello que mejor es capaz de hacer, aquello en lo que tiene alguna ventaja. Naturalmente, luego se intercambian las respectivas producciones a fin de que todas las partes implicadas puedan consumir (disfrutar) del amplio abanico de bienes y servicios que las personas solemos apreciar.
En relación con el comercio internacional sostienen y demuestran que la fuente de la riqueza es la producción y no el comercio, pues este sólo sirve para distribuirla; el actor principal en el proceso económico debe ser el individuo, actuando éste en función de sus intereses particulares contribuye al bienestar de la sociedad en su conjunto. A partir de esta propuesta justificaron la necesidad de eliminar las políticas proteccionistas y optar por el libre comercio.
Una segunda razón para la especialización e intercambio es el hecho ampliamente constatado de que a veces es más eficiente concentrar la producción en un lugar y/o empresa: por ejemplo saldría más caro, a las personas y a la sociedad, de que cada uno de nosotros tuviera que hacer su propio pan (y no digamos sus propios automóviles o computadoras) en vez de acudir a establecimientos especializados que hacen el de todos. No se trata (sólo) de que unas personas tengan una habilidad especial en fabricar pan, sino que la maquinaria e instalaciones utilizadas para producir permiten hacerlo de forma más barata si se utilizan a gran escala. Esta reducción de costo por unidad que se obtiene cuando el nivel de producción es elevado se denomina aprovechamiento de las economías de escala.
Una razón adicional que favorece los intercambios es la diferenciación de productos. La gente gusta de elegir entre una gama amplia de productos o de consumir una variedad asimismo amplia.
El comercio internacional permite que el consumidor de un país tenga acceso a las variedades de otros países.
Dussel (2003) señala que uno de los principales efectos de la globalización y de los encadenamientos mercantiles globales se refiere a que sus empresas líderes conforman enormes redes de empresas y son capaces de coordinar, controlar e imponer estándares intra e interfirma en sus respectivas cadenas de valor global. Estos estándares tienden a imponerse y homogeneizarse y requieren de enormes capacidades financieras y tecnológicas por parte de empresas y territorios para continuar participando en las cadenas globales de valor agregado.
En una economía cerrada, el consumidor no tiene posibilidades de elección en materia de precio y calidad. En contraste, las múltiples opciones que brinda un mercado abierto (a lo que le llamamos globalización) y la competencia que éste genera, favorecen al consumidor final, porque cuenta con mayor número de satisfactores de diversa índole, los cuales pueden ajustarse a cualquier tipo de necesidad y de presupuesto.
La crisis de la globalización
Una forma sugerente de plantear la crisis de la globalización y sus inquietantes efectos es el denominado “trilema de la globalización” formulado de manera similar por Rodrik (2000) y Summers (1999). Se trata de una situación en la que tres ingredientes deseables de la organización económica, política y social resultan incompatibles, requiriendo la eliminación o relajamiento de al menos uno de ellos.
Estos tres vértices del trilema serían:
El propio proceso de creciente integración comercial y financiera que estamos denominando globalización y que se justificaría en la utilización más eficiente de los recursos mundiales;
La soberanía nacional de los Estados, cuya defensa se basaría en el sentido de identidad nacional y de representación política; y
Los compromisos de los Estados en materia de estabilización económica y de protección social, es decir, lo que a resumidas cuentas podemos llamar “Estado de Bienestar”.
El trilema podría solventarse en principio desde tres ópticas, cada una de ellas procedente de renunciar a uno de los tres ingredientes (Ver gráfica):
Si el sacrificado es el proceso de globalización, esto nos llevaría a una autarquía, donde no habría movilidad de factores de producción ni de mercancías.
Si se renuncia a la soberanía nacional, tendría como consecuencia la creación de un “federalismo global”, que desplazaría de forma creciente las decisiones políticas y sociales a jurisdicciones supranacionales o mundiales.
Y si se dejara a un lado los compromisos del “Estado de Bienestar”, se estarían haciendo realidad los temores e inquietudes asociados a los recortes de derechos adquiridos por los individuos, con los costos sociales que ello conllevaría.
Naturalmente son posibles fórmulas intermedias que combinen diversos ingredientes de los propuestos. En todo el caso “el trilema de la globalización” constituye una herramienta sencilla para visualizar cómo las nuevas reglas que supone la globalización alteran a la humanidad en su conjunto.
Pero, ¿qué tipo de lecciones nos plantea la globalización? Básicamente son de orden social, político y cultural; relativo a la alimentación, la educación, la salud y la vivienda y hasta qué grado se pueden garantizar esos derechos a la población mundial.
La Globalización en México
México
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